La cooperación Sur-Sur: una relación horizontal y crucial para el desarrollo de los países de Iberoamérica

La cooperación Sur-Sur: una relación horizontal y crucial para el desarrollo de los países de Iberoamérica

El pasado marzo, Naciones Unidas convocó a la comunidad internacional en la Segunda Conferencia de Alto Nivel sobre Cooperación Sur-Sur y celebrar 40 años de la firma del Plan de Acción de Buenos Aires (PABA+40). La Conferencia reunió a más de 1.500 representantes de la sociedad civil, academia, sector privado, organizaciones multilaterales y de gobierno de 170 países que, además de la agenda oficial, participaron y organizaron más de cien eventos paralelos en los que se amplió la reflexión sobre el papel de la Cooperación Sur-Sur en la implementación de la Agenda 2030.

PABA+40 puso de manifiesto la relevancia que tiene la Cooperación Sur-Sur en el sistema internacional de cooperación para el desarrollo. Además de introducir un mayor número de países y actores a la práctica de la cooperación, la Cooperación Sur-Sur moviliza recursos -técnicos y financieros- adicionales a la ayuda oficial al desarrollo, siendo reconocida como un instrumento clave para la implementación y cumplimiento de la Agenda 2030. Buena cuenta de ello es Iberoamérica, donde los 22 países miembros, pese a sus diferencias de poder y nivel de renta, son activos operadores de este instrumento de cooperación que incrementa anualmente sus acciones y recursos destinados al desarrollo, tal como reflejan las diez ediciones del Informe de cooperación Sur-Sur en Iberoamérica, una práctica de Cooperación Sur-Sur en sí misma que logra el consenso y una visión compartida en la región para crear un registro, un análisis y una difusión de su cooperación.

La Cooperación Sur-Sur moviliza recursos -técnicos y financieros- adicionales a la ayuda oficial al desarrollo, siendo reconocida como un instrumento clave para la implementación y cumplimiento de la Agenda 2030.

Pese a esta perspectiva positiva, el compromiso asumido con la Agenda 2030 obliga a continuar la reflexión sobre la Cooperación Sur-Sur al menos en dos aspectos. El primero, en torno a su efectividad para apoyar a los países en su camino hacia el progreso teniendo en cuenta sus especificidades y capacidades internas; y, el segundo, sobre su competencia innovadora para transitar de lógicas verticales, unidireccionales y excluyentes hacia unas más horizontales, inclusivas y basadas en el beneficio mutuo, como demanda la Agenda 2030.

Tres breves reflexiones sobre el papel de la CSS en el desarrollo de los países de Iberoamérica.

La mayoría de los países de Iberoamérica experimentan un proceso de “desarrollo en transición”. Es decir, registran un incremento en sus rentas, pero no necesariamente logran una mejora en las condiciones de vida social y ambiental. En este proceso, los países enfrentan desafíos como alcanzar una mayor inclusión social, mejorar su productividad, superar vulnerabilidades ambientales o fortalecer sus instituciones para dar respuesta a las aspiraciones de su sociedad. Desafíos denominados “nuevas trampas del desarrollo” y cuya superación está menos relacionada con la necesidad de recibir transferencias financieras y más con el apoyo en la creación y fortalecimiento de capacidades institucionales, sociales, tecnológicas y financieras internas. Es por ellos que la Cooperación Sur-Sur promueve la creación y el fortalecimiento de las capacidades de los países, que resulta fundamental para superar estos estrangulamientos y facilitar su transición hacia el progreso multidimensional.

Debido al ritmo de crecimiento económico e incremento de capacidades, a muchos de los países de Iberoamérica se les considera “países ancla” para contribuir en la provisión de bienes públicos regionales y globales. No obstante, una inadecuada gestión de las interdependencias mundiales puede generar efectos negativos en esta tarea e incluso revertir sus condiciones favorables alcanzadas. En este escenario, la Cooperación Sur-Sur es un instrumento que puede contribuir significativamente a atenuar las vulnerabilidades de la región para responder a problemas transfronterizos como el cambio climático, la migración o la revolución tecnológica, transformándolos así en oportunidades de progreso.

Afrontar los problemas de desarrollo que plantea la Agenda 2030 obliga a redefinir el paradigma y los instrumentos de la cooperación internacional, motivando su transición hacia un enfoque ajustado a la realidad de interdependencia y multipolaridad del contexto internacional, a la inclusión de un mayor número de actores -gubernamentales y no gubernamentales-, y a la creación de sinergias que se adapten a las prioridades y capacidades de cada país.

La cooperación iberoamericana parece fundirse a estos criterios, pues está basada en un esquema horizontal donde los países participan como socios, independientemente de su nivel de renta o poder; se despliega a diversos niveles de gobierno y convoca a múltiples actores, crea diversos espacios de diálogo político, promueve el intercambio de conocimiento y transferencia de tecnología, etc. Así, la Cooperación Sur-Sur tiene un rol fundamental para poner su experiencia acumulada al servicio del proceso de transformación de la cooperación internacional y, con ello, ser facilitadora del desarrollo inclusivo y sostenible tanto en los países de la región como en el resto del mundo.

Es por todo ello que continuar fortaleciendo la Cooperación Sur-Sur resulta crucial para el desarrollo de la región, aún más cuando PABA+40 generó altas expectativas “con miras a definir un nuevo marco estratégico para la CSS” que le permitiera tener un salto cualitativo como instrumento de cooperación eficaz para cumplir con la Agenda 2030.

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