El 2022 ha sido proclamado por la UNESCO como el Año Internacional de las Ciencias Básicas para el Desarrollo Sostenible. Esta celebración nos brinda una gran oportunidad para incidir en la importancia de las disciplinas básicas y, en concreto, de las matemáticas para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
La ciencia básica es aquella que tiene como objetivo la generación de conocimiento teórico acerca del mundo que nos rodea, sin necesidad de considerar las aplicaciones concretas e inmediatas. Conocer la naturaleza de los agujeros negros, descifrar los mecanismos que dieron lugar al desarrollo de la vida en la Tierra o entender la interacción atómica de los elementos químicos son avances que suponen un enriquecimiento de nuestra sociedad.
Las matemáticas son el paradigma de la ciencia básica: tratan principalmente sobre objetos abstractos y sus relaciones y, en general, sus desarrollos pueden hacerse en un plano teórico, que no tiene por qué reflejar o tener en cuenta la realidad que nos rodea. Por ejemplo, en el siglo XIX, el matemático y físico francés Joseph Fourier, que estaba estudiando la difusión del calor, introdujo el concepto teórico de serie trigonométrica para descomponer una función en bloques fundamentales, usando senos y cosenos. Esto propició la aparición de un área muy activa de las matemáticas, llamada el análisis de Fourier o armónico, donde se estudian estas descomposiciones trigonométricas —series de Fourier— como objetos abstractos.
Disponer de un conjunto nutrido de conocimientos y herramientas básicas nos permite enfrentarnos no sólo a los problemas de hoy, sino a los que aparecerán en el futuro.
Muchas de las investigaciones básicas están motivadas por cuestiones aplicadas. Pero la ciencia básica afronta los problemas de forma teórica, desarrollando nuevas herramientas o nuevos lenguajes que enriquecen el problema inicial. Y, en la otra dirección, los progresos básicos son el sustrato del que se nutrirán el resto de ciencias aplicadas y las tecnologías. Es decir, disponer de un conjunto nutrido de conocimientos y herramientas básicas nos permite enfrentarnos no sólo a los problemas de hoy, sino a los que aparecerán en el futuro.
Las matemáticas son el idioma en el que se escribe la ciencia y, por lo tanto, tienen un papel destacado en todas las áreas científicas. En este sentido, en los últimos años, ha sido evidente la importancia de la estadística, la simulación, la modelización y el tratamiento de datos para resolver todo tipo de problemas, desde la respuesta frente a la pandemia de la COVID-19, a cualquier cuestión relacionada con ordenadores e internet.
La descomposición de Fourier, de la que hablábamos al comienzo del artículo, y los desarrollos teóricos a los que ha dado lugar, han resultado cruciales para la transmisión de señales, y para cuestiones cotidianas, como el almacenaje y envío de las fotografías que hacemos con nuestros teléfonos.
De igual modo, el papel de las matemáticas es clave en la consecución de los ODS. Por ejemplo, gracias a la teoría de grafos, la investigación operativa o el big data somos capaces de diseñar estrategias efectivas para la obtención, uso y repartición de recursos (alimentos, energía, agua, vacunas o medicamentos, etc.); las ecuaciones diferenciales, la topología y la computación nos ayudan a comprender una enorme variedad de fenómenos complejos, como la propagación de enfermedades, la contaminación de los océanos, o el cambio climático; y la geometría nos proporciona instrumentos muy precisos de geolocalización, como el GPS.
Por otra parte, la educación matemática es un pilar de la formación integral de la ciudadanía, pues contribuye al desarrollo del razonamiento. La resolución de problemas matemáticos es un entrenamiento de nuestra capacidad lógica, de abstracción y de formalización. El refuerzo de la educación en matemáticas es, en sí mismo, uno de los ODS: las matemáticas deben estar al alcance de todas las personas, independientemente de su género, raza, país de origen o capacidad adquisitiva.
Matemáticas y desarrollo
No hay duda de que las matemáticas tienen también una importante traducción directa al desarrollo económico de un país. Según un informe de la Red Estratégica de Matemáticas (REM) y Analistas Financieros Internacionales (Afi) en el año 2019, en España las matemáticas suponían más del 10% del PIB y generaban el 6% del empleo total. Sin embargo, en otros países como Reino Unido, Francia y Países Bajos, las cifras oscilan entre el 13% y el 16% del PIB, y entre el 10% y el 11% en el empleo.
Las matemáticas suponían más del 10% del PIB y generaban el 6% del empleo en 2019
Para incrementar las cifras españolas, uno de los objetivos principales de los próximos años debería ser la convergencia con los países a la cabeza de Europa en financiación y apoyo a la ciencia. Actualmente, la inversión en I+D en España continúa siendo menor que el de la media europea (1,27% del PIB español frente al 1,43% europeo, según Eurostat).
Otro de los desafíos del sistema científico español es el acercamiento entre los sectores público y privado. Por ejemplo, según el reciente informe Investigación e innovación en España y Portugal de la Fundación ‘la Caixa’, pese a que España se encuentra en la media europea de la producción de nuevos doctores, estamos por detrás en la incorporación de personal investigador en el ámbito privado (un 38% del total de investigadores trabajan en el sector privado, frente al 55% de media en la UE). Esta falta de equilibrio entre la oferta y la demanda de jóvenes investigadores puede acentuar la tan comentada fuga de cerebros, lo que supone un gran peligro para el desarrollo sostenible del país.
El Pacto por la Ciencia y la Innovación y la inminente aprobación de la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación son una oportunidad única para ofrecer soluciones a estas cuestiones. Es crucial que España apueste por la ciencia contando con una inversión valiente y estable en I+D+i. Hemos de solucionar el problema de la precariedad y la falta de estabilidad, ofreciendo oportunidades profesionales, tanto en el sector público como en el privado, a nuestros jóvenes doctores, garantizando una renovación efectiva del sustrato investigador.
El desarrollo de la ciencia básica y, en particular, de las matemáticas, debe estar dentro de las prioridades de nuestros gobiernos. Es de gran importancia apostar por una estrategia a largo plazo y no dejarnos cegar por la tendencia cortoplacista que parece que, hoy en día, predomina en nuestra sociedad. Necesitamos unas matemáticas, y una ciencia básica, que nos doten de herramientas para enfrentarnos a los retos del presente —algunos de ellos, representados en los ODS— y del futuro, y que estén presentes en la educación y cultura de la ciudadanía, la economía y el bienestar. Afrontar estos desafíos dentro del ámbito de la cooperación internacional es una de las claves para conseguir un grado de desarrollo justo, sostenible y estable en el tiempo.