Cuando se aterriza en las principales capitales de Iberoamérica, cualquier foráneo se enfrenta de manera automática a una agenda cargada de recorridos y lugares por visitar. Entre ellos, se pueden enumerar los cascos históricos en los centros de sus ciudades, la profunda vida literaria, los diversos museos de los que se dispone, entre tantas otras actividades. Sin embargo, dentro de la oferta turística, debieran incluirse indefectiblemente recorridos por los diversos asentamientos urbanos que rodean las coloridas ciudades de la región, y que ya son una parte cada vez más importante de su paisaje.
Este fenómeno habitacional no se corresponde a un único país. El flagelo de la informalidad urbana se profundizó en toda la región principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando las ciudades Iberoamericanas asistieron a fuertes oleadas migratorias desde los sectores rurales que inundaron las ciudades de migrantes deseosos de vivir y prosperar en ellas.
En este contexto, la creciente demanda de suelo urbano se encontró con ciudades poco preparadas en términos de infraestructura y con canales de acceso a la tierra disfuncionales a los fines de los nuevos habitantes. Así, las masas necesitadas de un espacio urbano donde ubicarse, lo hicieron en lugares inapropiados para vivir, sin acceso a servicios básicos ni la infraestructura necesaria para la vida cotidiana. Consecuentemente, muchas de las ciudades más importantes del continente deben lidiar hoy con esta problemática estructural que se evidencia con una crudeza cada vez mayor.
La creciente demanda de suelo urbano se encontró con ciudades poco preparadas en infraestructura
En términos teóricos, el concepto de informalidad se transforma en un término amplio que se utiliza para referirse a los asentamientos urbanos que no cumplen con la normativa vigente de la ciudad. Se entiende por “informalidad, irregularidad o ilegalidad urbana” a las múltiples facetas con las cuales estos conceptos pueden materializarse (precariedad en la vivienda, ocupación de áreas de riesgo, ausencia de infraestructura, inquilinatos, etc.) Similarmente, el término también es adecuado para caracterizar la problemática en torno a la tenencia de la tierra, donde la falta de titulación por parte de los habitantes es el factor a tener en cuenta.
Ante dicho escenario, los gobiernos de la región han implementado una amplia batería de medidas a lo largo de su historia con respecto a este factor recurrente en los mercados de suelo. Tales son los casos de Perú y México, pioneros en la adopción de políticas en materia de tenencia. Por ejemplo, en Perú, desde mediados de los años noventa se agilizaron los trámites burocráticos para obtener la titulación del suelo. Esto permitió que cerca de un millón y medio de personas pasaran al sector formal de manera muy acelerada (mayormente en los asentamientos de las afueras de Lima). Lo propio se hizo en México, formalizando porciones importantes de asentamientos informales del D.F.
Chile y Colombia en cambio, optaron por el camino de la regularidad e integración, configurando sus ciudades de manera tal que los sectores informales no formen parte del tejido urbano a través de políticas que acotan los límites de los aglomerados. En Argentina, por otro lado, se comienza a configurar un paradigma de políticas tendientes a la regularización de los asentamientos. Urbanizar las villas de emergencia, como reflejos de la informalidad urbana, es una idea que se perfila con énfasis en la política pública reciente. Con estas intervenciones los habitantes podrán contar con una participación real en la configuración del espacio urbano y serán tenidos en cuenta dentro de las discusiones y debates de dicho ámbito.
Estas son algunas de las políticas que se han implementado en las distintas economías del continente, cuyos resultados son cuestionables y analizables desde muchas ópticas. Por ejemplo, hay quienes consideran que estas medidas no son suficientes y ponen aún más alto el barómetro al analizar la cuestión de la informalidad. Para estas voces, la estructura del mercado de suelo, junto con el paradigma jurídico en el que las interacciones se desarrollan, son el aspecto fundamental en la generación de la informalidad urbana. Para ellos, “los pobres” no pueden integrarse al mercado formal por falta de recursos, consecuentemente el sistema los expulsa convirtiendo el suelo urbano en un bien de carácter exclusivo.
El mayor avance llegó con Hábitat III, donde se delimitó una nueva agenda urbana
El mayor avance reciente en la materia ha sido sin lugar a dudas la cumbre Hábitat III, llevada a cabo en Quito durante el año 2016. En la misma se delimitó una nueva agenda urbana que problematiza los temas vigentes en materia de hábitat incluyendo la informalidad, considerada como una cuestión a encarar en los próximos años. A través de esta nueva agenda, Naciones Unidas se involucra de manera directa en las políticas y los objetivos de los gobiernos para mejorar las condiciones de vida de los habitantes urbanos.
Como queda a las claras, a la fecha existen diversas posturas e hipótesis con respecto a las causas de la informalidad urbana. Para algunos, la pobreza es una causante directa de la informalidad. Otros se limitan en muchos casos a no reconocer la generación de estos asentamientos como algo evitable, siendo la informalidad un fenómeno que se daría por la estructura del mercado, la cual es la forma más eficiente de asignar este bien a sus demandantes. Estas posturas del debate pocas veces contemplan los altos grados de especulación en la toma de decisiones de los agentes del mercado formal, prácticas que muchas veces limitan la oferta de suelo, aumentando los precios y generando una barrera más para quienes buscan acceder a una parcela de tierra urbana.
Más allá de ello, la pregunta que surge es la siguiente: ¿sirven a los fines de encontrar una solución a la problemática habitacional las políticas implementadas por los gobiernos Iberoamericanos? La respuesta es compleja y debe analizarse cada caso aisladamente. Más allá de ello, es correcto afirmar que muy probablemente una política que se aplique, por más cuestionable que sea, es mejor que no hacer nada. Todavía queda un largo camino por recorrer en un debate latente donde las discusiones, las teorías y las evidencias empíricas que aporta cada intervención, son presentadas sobre una mesa caliente por la actualidad del debate.