América Latina enfrenta una situación compleja producto de una acumulación de crisis que se vienen arrastrando desde hace décadas y han venido a empeorar los graves problemas estructurales de las sociedades. Problemas como la desigualdad, la pobreza, la inequidad, la inseguridad, la degradación ambiental, las violencias, el desempleo, el crimen organizado, la corrupción y la impunidad, a los que se suman ahora los efectos negativos de la pandemia por la COVID-19 y la guerra en Ucrania, generando mayores enojos ciudadanos que dificultan la gobernabilidad y debilitan la calidad de la democracia.
En este contexto la cooperación es esencial. Ello quedó de manifiesto en las dificultades que aún persisten para enfrentar los impactos de la pandemia, los cuales han expuesto injusticias sociales y económicas, así como brechas digitales en el acceso al empleo y la educación. Ningún país por sí mismo, ni siquiera las grandes potencias mundiales, ha podido resolver los problemas globales, siendo el más apremiante el cambio climático, porque pone en riesgo nuestra propia existencia.
En este escenario, las instituciones multilaterales están llamadas a ejercer una acción coordinada a nivel global. Sin embargo, estas instituciones se han visto debilitadas en los últimos años por el surgimiento de nacionalismos, extremismos, e incluso los intereses comerciales y económicos de algunos países.
Desde un punto de vista más optimista, también es cierto que la pandemia catalizó una cooperación científica de dimensiones poco antes vistas. Científicos e investigadores de diferentes países y áreas pusieron toda su experiencia y conocimiento en la búsqueda de soluciones a los diferentes problemas que emergieron de la crisis, implementando mecanismos de cooperación entre grupos científicos, gobiernos, sector privado y organismos internacionales.
De todo esto se pueden sacar varias lecciones: en primer lugar, para enfrentar crisis futuras necesitamos más multilateralismo. Solo mediante una institucionalidad que trascienda las fronteras nacionales podrá hacerse una adecuada gestión de los riesgos globales y solo así se podrá enfrentar de manera adecuada la siguiente pandemia o el cambio climático.
Por otro lado, necesitamos mejor multilateralismo. Esto significa fortalecer a la institucionalidad multilateral, dotándola de las herramientas necesarias para realizar su labor de manera efectiva, y aumentar la legitimidad del sistema multilateral haciéndolo más cercano a las necesidades de las personas y promoviendo una mayor participación de la sociedad civil.
Para enfrentar crisis futuras necesitamos más multilateralismo, pero también “mejor multilateralismo”, que implica aumentar la legitimidad del sistema multilateral para hacerlo más cercano a las personas y sus necesidades
Un sistema multilateral fuerte solo es posible si se cuenta con Estados fuertes, democráticos, con institucionalidad sólida, con mecanismos de fiscalización y comprometidos con el bien común, incluso más allá de sus fronteras.
Las naciones cooperan producto de oportunidades y circunstancias en determinados contextos. Deciden cooperar cuando está en sus intereses hacerlo, y es en la concatenación de fuerzas y circunstancias donde se fortalecen o debilitan las relaciones, los valores y los principios compartidos por los países. Ello facilita o dificulta el establecimiento de mecanismos de concertación y coordinación de políticas.
Una mirada a la región latinoamericana en su conjunto revela las necesidades de concertación, pero a la vez las dificultades de conciliar intereses. Por un lado, la concertación política tuvo un rol efectivo de interlocución, pero por otro lado, un déficit en cuanto a la acción concertada. Esta carencia para encontrar mecanismos de acción conjunta, dificulta consolidar una perspectiva común y transformarla en acciones que permitan una mejor inserción de América Latina en el mundo.
La pandemia golpeó a América Latina y el Caribe en un momento de mínimos históricos en la integración y de gran debilidad económica.
Evitar que el golpe de una nueva década perdida sea mayor, requiere de concertación política entre los países, así como entre los gobiernos y los distintos actores de la sociedad.
Las oportunidades pasan por la conciencia de reconocernos como región, por la voluntad de entendernos como actor global si se logran consensos mínimos para el progreso, valorando nuestras similitudes y respetando nuestras diferencias, lo que al final permitirá aprovechar las opciones de cooperación en las puertas de la transición internacional en la cual se encuentra el mundo.
Resumen del artículo de la secretaria general de FLACSO, Josette Altmann-Borbón en la edición No. 12 de la Revista Pensamiento Iberoamericano.