Vivir a oscuras, sin poder conservar ni calentar la comida o no poder estudiar cuando se oculta el sol parecen situaciones inimaginables en pleno siglo XXI. Sin embargo, es la realidad para 10 millones de personas en Iberoamérica, un 2% de la población que aún vive sin acceso a energía eléctrica en zonas rurales aisladas o en los cinturones de pobreza urbana.
En América Latina, otros 70 millones de personas no cuentan con acceso a sistemas de cocinado limpio y utilizan gas licuado de petróleo, gas natural, leña, residuos y otros materiales altamente contaminantes e insalubres. Son datos del informe “ODS7 en Iberoamérica. Alcanzar la última milla”, realizado conjuntamente por la Asociación Iberoamericana de Entidades Reguladoras de Energía (ARIAE), la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y la Mesa de Acceso Universal a la Energía (MAUE).
El estudio, que fue presentado en el marco de la XXVII Cumbre Iberoamericana, pone en valor el importante esfuerzo de los países iberoamericanos para acercar la electricidad a la población más vulnerable, pasando de un 93,6% de acceso en 2010 a un 98% en 2018. Sin embargo, la región ahora enfrenta el desafío más complicado: alcanzar esa “última milla”, el postergado 2% de población más pobre que sigue en la penumbra.
Nicaragua, Honduras, Guatemala, Bolivia y Perú tienen altos porcentajes de población sin acceso eléctrico, mientras que las mayores economías de la región: Argentina, Brasil, Colombia y México suman más de cuatro millones de personas sin electrificar, destaca el informe.
A primera vista, un 2% podría parecer a un porcentaje mínimo, pero la experiencia demuestra que según se avanza en la electrificación, las dificultades de llegar a poblaciones más alejadas con un coste asequible se incrementan, explica el secretario ejecutivo de ARIAE, Luis Jesús Sánchez en diálogo con el Portal Somos Iberoamérica.
Energía solar, el camino hacia la última milla
Alcanzar esa última milla—que permitiría cumplir el ODS7 de la Agenda 2030— implica un acceso universal a la energía, que sería además de fuentes renovables, eficiente y competitiva. Por tanto, hay un triple desafío: energético, social y ambiental, explica el secretario ejecutivo de ARIAE.
La respuesta para alcanzar ese objetivo podría estar en las energías limpias, especialmente la energía solar, en un momento en que la tecnología fotovoltaica ha reducido considerablemente sus precios, tanto en soluciones a mayor escala como en sistemas aislados.
Se prevé que el 29% del nuevo acceso a la electricidad se realizará con sistemas fotovoltaicos domiciliarios.
El secretario ejecutivo de ARIAE considera que “Iberoamérica está en capacidad de alcanzar el ODS 7 incluso antes de 2030, porque contamos con tecnología que es competitiva en precio y medioambientalmente sostenible”.
Además, Iberoamérica es rica en recursos renovables. No solo cuenta con abundante energía solar, sino que tiene riqueza de agua, viento y materia prima para biocombustibles. Por tanto, a pesar del retroceso que supuso la pandemia COVID-19 en la asequibilidad de la energía, sigue siendo la región del mundo con mayor peso de renovables en la generación eléctrica, a la vez que tiene una creciente demanda de electricidad, que puede impulsar la transición energética.
Entonces, ¿qué falta? Una regulación sencilla y atractiva para inversiones en renovables, fondos o subsidios cruzados que permitan garantizar el acceso a un precio competitivo para poblaciones en mayor vulnerabilidad y una planificación de medio y largo plazo que se convierta en acciones de política pública. Para todo ello, será clave la voluntad política de los gobiernos, explica Sánchez.
La energía, clave para lograr la Agenda 2030
El ODS 7 de la Agenda 2030 recoge el compromiso de “garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos”, algo vital para cumplir derechos tan básicos como la salud, la educación o la igualdad de género.
No contar con energía eléctrica supone mantener o profundizar la pobreza. Y dado que las tareas del hogar recaen principalmente sobre mujeres y niñas, ellas son las principales afectadas por la falta de electricidad en el hogar.
Numerosos estudios avalan que el acceso a la electricidad, incluso en cantidades pequeñas, produce mejoras rápidas en la calidad de vida, la educación y los ingresos en los hogares, con un importante impacto en las mujeres, al facilitar el estudio, el acceso a internet y las actividades productivas domésticas.
Por tanto, la energía es crucial para el cumplimiento de la Agenda 2030 en su conjunto, en particular los objetivos relacionados con la erradicación de la pobreza y el hambre, la provisión de agua limpia y saneamiento, la salud, la igualdad de género y la lucha contra el cambio climático, así como la creación de oportunidades que favorezcan el empleo y el desarrollo económico.
Recuperación sostenible con visión de largo plazo
En América Latina, el acceso a la energía tiene impactos directos que coinciden con los objetivos de la recuperación económica post COVID, como la creación de empleos en la planificación y construcción de infraestructura y la provisión de servicios necesarios para lograr el acceso universal a la electricidad, explican desde el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
“Consideramos que acelerar el acceso universal sostenible es una oportunidad para catalizar la recuperación pospandemia ya que contribuye a la reactivación económica, la generación de empleo, la disminución de la inequidad y el impulso al desarrollo de las poblaciones más vulnerables”, destaca un artículo publicado por el BID como parte del informe.
¿Qué necesitamos para garantizar una transición energética que no deje atrás a la población más postergada y a la vez protagonice una recuperación sostenible? El informe destaca siete grandes desafíos:
- Llegar a la “última milla”, garantizando el derecho a la energía de poblaciones más alegadas y con recursos económicos escasos.
- Ir más allá del acceso básico. La lógica del suministro debe ser de progresividad, ya que los usuarios con un bajo consumo eléctrico lo van incrementando con el tiempo al incorporar nuevos equipos para usos productivos o domésticos.
- Garantizar el suministro a los servicios públicos, como centros sanitarios, escuelas y otros servicios asistenciales comunes.
- Garantizar la fiabilidad de acceso. El suministro debe ser fiable para los usuarios, por lo que es clave proteger la capacidad de generación eléctrica, así como los sistemas de distribución.
- Garantizar la asequibilidad significa que nadie esté excluido del acceso a la electricidad y el cocinado limpio por no tener suficientes recursos económicos, lo que significa buscar el equilibrio entre la capacidad de pago y la tecnología más adecuada.
- Innovación en el acceso a la energía, tanto en los modelos de negocio, tecnología como en la logística.
- Sustituir las estufas de biomasa que no garanticen los límites de emisiones establecidos por la OMS.