En el momento en el que nos encontramos, con un consenso general entorno a la Agenda 2030 de desarrollo y sin embargo, una sobreexplotación de los ecosistemas naturales y sociales, el enfoque de desarrollo sostenible, que apunta a satisfacer las necesidades presentes sin comprometer las del futuro, es más pertinente que nunca.
No tenemos mucho tiempo que perder y teniendo en cuenta que ya hemos sobrepasado los recursos que la naturaleza puede otorgarnos, no podemos quedarnos solo con la idea de mantener el equilibrio, sino que debemos regenerar los ecosistemas para compensar el impacto que hemos causado en las últimas décadas.
En este contexto de urgencia nace el concepto de Turismo Sostenible. Un concepto que ha ido evolucionado en paralelo al de Desarrollo Sostenible, teniendo en cuenta la necesidad de generar equilibrio entre los actores que participan, así como de potenciar una relación respetuosa entre las poblaciones locales, su cultura, el entorno y los visitantes.
Es por ello que una de las máximas del turismo sostenible hace hincapié en el respeto y fomento de la calidad de vida de las comunidades que son visitadas. Una premisa que ha hacer suya el propio sector del turismo, dada la importancia del turismo en la economía mundial.
Pero el turismo no es solo una fuente de ingresos económicos para los países del mundo y la economía global, sino que un increíble potencial para contribuir a lograr cualquiera de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Además de estar incluido concretamente como meta en los Objetivos 8, 12 y 14 sobre crecimiento económico sostenible, producción y consumo sostenibles, y uso sostenible de los océanos y de los recursos marinos, contribuye también a todos los relacionados con la lucha contra la pobreza.
Entorno al turismo sostenible encontramos otras fórmulas que están más presentes que nunca en Iberoamérica y que de la misma manera van dirigidas a la consecución de la Agenda 2030. Por un lado, se encuentra el turismo alternativo que es la antítesis del tradicional y se esfuerza en minimizar los impactos medioambientales y socioculturales, como serían los casos del ecoturismo, el turismo cultural, educativo, científico, de aventura, agroturismo y de forma transversal a todos ellos, el Turismo Sostenible. En segundo lugar, el turismo de bajo impacto establece un sistema de gestión de los recursos, englobando el turismo justo, responsable o consciente. El turismo comunitario, muy presente en Iberoamérica, sería una forma de desarrollo turístico basada en la participación activa de las comunidades locales en todas las fases del desarrollo turístico, así como en el reparto equitativo de los beneficios obtenidos que además promueve el respeto a la identidad, tradiciones y culturales locales.
Tomemos el concepto que tomemos, las estimaciones de visitantes en Iberoamérica prometen una buena fuente de ingresos para la región: de aquí a 2030, 1.800 millones de turistas internacionales visitarán alguno de los 22 países.
Un incremento de turistas que debe también provocar políticas y acciones para la protección del medio ambiente y el bienestar social, así como del patrimonio cultural de las comunidades visitadas y la mejora de su calidad de vida, para conseguir que la actividad turística sea de nuevo sostenible.