El turismo contribuye con un diez por ciento al PIB mundial, y casi el once por ciento de todos los empleos existentes; en el caso de América Latina, ha crecido un promedio del cinco por ciento durante los últimos cinco años, configurándose como uno de los sectores económicos más importantes de la región. El turismo, sin embargo, también ha contribuido a generar desequilibrios territoriales, desigualdades sociales, agotamiento de recursos naturales, desplazamientos de población, masificación de destinos o impactos ambientales costeros.
Siguiendo los planteamientos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en la que se desgranan los objetivos de la comunidad internacional para lograr la erradicación de la pobreza, luchar contra el cambio climático y reducir las desigualdades en el planeta, resulta necesario reconvertir la actividad turística hacia modelos más respetuosos con el entorno, manteniendo los efectos positivos del turismo y erradicando los negativos.
Para ello, y teniendo en cuenta que el turismo tiene incidencia en todos y cada uno de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible que deben alcanzarse antes del 2030, es primordial incorporar las dimensiones social y ambiental, que complementando la económica, darán la sostenibilidad adecuada al turismo, y garantizarán su contribución al desarrollo sostenible.
El sector turístico por tanto, no debe demorarse en adoptar el enfoque multidimensional y el carácter integrador e indivisible de los ODS, abordando la interdependencia entre todos los ámbitos y actores del turismo, con incidencia en la estructura económica, social y medioambiental de una región, país y/o municipio.
El sector turístico por tanto, no debe demorarse en adoptar el enfoque multidimensional y el carácter integrador e indivisible de los ODS
El turismo sostenible será el que consiga el equilibrio entre un medio turístico de alta calidad y una demanda constante por parte de los turistas, dentro del máximo respeto y cuidado de la cultura, conservando el medio natural, el patrimonio histórico y cultural y salvaguardando la esencia de aquello que inicialmente atrajo al turismo. De este modo, no solo se mejorará la calidad de vida de las poblaciones implicadas en el turismo, sino que se conservarán los valores propios del lugar de destino, asegurando un acceso continuado a los recursos naturales y evitando la aparición de daños ambientales.
Para lograr este propósito, el turismo sostenible debe explorar la oferta adaptada a la diversidad cultural y natural que Iberoamérica ofrece, evitando repetir aquellas fórmulas que pueden conducir al agotamiento del propio modelo por estancamiento o saturación. Y es que Iberoamérica se presenta como la región que ofrece mejores oportunidades para el turismo sostenible, siendo la riqueza y diversidad cultural su gran valor competitivo.
El primer paso para ello, y en el que ya estamos trabajando junto a la Secretaría General Iberoamericana, la Organización Mundial del Turismo y la Academia Iberoamericana de Gastronomía, debe ser la elaboración de una Estrategia Iberoamericana de Turismo Sostenible. Esta debe ser consensuada y compartida por los países y ciudades iberoamericanas, junto con actores públicos y privados del sector, y ha de fomentar y permitir activar políticas de sostenibilidad para toda Iberoamérica, vertebradas en torno a la conexión multicultural de sus comunidades. Una estrategia que nos derive a otro tipo de turismo, uno en el que todos quepamos, donde se respete y se cuide el entorno natural y en el que los beneficios lleguen a todas las comunidades.