Mi interés por la Astronomía fue el punto de partida de lo que hoy es un camino de éxito en la Física. Tengo que confesar que, durante los primeros años de mi juventud, ni la ciencia ni la Física me apasionaban especialmente. Sin embargo, había algunos fenómenos que sí despertaban toda mi curiosidad: los eclipses de sol. ¿Por qué el sol no era completamente redondo y veíamos una corona? ¿Por qué aún oculto era peligroso verlo directamente?
Por aquellos años llegó a mis manos el libro “Secretos del Cosmos” de Colin Román, que “devoré” en las vacaciones. Después de leerlo, tuve claro que estudiaría Física para descubrir esos secretos del universo que tanto me intrigaban.
A diferencia de lo que sucede a muchas jóvenes que quieren dedicarse a las ciencias exactas, tuve la gran suerte de contar con el apoyo de mi familia, aunque debo reconocer que las personas de mi entorno más cercano no entendían demasiado bien qué era eso de la Física. Tuve que escuchar comentarios del tipo ¿y eso para qué sirve, para trabajar como maestra? Yo pensaba ¿qué tiene de malo enseñar?
A lo largo de la carrera me di cuenta de que éramos muy pocas mujeres, tanto estudiantes como profesoras.
A la mitad de mis estudios de licenciatura, era la única mujer del grupo y seguí siéndolo hasta terminarlos. De hecho, soy la primera mujer en recibir un doctorado de la Universidad Autónoma de Puebla, donde trabajo actualmente.
Agradezco mucho la inspiración de mis profesores que no cesaron de impulsarme a continuar estudiando y participando en diferentes actividades académicas, pese a estar en minoría respecto al número de estudiantes varones.
Nunca tuve una maestra de Física y durante mis años de carrera pude percibir distintos grados de discriminación hacia las mujeres profesionales por parte de algunos de sus colegas varones. Se las trataba como si no estuvieran al mismo nivel, supieran menos o no tuvieran las mismas capacidades.
Barreras para las mujeres científicas
En 2001 recibí la invitación de la Sociedad Mexicana de Física para participar en la Conferencia Internacional de Mujeres en la Física. En ese momento tomé consciencia de que la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres también tenía mucho que ver con las ciencias exactas y las profesiones tecnológicas, hoy conocidas por sus siglas en inglés como STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).
En mi país México, por ejemplo, en las instituciones dedicadas la Física había pocas mujeres y en cerca de la mitad de éstas, como mucho solo había una y muchas veces ninguna mujer. ¿Por qué sucedía esto y principalmente cómo podíamos trabajar para cambiarlo?
Estas dos preguntas me han inspirado a luchar para abrir espacios de diálogo y debate sobre la participación de la mujer en la ciencia, un tema que hoy afortunadamente está más presente en la opinión pública.
También en la ciencia, las mujeres enfrentamos condiciones desventajosas y ambientes laborales con actitudes machistas
He sido testigo de cómo las mujeres enfrentamos con frecuencia condiciones desventajosas y un ambiente laboral permeado de comportamientos y actitudes machistas, que van desde la falta de reconocimiento del trabajo de las científicas o la costumbre de encargar a las mujeres las tareas administrativas, mientras los hombres realizan actividades académicas o de mayor prestigio, ocupando también los puestos de decisión.
Vivir estas situaciones en primera persona y escuchar testimonios similares de otras mujeres me ha motivado a luchar activamente por la igualdad de género en la ciencia.
Igualdad más allá de la paridad numérica
Según datos de la UNESCO, a nivel global, el porcentaje mundial de las mujeres en actividades científicas era de 29.3% en 2019. Es decir, casi una de cada tres mujeres participamos en este campo, aunque no necesariamente lideramos los equipos de investigación o recibimos los reconocimientos como nuestros colegas varones.
En América Latina, esta participación femenina en ciencia sube a 45% como promedio regional, con marcadas diferencias entre países. No puedo negar que hemos avanzado mucho en los últimos 20 años, pero a pesar de que, en términos de participación, las mujeres latinoamericanas estamos cerca de alcanzar la paridad, es necesario hablar de la calidad y el liderazgo femenino y no solo de cuántas mujeres se dedican a la ciencia.
Hace años, en nuestra comunidad científica, esta lucha por la igualdad no era ni bien vista ni considerada prioritaria. Se había extendido la idea de que en nuestro campo no había graves problemas de discriminación y que solo era cuestión de tiempo para alcanzar la paridad en la participación de las mujeres, si acaso esto fuera verdaderamente necesario.
Poco a poco estas ideas y roles están cayendo por su propio peso. Los techos y sistemas “acristalados”, entendidos como las barreras para las mujeres en la ciencia empiezan a romperse. Estamos viendo avances importantes, pero no al ritmo que nos gustaría.
Romper esas barreras, sistemas y techos de cristal es hoy más urgente que nunca ante el reto de salir de la crisis y luchar contra la pobreza en Latinoamérica. Esto requiere de la energía y el potencial de nosotras las mujeres, especialmente en las llamadas “profesiones del futuro”, las áreas STEM donde lamentablemente todavía somos minoría.
A las futuras científicas les digo: sigan adelante, conquisten espacios, cumplan sus sueños, agrieten los techos de cristal
La ciencia me ha dado las satisfacciones más importantes de mi vida. Estoy cumpliendo mis deseos de conocer y entender más el universo, pero ahora también entiendo mejor nuestra sociedad. He conocido muchas personas de diversas disciplinas científicas y países. Con ellas he colaborado en redes de investigación, de divulgación y de género. Debo decir con orgullo que cada vez más mujeres jóvenes se unen a estas redes.
Este testimonio va para todas aquellas jóvenes y mujeres que quieran dedicarse a la ciencia. A ellas les digo: sigan adelante, conquisten espacios, cumplan sus sueños, hagan grietas en esos techos de cristal que las discriminan, porque esas grietas, por muy pequeñas que parezcan, son las que poco a poco logran los cambios.