Tener hijos no es un juego

Un llanto inconsolable de bebé interrumpe la clase. La madre, una joven de 16 años, deja de atender al profesor y trata de calmar al niño dándole el biberón, aunque el berrinche no cesa. Lo acuna un rato y le cambia el pañal, momento en el que el pequeño cesa de llorar y emite un pequeño gemido de alegría. Esta aula de la Escuela de Educación Física de Mixco, en Guatemala, es especial. Cada uno de los 30 estudiantes, todos ellos menores de edad, ya saben cómo es ser padre o madre y ser interrumpidos a cada rato por lloros. No obstante, esta experiencia durará como máximo dos o tres días, después de los cuales devolverán a los niños para que otros adolescentes del país centroamericano puedan cuidar de ellos.

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