Este año la Conferencia Iberoamericana cumple 30 años de diálogo ininterrumpido al más alto nivel político y con la presencia constante todos los países de la región, lo que demuestra que se ha consolidado como un espacio único en el que cabemos todos, con nuestras diferencias y con nuestros valores comunes.
Ante los devastadores efectos de una pandemia del COVID-19 que ha golpeado con fuerza a la región, y ante un impacto económico sin precedentes, 22 países a ambos lados del Atlántico se encontraron en la XXVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en Andorra en abril, para entablar un diálogo sincero, con respuestas a la altura de la situación.
Yo siempre digo “el multilateralismo no es un club de amigos”.
En Iberoamérica nos decimos las cosas abiertamente en el plano político, pero al mismo tiempo avanzamos en los asuntos que nos afectan a todos. De eso se trata el multilateralismo.
Con esta filosofía, en la última Cumbre Iberoamericana logramos puntos de encuentro en temas que importan a las personas porque impactan en su día a día. No queríamos que la Cumbre fuera solo un encuentro diplomático, sino que ofreciera un punto de partida para responder a la ciudadanía iberoamericana: a las familias, a las empresas, a las mujeres, a los colectivos más vulnerables que sufren los efectos de la crisis económica, para enfilar nuestros esfuerzos hacia una recuperación más justa y sostenible en un momento que muchos consideran histórico.
Hicimos llamamientos claros a favor de la distribución equitativa de las vacunas y la preparación ante futuras pandemias; a favor de una financiación externa urgente y flexible para la recuperación económica, y a favor de la transición medioambiental. Además, creamos cuatro nuevos programas de cooperación, orientados a Prevenir y Eliminar la Violencia contra las Mujeres, impulsar Ciudadanía Global para el Desarrollo Sostenible, eliminar el Chagas congénito y promover el Instituto Iberoamericano de Lenguas Indígenas.
En un año de pandemia, logramos mantener los encuentros ministeriales y sectoriales de forma telemática, todos ellos preparatorios de una agenda ambiciosa para presentarles a los Jefes de Estado y de Gobierno.
Perspectiva histórica
Para valorar la Comunidad Iberoamericana que tenemos hoy, debemos entender de dónde venimos y cómo éramos hace 30 años cuando se celebró la I Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, en Guadalajara, México.
En 1991, América Latina venía de la llamada década perdida de los 80s, la peor crisis vivida por la región hasta ese momento, así como hoy vivimos otra crisis sin precedentes. Y tal y como hicimos recientemente en Andorra, las Cumbres Iberoamericanas permitieron tender puentes, relacionarnos y apoyar la recuperación.
Con la creación de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) en 2005, se dotó de institucionalidad lo que previamente era solo un “mecanismo de Cumbres” que se sucedían unas a otras.
Se profundizó el acervo común de la lengua, la cultura, los lazos históricos que ya tenía la región. Se “pobló el espacio” porque participaron nuevos actores a diferentes niveles: ministerios sectoriales, empresas, sociedad civil, redes iberoamericanas, se trascendió lo gubernamental para construir Iberoamérica también desde la gente y pasamos de ser un mecanismo de Cumbres a una Conferencia Iberoamericana.
De Conferencia a Comunidad Iberoamericana
En mis más de siete años como Secretaria General he tenido el honor de encabezar cuatro Cumbres Iberoamericanas e impulsar una etapa de renovación y consolidación. Hemos pasado de ser una Conferencia Iberoamericana para convertirnos en una Comunidad Iberoamericana en la que no hay semana que pase sin que alguien en nuestro espacio se reúna, sin que ninguna asociación trabaje a nombre nuestro, sin que nadie convoque y se sienta parte de nuestros esfuerzos.
Esta comunidad no solo se reconoce y actúa como tal, sino que además se da a conocer como tal. En ella, apoyamos la construcción de una identidad iberoamericana inclusiva, difundimos nuestra riqueza y diversidad cultural, tejemos nuevas redes y nutrimos las ya existentes y promovemos decisivamente la proyección internacional de Iberoamérica, todo para beneficio de la ciudadanía.
En esta Comunidad también fomentamos en trato respetuoso y en pie de igualdad entre los países. Así como en la cooperación iberoamericana superamos la lógica Norte-Sur, en el plano político tampoco tenemos bloques de naciones ibéricas y latinoamericanas, sino 22 países que se relacionan de forma horizontal y simétrica, en un espacio que reúne a todos en su diversidad. Los países claramente confían en Iberoamérica.
El éxito de la Comunidad Iberoamericana reside, precisamente, en todo esto: en su capacidad de incluir todas las voces, de construirse también de abajo hacia arriba, desde las personas y sus necesidades, así como desde los países y sus desafíos.
Al concluir mi mandato frente a la SEGIB, puedo decir que hemos consolidado Iberoamérica como una plataforma de diálogo político y cooperación profundamente comprometida con el multilateralismo que el siglo XXI necesita: más horizontal, más sostenible y más feminista.
Y mirando hacia el futuro, avanzamos hacia la XXVIII Cumbre Iberoamericana de República Dominicana en 2022 con una región más resiliente, con una cooperación más orientada hacia la Agenda 2030, más adaptada al mundo digital, con más proyección en la comunidad internacional y, en definitiva, más útil para sus sociedades y países.