Aunque a diferentes velocidades, Iberoamérica avanza hacia la transformación energética para el uso y consumo de energías limpias. El mayor desafío es aumentar la generación eléctrica a partir de energías renovables no convencionales (solar, eólica) y promover la eficiencia energética para que las renovables sean capaces de abastecer toda la demanda energética.
Uruguay, Costa Rica, Colombia, Brasil y Chile son los cinco países latinoamericanos más adelantados en la transición energética y los primeros en el ranking de América Latina y el Caribe, al superar ampliamente el promedio regional de 58,6% en el Índice de Transición Energética (ETI), según datos del informe “Promoviendo una transición energética efectiva 2021” publicado por el Foro Económico Mundial.
España, que ocupa la posición 17 en el ranking global con una puntuación de 68.31, y Portugal, el puesto 19 con 68.21%, pertenecen al grupo de economías más avanzadas en cuanto a sostenibilidad energética. Este grupo de países, liderados por Suecia, Noruega, Dinamarca, Suiza y Austria, tienen un índice promedio de 68,4, gracias a su constante avance en la sostenibilidad ambiental de sus mercados energéticos.
América Latina alcanzó un 60% de renovabilidad en la capacidad instalada de generación eléctrica. Aunque la región se acerca a la meta de un 70% de producción energética renovable, urge acelerar la transición.
Luces y sombras
El Índice de Transición Energética (ETI por sus siglas en inglés) compara el desempeño de los sistemas energéticos de 115 países en dos grandes áreas: rendimiento del sistema y preparación para la transición. Dentro del área de rendimiento se consideran variables como desarrollo y crecimiento económico, sostenibilidad medioambiental, seguridad energética y acceso a la energía. En este apartado, América Latina obtiene una puntuación promedio de 65.8, siendo el crecimiento y desarrollo económico sus puntos débiles.
Sin embargo, donde más tiene que trabajar la región es en el segundo componente del ranking: la preparación para la transición, porque, aunque cuenta con una buena infraestructura y capacidad instalada en renovables, debe mejorar su fortaleza institucional y gobernanza, la preparación del recurso humano y fortalecer el compromiso político y la regulación del mercado, según se refleja en los resultados regionales del informe.
VEA- Resultados del índice para América Latina y el Caribe
América Latina alcanzó en 2021 un 60% de “renovabilidad” en la capacidad instalada de generación eléctrica y cuenta con una posición privilegiada para acelerar la transición hacia la oferta y consumo de energías renovables, por su abundancia de agua, energía solar y viento, explican desde la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE).
Los estudios de OLADE también sitúan a Uruguay y Costa Rica como líderes regionales en la generación eléctrica a partir de fuentes renovables y destacan los grandes avances de Paraguay y Guatemala en lo que a generación hidroeléctrica se refiere. Estos países han llegado a tener un 100% de participación de renovables en su matriz de generación eléctrica.
Eficiencia energética, un recurso clave
A pesar de que la región aumenta la demanda de energía eléctrica hasta un punto que la oferta de renovables no es capaz de satisfacerla, se habla poco del potencial de la eficiencia energética, un recurso que poseen todos los países en abundancia y es clave para impulsar una energía universal, segura y asequible sin alterar los límites ambientales.
Desde el Observatorio de Cambio Climático y Desarrollo Sostenible La Rábida, Huelva, España, explican que, si el crecimiento del PIB implica un incremento del uso de energía, la eficiencia energética es clave para que en algún momento las energías renovables puedan llegar a abastecer toda la demanda.
Para las empresas invertir en eficiencia energética significa una reducción de costes de operación y mantenimiento, así como mejorar su productividad y su valor añadido, favoreciendo además la creación de industrias locales, destacan.
En conclusión, la transición energética no solo involucra la generación y consumo de energía a partir de fuentes renovables, sino un uso inteligente y sostenible de dicha energía que permita reducir cada vez más rápido la dependencia de los combustibles fósiles en un mercado