De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la subalimentación o hambre crónica es la incapacidad de las personas para consumir suficientes alimentos para satisfacer las necesidades de energía alimentaria. En Guatemala la prevalencia de subalimentación era de 13.3 % en el periodo 2020-2022; según la Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria (FIES, por sus siglas en inglés) en el período 2020-2022, la inseguridad alimentaria grave era de 21.1 % y la total (moderada y grave) de 59.8 %. El Índice Global del Hambre disminuyó de 20.67 en el periodo 2013-2017 a 19.1 en el periodo 2018-2022 y, sin embargo, es el mayor de Centroamérica. Por otro lado, la pobreza total aumentó de 51.2 % en 2006 a 59.3 % en 2014, mientras que la pobreza extrema aumentó de 15.3 % a 23.4 % en el mismo período. En 2018 el coeficiente de Gini era de 0.48 . De acuerdo con el XII Censo Nacional de Población de 2018, 18.5 % de la población de 7 años o más, era analfabeta, y el analfabetismo es mayor en mujeres (22 %) comparado con los hombres (15 %). Según el INE, en 2022 la disponibilidad de energía alimentaria per cápita era de 2,839 Kcal.
En marzo de 2023, utilizando el protocolo de Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF), se analizó la situación de inseguridad alimentaria aguda en los 22 departamentos del país, totalizando 17.6 millones de habitantes. Se identificó que, de marzo a mayo de 2023, aproximadamente 3.5 millones de personas estaban en situación de Crisis de Inseguridad Alimentaria Aguda (Fase 3) o Emergencia (Fase 4). Según la CIF, para la segunda situación proyectada de septiembre 2023 a febrero 2024, se estimaba que más de 323 mil personas (2 % de la población) estarían en situación de Emergencia (Fase 4) y más de 2.7 millones (16 % de la población) estarían en situación de Crisis (Fase 3).
En América Latina y el Caribe, Guatemala ocupa el primer lugar en la prevalencia de desnutrición crónica en la niñez menor de 5 años, y el sexto lugar a nivel mundial. Según la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil -ENSMI- 2014/2015, la prevalencia de desnutrición crónica en menores de 5 años es de 46.5 %. La desnutrición crónica es mayor en el área rural (53 %), y en las regiones noroccidente (68.2 %), suroccidente (51.9 %) y norte (50 %). La desnutrición crónica también es mayor en los niños y niñas que tienen las siguientes características: indígenas (58 %), hijos/as de madres sin educación (67 %), hijos/as de madres pertenecientes al quintil inferior de riqueza (65.9 %) y de madres que reportan corto espaciamiento entre embarazos (57.0 %) (PEI SESAN 2023-2032 y ENSMI 2014/2015).
Respecto de la desnutrición aguda, la ENSMI 2014/2015 reportó una prevalencia de 0.7 %, siendo este porcentaje menor al esperado en la población de referencia (2.3 %), según la OMS; sin embargo, la desnutrición aguda severa, incrementa hasta nueve veces el riesgo de mortalidad en la niñez menor de 5 años. La prevalencia de anemia en la niñez menor de cinco años era de 32.4 % y en las mujeres de 15 a 49 años era de 13.6 %.
La prevalencia de desnutrición crónica en Guatemala, según la Organización Mundial de la Salud, está clasificada como muy alta. De acuerdo con la misma encuesta, el bajo peso para edad (desnutrición global) y el bajo peso para talla (desnutrición aguda) son considerados de severidad media y baja, respectivamente.
Según la ENSMI 2014/2015, la prevalencia de sobrepeso y obesidad en niños y niñas menores de 5 años era de 4.7 %, y en menores de 2 años, el sobrepeso y obesidad se ubicaba en 7.1 %. A nivel nacional, sólo 2.9 % de las mujeres entre 15 y 49 años tenían un índice de masa corporal menor a 18.5, lo cual indica que tienen bajo peso; por otro lado, 31.9 % tenían sobrepeso y 20.0 % tenían obesidad. En la población pobre, el sobrepeso y obesidad se relaciona con ingestas energéticas superiores a las necesidades y deficientes en nutrientes esenciales (aminoácidos y micronutrientes). Las personas pobres seleccionan alimentos con contenido bajo de fibra y ricos en carbohidratos complejos, azúcares y grasas, que, aunque les impiden gozar de una nutrición adecuada, satisfacen su hambre y se integran bien a su patrón de consumo de alimentos.
En el contexto de la Política Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional actualizada (SESAN 2022), los cinco factores causales principales de la inseguridad alimentaria y nutricional en el país son: 1) Bajo nivel de producción de alimentos de origen animal y vegetal para el consumo local; 2) Limitado acceso físico a alimentos frescos, variados y nutritivos; 3) Falta de capacidad adquisitiva para la compra de alimentos frescos, variados y nutritivos; 4) Ingesta inadecuada de alimentos; y 5) Inadecuado aprovechamiento biológico de los alimentos. Además, se identificaron otros factores de carácter transversal que inciden en esta problemática: a) Vulnerabilidad a crisis y consecuencias por catástrofes naturales, epidemiológicas o conflictividad social; b) Exclusión social; c) Débil coordinación y articulación de las acciones de SAN; d) Debilidades en los sistemas de información, monitoreo y evaluación e) Falta de sostenibilidad ambiental.
Toda la evidencia generada en Guatemala indica que una consecuencia de la desnutrición crónica sufrida en etapas tempranas de la vida es la talla baja del adulto, asociada a un rendimiento escolar y físico insuficiente y, en consecuencia, a menores ingresos laborales. En el caso de las mujeres, la baja talla aumenta el riesgo obstétrico durante el embarazo y el parto, es un factor asociado a nacimientos con bajo peso, el cual afecta al 15 % de los recién nacidos, y es también un factor de riesgo para complicaciones del parto y muerte perinatal y materna. La talla promedio de la mujer guatemalteca, la más baja del mundo, es de 149.3 cm, por lo que más de 25 % de ellas tienen talla inferior a 145 cm. La baja talla materna también se asocia con mayor riesgo de sobrepeso y obesidad en la vida adulta que, en 2014-2015, ascendía a 51.9 % en las mujeres en edad fértil.
En 2016 el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano y Rural (CONADUR), como ente encargado de la formulación de políticas, planes, programas y proyectos de desarrollo a nivel nacional, estableció que la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible fuese objeto de priorización y análisis, adecuando las metas a las prioridades de desarrollo contenidas en el Plan Nacional de Desarrollo K’atun Nuestra Guatemala 2032. Como resultado de la implementación de esta estrategia de articulación se definieron 10 Prioridades Nacionales de Desarrollo (PND), una de las cuales es la SAN. La prioridad de la SAN cuenta con una Meta Estratégica de Desarrollo (MED) que busca la reducción de la desnutrición crónica en la niñez menor de cinco años, con énfasis en los pueblos maya, xinka y garífuna, y del área rural. Esta PND integra seis metas que fueron analizadas en función de su contribución al logro de la MED identificada.
Como parte del marco estratégico vigente para el país, se cuenta, asimismo, con la Política General de Gobierno 2024-2028 (PGG 2024-2028), que establece como Eje Estratégico 4 la Lucha Contra la Desnutrición y Malnutrición, adoptando un enfoque integral de determinantes sociales y económicos, desde los territorios priorizados.