Europa y América Latina se encuentran en ciclos políticos opuestos. El auge de populistas en Europa contrasta con su declive en América Latina y, mientras que la Unión Europea está saliendo del pozo de la crisis económica, Brasil y sus vecinos acaban de entrar en recesión. Este desarrollo anti-cíclico ha marcado las relaciones inter-regionales en las últimas décadas.
Durante mucho tiempo, Europa ha sido un modelo para América Latina que asimiló la democracia, la integración y el Estado de Bienestar como fórmula exitosa de paz y desarrollo. La agenda europeo-latinoamericana reflejó este proceso de asimilación a través de conceptos como la cohesión social, el Estado de Derecho o la supranacionalidad que en América Latina constituyeron la alternativa a la agenda ultraliberal de Estados Unidos. Hoy podemos constatar que este modelo de relación por asimilación está acabado. La crisis existencial que sufre la Unión Europea desde la crisis financiera en 2008 al Brexit y la ola de refugiados que socava el poder normativo de la UE señalan los límites de la marca europea de libertad, solidaridad e integración dentro y fuera de sus fronteras.
Los acontecimientos más recientes en ambas regiones han significado un relativo distanciamiento mutuo. El acuerdo de paz en Colombia y el restablecimiento de los contactos diplomáticos entre Cuba y Estados Unidos han sido las noticias más importantes en América Latina de los últimos años en los que la UE ha tenido una escasa o nula presencia. Tampoco ha tomado ninguna posición en la severa crisis política y económica de Brasil después del juicio político contra la Presidenta electa Dilma Rousseff y está prácticamente ausente en el conflicto político y el colapso económico de Venezuela. Viceversa, América Latina está ajena a los principales problemas de Europa: el terrorismo, la ola de refugiados, el Brexit y la crisis económica en Europa del Sur.
La introspección regional a la que obliga la crisis en ambas regiones ofrece la oportunidad de abrir un nuevo capítulo en las relaciones
La introspección regional a la que obliga la crisis en ambas regiones ofrece la oportunidad de abrir un nuevo capítulo en las relaciones y revisar conceptos tradicionales que están perdiendo vigor. Salvando las diferencias, América Latina y Europa se parecen más que antes. Comparten desafíos como el populismo político que pone en tela de juicio la democracia liberal, el pago de la deuda externa que en el Sur de Europa ha llegado a niveles comparables con las de América Latina en los años ochenta, o el dilema entre integración y soberanía nacional que demuestra la resistencia del Estado-nación ante la globalización. Estos problemas compartidos ofrecen la oportunidad de crear una relación más equitativa que permite lecciones mutuas.
El primer aprendizaje es la integración. Una lección importante es la resistencia de lo nacional frente a lo supranacional. Los spill-backs (retrocesos) que está experimentando la integración europea tras la decisión popular del Reino Unido de abandonar la UE indica la debilidad de las frías instituciones supranacionales frente al refugio del Estado-nación. El retorno de los nacionalismos europeos desafía también la idea de exportar la integración basada en la entrega de soberanía y confirma el modelo latinoamericano de cooperación inter-estatal sin supranacionalidad.
El segundo aprendizaje es el populismo. Europa puede aprender de la larga historia del populismo latinoamericano que no resuelve los problemas reales del país sino que los agranda o transforma. El fracaso del chavismo en Venezuela ha contribuido al retorno de gobiernos conservadores en Argentina, Brasil y Perú poniendo fin al proyecto anti-hegemónico alternativo del ALBA co-liderado por Cuba y Venezuela. Por razones diferentes -la xenofobia, menos bienestar y el debilitamiento de los partidos tradicionales- la crisis de la democracia liberal ha llegado de América Latina a Europa donde los partidos populistas de izquierda y derecha ganan terreno.
Europa puede aprender de América Latina que los programas de ajuste y austeridad económica crean más pobreza y desigualdad y con ello los riesgos de gobiernos populistas
Tercero, la crisis de la deuda ofrece otra oportunidad para lecciones mutuas. Europa puede aprender de América Latina que los programas de ajuste y austeridad económica crean más pobreza y desigualdad y con ello los riesgos de gobiernos populistas. Con sus idiosincrasias y en un contexto internacional distinto, parte de la UE está repitiendo las décadas perdidas que vivió América Latina en los años ochenta y noventa cuando aplicó las recetas neoliberales del consenso de Washington.
En cuarto lugar, lo que pasa en América Latina y en Europa señala el dilema entre derechos humanos y seguridad. Con la crisis de refugiados vuelve la imagen de Europa como fortaleza sitiada que defiende los derechos humanos dentro de sus fronteras y los viola fuera. La crisis de refugiados también indica que conflictos internacionales llegan a convertirse en nacionales si no se resuelven en los países de origen. En América Latina, las redes criminales y los carteles de la droga amenazan la democracia por socavar el derecho más elemental: la seguridad ciudadana. Las altas tasas de homicidio en Honduras o Venezuela reflejan la necesidad de fortalecer los Estados como proveedores de seguridad, libertad y bienestar.
Es hora de que Europa y América Latina se ven como socios de gobernanza global que comparten problemas y soluciones en vez de seguir desarrollando una relación norte-sur basada en la asimilación de ideas europeas. Hay que abrir un nuevo capítulo de aprendizaje mutuo y resultados concretos para aprovechar al máximo una excelente relación multinivel que tiene la forma pero que carece de contenido. Ambas regiones deberían recordar que la fórmula de David Mitrany es form follows function y no function follows form. La amplísima red multinivel de cooperación y diálogo que caracteriza las relaciones europeo-latinoamericanas y que incluye a la Comunidad Iberoamericana de Naciones como pilar fundamental debería ser mejor aprovechada para resolver los problemas comunes.
*Esta reflexión fue elaborada en septiembre de 2016.