Durante décadas, la ayuda bilateral fue el principal mecanismo utilizado por los países donantes para canalizar la ayuda hacia organizaciones y gobiernos a países en “vías de desarrollo”. Estos fondos se canalizan directamente por una entidad pública del país donante o indirectamente por medio de una ONG o entidades privadas que trabajan en los países receptores. Normalmente, son los gobiernos o actores locales del país beneficiario, los que se encargan de ejecutar directamente las acciones concretas que se hayan estipulado y que normalmente se establecen en el marco de un convenio celebrado por ambos países. Aún hoy la ayuda bilateral sigue siendo utilizada de forma mayoritaria por los países del norte, especialmente las grandes potencias y las economías emergentes.
¿Por qué otras formas de cooperación “más eficaces” sólo tienen un uso limitado en la actualidad? Esto se debe a que la ayuda bilateral permite a los países donantes imponer condiciones a los receptores y satisfacer también sus intereses políticos, militares, geoestratégicos o comerciales. Por tanto, los gobiernos son reacios a ceder una parte de sus fondos a organizaciones multilaterales, ya que pierden el control, no sólo del destino de las ayudas sino también del tipo de actividades que gestionarán las instituciones públicas internacionales como Naciones Unidas, la Unión Europea, El Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. En los últimos 25 años la ayuda multilateral ha crecido gracias a una concienciación por parte de todos los países, que muchos de los problemas del desarrollo no pueden solucionarse de forma unilateral y que para luchar contra ellos es necesaria una agenda global y la participación de todos los estados, ricos y pobres.
¿Por qué otras formas de cooperación “más eficaces” sólo tienen un uso limitado en la actualidad?
Los cambios que se han producido en el contexto internacional hacia un nuevo orden geopolítico mundial y en especial en la agenda de la cooperación al desarrollo, han favorecido la aparición de nuevas modalidades de cooperación que se han convertido en una alternativa a las tipologías tradicionales, potenciando relaciones más democráticas y horizontales entre donantes y receptores. En el caso de América Latina, un grupo importante de países emergentes como son: Argentina, México, Brasil, Chile o Perú, gracias a su nueva posición cómo rentas medias, ha favorecido la cooperación sur-sur y los procesos de integración regional en las últimas décadas. Este nuevo espacio interactivo ha permitido el surgimiento de la cooperación triangular (CTR) como herramienta y palanca de apoyo que ha facilitado el diálogo interregional y un mayor consenso “entre vecinos”. A diferencia de ayuda bilateral, la cooperación triangular une a tres socios, lo que implica una colaboración agregada y acción conjunta de dos actores: un donante tradicional y un donante emergente, en beneficio de un tercero menos desarrollado.
¿Qué valor añadido aporta esta nueva modalidad? La verdad es que puede aportar mucho. Entre los elementos más importantes destacaría especialmente cinco: 1) la CTR fomenta la cooperación sur-sur y la integración regional, 2) permite el intercambio de experiencias entre los socios y facilita la transferencia de conocimientos especializados y técnicos, lo que ayudará a promover el aprendizaje conjunto de los países participantes, 3) la CTR potencia las capacidades de cada socio, 4) es una herramienta que favorece un sistema de cooperación horizontal más inclusivo, y 5) agrupa a los socios en torno a temáticas consensuadas de interés común que reducen la dispersión sectorial y facilitan las alianzas.
A primera vista, la CTR puede parecer la “modalidad del futuro” por su aspecto innovador y carácter participativo e inclusivo, pero hay que tener en cuenta que para que sea eficaz deben darse ciertas condiciones y un entorno favorable. Por el contrario, nos encontramos hoy con un continente más fragmentado, con gran dispersión institucional, que se ha generado por la creación de numerosas asociaciones regionales con intereses muy distintos, una ralentización de las economías más potentes de la región, lo que podría frenar no sólo el desarrollo económico sino también la consolidación de la integración regional. Además la CTR está aún poco desarrollada conceptual e instrumentalmente. Creo que es necesario contrastar experiencias y reunir datos para determinar el alcance real de este tipo de modalidad. La mayoría de proyectos de CTR están centrados en la cooperación técnica y los programas que se han realizado son relativamente pequeños tanto en impacto cómo en cuantía.
Nos encontramos hoy con un continente más fragmentado, con gran dispersión institucional
Para que la CTR sea exitosa en el futuro, es necesario un marco institucional concreto y la incorporación de la misma en las políticas o estrategias de cooperación de todos los países de la región. La participación en la CTR de los donantes tradicionales puede variar según sus intereses económicos y geoestratégicos y por tanto los fondos pueden fluctuar o disminuir en el futuro lo que no permite hacer una planificación o un plan de acción a largo plazo. También pueda pasar lo mismo con los países emergentes en la región, por lo que no hay garantías de que la CTR vaya a consolidarse en el futuro. Lo importante es que la CTR ha fortalecido los vínculos entre los países del sur y ha reforzado los mecanismos tradicionales de la cooperación bilateral favoreciendo el diálogo político norte-sur-sur. ¿Qué otras variantes o modalidades podrían implementarse?