Municipalismo en Iberoamérica, un horizonte compartido

La Unión Iberoamericana de Municipalistas (UIM) comenzó su andadura hace más de treinta años y, apenas una década después, en 2003, se convirtió en un programa adscrito a la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) con un objetivo claro que desde ese momento orientó nuestro quehacer: contribuir a la creación del espacio local iberoamericano a fin de enfrentar los desafíos que las políticas de descentralización planteaban a los gobiernos locales.

Nuestro andar se remonta a 1991 y en este grato caminar hemos sido testigos y parte activa de importantes transformaciones en la tarea del mundo local. Y es que el entorno local iberoamericano se ha transformado radicalmente en ese tiempo y la inclusión en la agenda política de la descentralización ha marcado sin duda las reformas del Estado llevadas a cabo en las últimas décadas.

Los gobiernos locales no se sustraen a la problemática con carácter general que enfrentan el resto de los poderes públicos y los problemas suceden en el territorio -los que competen a los gobiernos locales y los que no les competen- pero que siempre igualmente les afectan.

Hoy los gobiernos locales iberoamericanos han asumido, no solo una importante parte de la oferta de servicios públicos que se realizan por los poderes públicos a la ciudadanía, sino también responsabilidades en el desarrollo sostenible de los territorios y en la inclusión social a fin de garantizar la igualdad de oportunidades y el acceso equitativo a los servicios y recursos para todos sus habitantes, independientemente de su origen, género, edad o capacidad.

La Agenda 2030, al marcar como su objetivo 11 lograr ciudades más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles resalta el papel que las ciudades, los municipios y los territorios tienen en alcanzar ese reto y hacer frente a desafíos como el envejecimiento de la población, el empoderamiento de la mujer, la necesaria protección de excluidos y marginados, los daños irreparables en el ecosistema y pérdida de biodiversidad, la desigualdad en la distribución de la riqueza o la transformación digital que nos dibujan un complejo escenario de incertidumbre en un mundo en transformación.

Alcanzar logros en la consecución de ese desafío exige a los municipios iberoamericanos el aprendizaje no solo a nivel interno en asociación con otros actores, principalmente sus ciudadanos, el sector privado y las instituciones académicas, sino también en el ámbito externo buscando el intercambio y el apoyo de otras ciudades y territorios que comparten un mismo afán. Precisamente por ello, articular espacios de colaboración e intercambio, que ha sido el ADN de la Unión Iberoamericana de Municipalistas en estos años, se convierte en una herramienta fundamental para lograr ese objetivo.

Desde la UIM, y gracias a sus redes de cooperación entre la que es preciso señalar a RUDICEL, hemos logrado que decenas de miles de autoridades locales, directivos y funcionarios de las entidades locales iberoamericanas participen en distintos espacios y a través de diversos instrumentos compartiendo conocimiento, estrategia y valores en la búsqueda de enriquecer la vida de las comunidades locales desde el trabajo territorial.

La puesta en marcha de redes institucionales que agrupan municipios y otras instituciones locales en Iberoamérica, universidades o empresas. La creación y articulación de redes temáticas de conocimiento en desarrollo territorial, turismo, género o infancia. O la creación de redes de personas -más de 4.000 en toda Iberoamérica- han marcado nuestro trabajo a fin de lograr el fortalecimiento de las capacidades políticas y de gestión de los gobiernos locales a través de instrumentos, entre otros, como la formación, la investigación, la difusión del conocimiento y la asistencia técnica.

Defender la visión municipalista, para que deje de ser una idea y sea una realidad, ha sido la invitación a la que se han sumado muchas voces, de personas e instituciones, y nada de nuestro trabajo a lo largo de esos años habría sido posible sin la complicidad y sin ese compromiso por parte de toda la comunidad de personas e instituciones que, en forma horizontal y desde todos los rincones de Iberoamérica, tienen “ese horizonte compartido”. Un horizonte que hace realidad una cooperación descentralizada, compartiendo experiencias y modelos exitosos de políticas públicas, a fin de ayudar a ganar espacios mediante el trabajo colectivo y la cooperación política y técnica con sus iguales.

Hemos aprendido que las verdaderas transformaciones que nos demanda la Agenda 2030 serán posibles si se fortalece el espacio local y si se trabaja de forma continuada en la transferencia de experiencias, conocimientos y saber hacer de quienes día a día trabajan en los territorios reforzando su capacidad para ayudar a liberar el potencial de los territorios con el fin de luchar eficazmente contra las desigualdades, crear riqueza, puestos de trabajo y hacer frente a otros problemas de desarrollo apremiantes.