Hace poco más de dos décadas, a partir del impulso de las mujeres y sus organizaciones por reconocer el liderazgo y el impacto desproporcionado de las guerras y conflictos en las niñas y mujeres, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó la histórica Resolución 1325 sobre las mujeres, la paz y la seguridad, en la que reconoce que las mujeres constituyen la mayoría de las personas que se ven afectadas por los conflictos armados y que ello tiene un efecto negativo en la paz y la reconciliación duraderas.
Asimismo, el Consejo de Seguridad reafirmó el importante papel de las mujeres en la prevención y solución de los conflictos, así como en la consolidación de la paz. La resolución subraya además, la importancia de que participen en pie de igualdad e intervengan plenamente en todas las iniciativas encaminadas al mantenimiento y el fomento de la paz y la seguridad, así como la necesidad de aumentar su participación en los procesos de adopción de decisiones en materia de prevención y solución de conflictos.
En octubre pasado se cumplieron 22 años de esa histórica resolución, y desde entonces se han adoptado distintos instrumentos normativos y de política orientados a reconocer, promover y garantizar la participación de las mujeres en todos los esfuerzos para la construcción y sostenimiento de la paz, así como para asegurar la inclusión de la perspectiva de género en las negociaciones de paz, la planificación humanitaria, las operaciones de mantenimiento de la paz, la consolidación de la paz en las situaciones posteriores a un conflicto, la recuperación después de un conflicto, y la gobernanza para la paz.
Mujeres, constructoras de una paz sostenible
La evidencia con la que hoy contamos demuestra con contundencia que la participación de las mujeres en los procesos de paz no sólo es una cuestión de justicia y de derechos humanos, sino que aumenta la calidad y la durabilidad de la paz.
Cuando las mujeres participan en los procesos de paz, la probabilidad de alcanzar un acuerdo que dure al menos 2 años se incrementa en un 20%, y la probabilidad de que el acuerdo dure al menos 15 años aumenta un 35%.
Cuando las mujeres participan en los procesos de paz, la probabilidad de que el acuerdo dure al menos 2 años se incrementan en un 20% y que perdure por al menos 15 años se incrementa en un 35%
Además, cuando las mujeres son signatarias de los acuerdos de paz, se incluyen mayores disposiciones con respecto a reformas políticas, sociales y económicas y tienen una mejor tasa de implementación. La probabilidad de que los acuerdos de paz fracasen es un 64% menor cuando se cuenta con la participación de las representantes de la sociedad civil.
El proceso de paz en Colombia, las Comisiones de la Verdad en Guatemala, Ruanda o Sudáfrica, así como otros procesos como el de Filipinas o Burundi donde las mujeres se organizaron para demostrar la no neutralidad de los conflictos en sus vidas, han traído dimensiones centrales a las negociaciones de paz como el reconocimiento de la violencia sexual, el impacto del reclutamiento de menores, las implicaciones de género del desplazamiento forzado, o las medidas de seguridad con mayor participación de mujeres. Hablamos de aspectos clave no solo para el sostenimiento de la paz, sino también para la reconciliación como la centralidad de políticas de recuperación post conflicto y de desarrollo transformadoras para la situación prevalente de desigualdad de género.
Las mujeres juegan también un rol central en lugares donde no hay procesos formales de negociación para la paz, pero si esfuerzos de carácter local o nacional de pacificación ante dinámicas de fuerte conflictividad social.
En México, por ejemplo, observamos que las mujeres participan activamente como promotoras de la paz, median los conflictos de sus comunidades, lideran la búsqueda de personas desaparecidas, defienden activamente los recursos naturales y los derechos de otras mujeres y niñas a la justicia y seguridad, auxilian a migrantes y personas refugiadas, y se organizan a lo largo y ancho del país para exigir un alto a las violencias.
Más mujeres en los procesos de paz
Ciento tres países, incluyendo nueve en América Latina, han plasmado su compromiso con la Agenda Mujeres, Paz y Seguridad, a través de instrumentos de política denominados Planes Nacionales de Acción sobre las mujeres, la paz y la seguridad en los que establecen las medidas específicas mediante las cuales un gobierno busca cumplir con los compromisos vinculantes establecidos en las resoluciones del Consejo de Seguridad sobre este tema.
Sin embargo, a pesar de los avances normativos desde el año 2000 y la evidencia de que la igualdad de género ofrece un camino hacia la paz sostenible y la prevención de conflictos, la participación de las mujeres en los esfuerzos de paz y seguridad sigue siendo considerablemente baja. Esta situación se constata, tanto desde el ámbito parlamentario, donde las mujeres representan el 26% de los escaños parlamentarios en todo el mundo y el 21% en los países afectados por conflictos y en posconflicto, como en las operaciones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas, donde las mujeres representan apenas el 5.8% de los contingentes militares.
Abrir la puerta a la inclusión y la participación de las mujeres permitiría dar pasos gigantes en la prevención de conflictos y la consolidación de la paz en nuestro mundo.
Tal como lo ha señalado el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres con motivo de su último informe al Consejo de Seguridad sobre los avances en materia de mujeres, paz y seguridad, esta agenda no solo es una respuesta a los errores históricos y la marginación, sino una oportunidad para hacer las cosas de manera diferente. Abrir la puerta a la inclusión y la participación de las mujeres permitiría dar pasos gigantes en la prevención de conflictos y la consolidación de la paz en nuestro mundo.
No podemos remediar los trágicos patrones de conflicto del mundo sin la inclusión de las mujeres en la consolidación de la paz en todos los niveles: comunitario y nacional, formal e informal.
«Si el objetivo de un proceso de paz es únicamente poner fin a la violencia, es improbable que las mujeres —que raras veces son las beligerantes— sean consideradas participantes legítimas. Sin embargo, si el objetivo es construir la paz, tiene sentido tratar de obtener aportaciones más diversas del resto de la sociedad.» (O´Reilly, Marie (et. Al) (2015) Reimagining Peacemaking: Women´s Roles in Peace Processes. International Peace Institute)