Organización comunitaria para quienes no pueden quedarse en casa

Una iniciativa innovadora promovida por Techo Chile brinda acceso a servicios básicos de salud y demuestra cómo la organización comunitaria es fundamental para hacer frente al problema de vulnerabilidad ya existente en asentamientos populares de América Latina.

Organización comunitaria para quienes no pueden quedarse en casa
Junta de Vecinos de La Pintana. Foto cedida por Techo Chile.

Debido a factores como la pobreza y la desigualdad, “la falta de viviendas es una de las violaciones a los derechos humanos fundamentales y un fracaso social”, afirma ONU Habitat.

Dentro de este contexto, la pandemia de COVID-19 ha vuelto más compleja la situación de aquellos que no tienen hogar o están en situaciones más vulnerables.

Mientras desde distintos sectores de sanidad solicitan a la población “quedarse en casa” para salvar vidas y estar “a salvo”, hay 1.800 millones de personas que carecen de una casa digna donde quedarse, según datos de ONU Habitat.

Pero en medio de esta crisis sanitaria surgen propuestas innovadoras y personas dispuestas a trabajar en comunidad.

Mientras desde distintos sectores de sanidad solicitan a la población “quedarse en casa” para salvar vidas y estar “a salvo”, hay 1.800 millones de personas que carecen de una casa digna donde quedarse.

Tal es el caso de Stephanie Hurtado, profesora de Educación Básica y presidenta de la Junta de Vecinos de la Villa El Bosque de La Pintana, ubicada en el sector sur de la ciudad de Santiago, Chile, quien participó activamente en la organización de la campaña de emergencia “Chile Comparte Salud” de Techo-Chile, un proyecto adscrito a la Cooperación Iberoamericana impulsado por la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB).

Techo, que también está presente en el resto de América Latina, trabaja junto a jóvenes voluntarios para superar la pobreza en asentamientos informales en la región.

“Chile Comparte Salud” es una iniciativa innovadora y multiactoral, que se lleva adelante en coordinación con los centros de atención primaria y busca acercar la atención primaria de la salud a vecinas y vecinos de comunidades con las que se trabaja desde Techo.

 

Propuesta innovadora 

“Pudimos realizar este tipo de operativos en medio de la pandemia. Y las prestaciones eran de alto nivel”, relata Hurtado.

Aunque la crisis del COVID-19 hizo que la situación se tornara más difícil, “hoy el panorama es más tranquilo. La mayor preocupación es la falta de empleo y la alimentación”, añade.

La dirigente, de 32 años, es madre soltera y tiene dos hijas. Su tarea consiste en gestionar y focalizar ayuda a las necesidades de niños y niñas, jóvenes y adultos mayores (desde pedir turnos médicos hasta realizar colectas para pagar gastos fúnebres), resolviendo de esta manera los problemas que atañen a más de 3.000 personas distribuidas en 1.036 departamentos.

Hurtado afirma que el problema habitacional no se ha revertido: “Hay un alto hacinamiento y la infraestructura es precaria”.

Pero ante todos estos impedimentos, lo más relevante es la resiliencia que pudieron generar dentro de la comunidad. “Poder mirarnos, preocuparnos y ayudar a quienes nos necesitan. Nos vamos acoplando y generando una fortaleza entre todos, haciendo la unión vecinal”, destaca Hurtado.

 

Hábitat, el desafío de los países comprometidos 

Techo ha advertido que la crisis de coronavirus ha recrudecido la situación de vulnerabilidad que ya existía en asentamientos populares de América Latina. Por eso, la organización comunitaria es el principal mecanismo para afrontarla y pasa a ser fundamental.

Según el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, ONU Habitat, seis de cada 10 personas vivirán en centros urbanos para el año 2030, siendo las metrópolis las mayores concentradoras de población a nivel mundial.

Por lo que ONU Hábitat estima que en los próximos 15 años casi mil millones de personas se convertirán en habitantes metropolitanos.

Por eso, desde Techo se reconoce la necesidad inminente de mejorar las condiciones de hábitat y habitabilidad y la generación de diálogos efectivos que formalicen espacios público-territoriales donde líderes y lideresas comunitarias sean parte de las decisiones gubernamentales sobre la transformación de sus territorios.