En la segunda mitad del siglo XIX diversas expresiones de mujeres comienzan a hacer demandas para el reconocimiento de sus derechos. Trabajadoras, sufragistas, feministas realizan acciones donde evidencia la asimetría de derechos entre hombre y mujeres.
El derecho al voto, a la educación, el reconocimiento de derechos laborales marcaron las primeras décadas del siglo XX y el reconocimiento de los derechos sexuales y los derechos reproductivos y el derecho a una vida libre de violencia se vinieron a sumar a la agenda feminista en las últimas décadas del mismo siglo. Desde esta perspectiva histórica, en Iberoamerica, tenemos mucho que celebrar.
Mujeres en los parlamentos, mujeres presidentas, mujeres jefas de empresas, mujeres científicas, mujeres para las cuales la maternidad, el matrimonio es una decisión y no un destino inevitable. Quizá esos sean los aspectos más importantes que han sucedido en los últimos cien años. Reconocimiento de derechos que no sólo ha cambiado la realidad jurídica sino que ha significado un cambio en las relaciones familiares, en los imaginarios de las relaciones entre los sexos y por lo tanto en la democratización de la vida pública, privada y la íntima de nuestras sociedades.
Estos derechos lamentablemente no han llegado a todas, el ser mujer convive con las realidades de clase, de identidad étnica, identidad sexual y de género, de edad, de ubicación geográfica que se convierten en obstáculos para el goce de esos derechos. Ser mujer del pueblo Awajun que se asienta entre el norte del Perú y el sur de Ecuador, ser afrodescendiente, ser lesbiana nos coloca con menores posibilidades de tener educación, derechos laborales, controlar nuestra fecundidad. La mayoría de países de América Latina ha tenido un desarrollo sostenido en las últimas décadas que no se ha traducido en acortar la brecha de desigualdad entre los que más tienen y los que menos tienen.
Ser mujer se convierte en un indicador que nos ubica como potenciales víctimas de muerte, el feminicidio se cobra 12 vidas diarias
Lo más alarmante es que en América Latina el hecho de ser mujer se convierte en un indicador que nos ubica como potenciales víctimas de muerte, el feminicidio cobra 12 vidas diarias en nuestra región. Muchas de las mujeres víctimas de feminicidio antes recorrieron el camino de la violencia doméstica y sexual, muchas de las mujeres víctimas de feminicidio acudieron a los servicios del estado demandando garantías para sus vidas y el estado no supo proteger su fundamental derecho a la vida. Y la sociedad … en muchos casos las culpabiliza, por la ropa que usan, por no pedir permiso a la pareja, por priorizar sus sueños y hasta por no haber sabido protegerse.
Los últimos meses estamos asistiendo a movilizaciones y presiones para que las políticas públicas no profundicen el enfoque de género y no eduquen en el reconocimiento de la igualdad de derechos entre todas las personas aunque seamos diferentes por identidad étnica, de género, edad, credo religioso, espiritualidad. La administración de miedos atávicos ha sido la base de los mensajes contra las propuestas de las Ministras de Educación de Colombia y Perú y lo fue en el plebiscito por la paz en Colombia.
Las campañas de los fundamentalistas contra el enfoque de género buscan borrar los últimos 200 años de historia, buscan desconocer el ensanchamiento que para la democracia ha significado el reconocimiento de los derechos de las mujeres como parte de los derechos humanos, buscan controlar el cuerpo y los afectos de las mujeres.
Las campañas de los fundamentalistas contra el enfoque de género buscan borrar 200 años de historia, del ensanchamiento de la democracia que ha significado el reconocimiento de los derechos de las mujeres
Pero la fuerza acumulada de todas aquellas que nos precedieron, de quienes desafiaron la normatividad existente por ser injusta e indigna, la fuerza de quienes denuncian violencia y el amor y la entrega de quienes con alegría se levantan cada día a seguir dibujando con colores el lienzo de su vida nos compromete y nos asegura que la historia no retrocederá.
La deuda que la democracia tienen para con las mujeres estamos seguras que será honrada y no acrecentada con actitudes y políticas medievales.
Es por las mujeres que hoy lucen canas y caminar cadencioso, por las jóvenes que exponen sus dorsos para protestar, por las mujeres de ciencias que con disciplina y perseverancia aportan al bienestar, por las que madrugan para ir a su puesto de venta a construir el ingreso del día, por aquellas que expresan públicamente su erotismo aunque esté prohibido, por las que casi de forma mágica conjugan su trabajo productivo con el reproductivo, por las mujeres políticas que se sobreponen al asedio y con entereza defienden los derechos de las mujeres, es por todas ellas que estamos seguras que este 8 de marzo tenemos mucho que celebrar.