Gestión del agua en las ciudades de Iberoamérica

Gestión del agua en las ciudades de Iberoamérica

El objetivo de las empresas que gestionan el agua urbana es tan fácil de enunciar (suministrar, de modo sostenible, agua de calidad al menor coste posible) como complejo de alcanzar.

En gran parte de las ciudades iberoamericanas lo evidencian niveles de fugas inadmisibles (en media superiores al 40%), numerosas interrupciones del servicio (que desaconsejan beber agua del grifo), elevados consumos per cápita, frecuentes robos de agua y, en fin, muy bajos porcentajes de depuración de aguas usadas.

Dos preguntas son obligadas: por qué se ha llegado a esta situación y por qué no se han habilitado mecanismos correctores

Considerando la importancia del agua y la gravedad de estos hechos, generalmente males endémicos, dos preguntas son obligadas: por qué se ha llegado a esta situación y por qué no se han habilitado mecanismos correctores. Aunque no hay una respuesta directa, es fácil identificar los factores ignorados. Basta con analizar las bases del objetivo a cumplir: coste mínimo, agua de calidad y sostenibilidad.

El primero- minimizar los costos- exige eficiencia, sólo posible adoptando las mejores soluciones, en especial las estratégicas. Para ello es menester que quienes toman decisiones (en los tres planos de actuación, político, gerencial y operacional) tengan la formación adecuada. Porque es imposible que, sin un conocimiento profundo de lo que se gestiona, se tomen decisiones correctas.

Pero hablamos de una condición necesaria, que no suficiente. No conviene olvidar que, en ocasiones, intereses creados propician decisiones que benefician a unos pocos y no a la mayoría. En síntesis, formación y honestidad son los pilares de la eficiencia.

 

Agua de calidad

El segundo ingrediente -agua de calidad (o limpia, según el sexto Objetivo de Desarrollo Sostenible)- exige que lo sea la fuente de suministro origen (superficial o subterránea) y que se realicen bien las etapas posteriores (potabilización, desinfección y distribución) hasta que el agua llegue al grifo del abonado.

En el corto plazo no hay problema, porque al proyectar la instalación la fuente es limpia y los procesos se desarrollan correctamente (es inconcebible iniciar la andadura de otro modo). Pero en el medio-largo plazo ya no es lo mismo.

Con el paso del tiempo, si el agua utilizada no se depura, los vertidos contaminan las fuentes, mientras las redes, sin mantenimiento, fugan. Y claro, se incumplen las condiciones de partida.

Para aumentar la eficiencia y beneficiarse del progreso, las instalaciones deben modernizarse y adecuarse al nuevo contexto

Como quiera que el suministro urbano nació con el siglo XX, tras décadas sin depurar (en muchas ocasiones, ni se ha contemplado) ni mantener, son muchos los sistemas que no sirven agua limpia.

El último factor -la sostenibilidad- es el más exigente. No sólo requiere el adecuado mantenimiento de las instalaciones. También exige renovarlas y modernizarlas. Porque, como las personas, las instalaciones envejecen y conviene “jubilarlas”.

Por otra parte, la tecnología y las condiciones marco (cambio climático y costos energéticos, entre otras) varían con el tiempo. Y para aumentar la eficiencia y beneficiarse del progreso, las instalaciones deben modernizarse y adecuarse al nuevo contexto.

Otras, incluso, deben remozarse, porque muchos sistemas se ampliaron con prisas parcheando lo existente. Sólo análisis integrales más sosegados (think globaly, act locally / piensa globalmente, actúa localmente) pueden racionalizar lo irracional. Resumiendo, la sostenibilidad exige renovar y repensar sistemas que, por el paso del tiempo y las prisas derivadas de rápidos crecimientos poblacionales, son ineficientes.

 

Un derecho universal

Finalmente, no conviene olvidar el carácter global y social del agua, un derecho humano universal desde 2010. Gestionar su globalidad y alcanzar complejos equilibrios, exige notables dosis de gobernanza.

La sociedad, bien educada ambientalmente (es esencial erradicar la creencia de un Estado obligado a prestar, casi gratis, este servicio), debe participar en las decisiones estratégicas. Como el diseño de una estructura tarifaria que, siendo socialmente sensible, permita recuperar todos los costes que conlleva mantener, renovar y modernizar el sistema.

La sociedad, bien educada ambientalmente, debe participar en las decisiones estratégicas

El subsidio, esa gran tentación del populismo, sólo vale en el corto plazo pues es intrínsecamente contrario a la sostenibilidad. Y quédese la política para diseñar unas tarifas que todos puedan asumir (si se es eficiente será más fácil), para habilitar mecanismos sociales que protejan a quienes, en épocas difíciles, no puedan pagar el agua y para vigilar el perfecto cumplimiento del objetivo global establecido. Que no es poca cosa.

Conjugar todos los requisitos, algunos contrapuestos, explica la dificultad de avanzar en la dirección correcta. Y una vez identificada y asumida, sin dilación debe iniciarse la andadura pues el paso del tiempo empeora el problema.

 

 

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