La Secretaria General Iberoamericana organizó, el pasado mes de febrero, en la ocho veces centenaria Universidad de Salamanca un seminario internacional para que docentes e investigadores de universidades españolas, portuguesas y latinoamericanas discutamos sobre las contribuciones que las casas de altos estudios pueden realizar para la puesta en marcha de la Agenda 2030.
A lo largo de dos jornadas intensas de trabajo, surgieron propuestas concretas sobre el rol que estas instituciones pueden jugar en planos tales como la investigación, la formación, la construcción de alianzas intersectoriales y la extensión (o, como suele ser descrita en los últimos tiempos, la responsabilidad social universitaria).
En las siguientes líneas, no se repasan esas medidas específicas surgidas. Tan sólo se procede a reflexionar sobre lo que es posible realizar en cada una de estas esferas.
las universidades pueden y deben propiciar itinerarios formativos sobre (…) la Agenda 2030
En el ámbito de la investigación, cada Objetivo de Desarrollo Sostenible encierra una plataforma de trabajo que requiere de la construcción de indicadores y de la innovación en las fases de recolección, análisis y visualización de datos.
La Agenda 2030, por su complejidad, integralidad y carácter de compromiso global, demanda que los universitarios asuman un papel fundamental. Deben ser los proveedores de la “evidencia empírica” para que los decisores públicos y privados adopten cursos de acción no de manera intuitiva sino en base a realidades medidas, pensadas y discutidas. Las técnicas de Big Data deben ser estratégicamente utilizadas en esta empresa de generación de conocimiento.
En el ámbito de la educación, las universidades pueden y deben propiciar itinerarios formativos que conciencien sobre la urgencia que reviste el cumplimiento de la Agenda 2030.
Entre los destinatarios de estas acciones, deben encontrarse estudiantes jóvenes, adultos en el marco de procesos de reorientación vocacional, profesores, investigadores, administrativos y la sociedad en general.
la educación no formal e informal (…) son la mejor garantía para “aprender haciendo”
Es importante recalcar que estas estrategias formativas no pueden descansar exclusivamente en mecanismos tradicionales.
Resulta necesario incorporar las metodologías de la educación no formal e informal que, aunque ajenas históricamente de los claustros universitarios, son la mejor garantía para “aprender haciendo”.
Estos esfuerzos formativos deben centrarse en desarrollar, en el público objetivo, competencias de “sostenibilidad” a ser “revisitadas” por los sujetos a lo largo de toda la vida.
En el ámbito de la responsabilidad social universitaria, estas instituciones tienen el mandato de “cargar con sus entornos”.
Esta carga no tiene una connotación negativa. Por el contrario, en el proceso de mirar la realidad social para generar respuestas (voluntariados, actividades culturales, iniciativas políticas, promoción de espíritu emprendedor, etc.) desde las universidades, es en el que docentes e investigadores obtienen de primera mano los insumos requeridos para mejorar la impartición de sus clases y la calidad de sus contribuciones científicas.
los centros universitarios están capacitados para el diálogo con diferentes interlocutores
Finalmente, cuando la universidad es entendida como centro detonante de alianzas intersectoriales, esta institución recupera una centralidad social que muchos actores esperan de ella.
Por su doble naturaleza de “lectora de la realidad social” y de proveedora de cuadros formados para el cambio, los centros universitarios están capacitados para el diálogo con diferentes interlocutores.
En este contexto internacional en el que urge la adopción de medidas tendientes al desarrollo sostenible, las casas de altos estudios poseen suficiente legitimidad para colocar en el centro del debate público esta mirada y para impulsar el compromiso para con medidas concretas que nos preserven a todos.