A pesar de la concentración de áreas con inestimable valor ecológico, especialmente en América Latina y el Caribe con 60% de la biodiversidad mundial según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), es también la región del mundo más amenazada por la pérdida de biodiversidad.
Las poblaciones de vida silvestre en las regiones tropicales de América Latina han disminuido en un 94% en el llamado «índice planeta vivo», entre 1970 y 2018. Esto supone, la mayor disminución de una región a nivel global en relación a la abundancia poblacional promedio.
Aunque la biodiversidad se entiende como un «recurso nacional», su pérdida es un reto global que puede afectar la seguridad alimentaria y la salud a nivel global.
El cambio de uso del suelo para la agricultura, seguido de las actividades mineras, la producción de energía y la expansión urbana impulsan la pérdida de ecosistemas en Iberoamérica, según el PNUMA/Observatorio de La Rábida.
Dados los retos que comparte la región, desarrollar y compartir experiencias positivas entre los estados es hoy una solución de futuro. Como contribución positiva, la reciente Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada el pasado mes de marzo de 2023 aprobó la Carta Medioambiental Iberoamericana, que incluye referencias claras sobre la necesidad de detener la pérdida de biodiversidad en la región.
La aprobación de esta estrategia regional es una señal importante para recuperar la confianza en un multilateralismo más rápido y eficaz, con acciones comunes para un mayor equilibrio con la naturaleza y proporcionar energía limpia para todos, garantizando una financiación abundante y sostenible.
Cooperación académica
Por otra parte, el III Plan Acción Cuatrienal de la Cooperación Iberoamericana 2023-2026 refuerza un enfoque más pragmático y decidido para afrontar la crisis ambiental y climática abogando por la protección y conservación de la biodiversidad, el consumo y la producción sostenibles, los sistemas agroalimentarios, la transición energética o la gestión de residuos como principales áreas de trabajo para la región iberoamericana.
El aprendizaje mutuo en el ámbito medioambiental es múltiple. Si por un lado, la voluntad política en torno a las cuestiones ambientales y climáticas se ha consolidado, la academia tiene un papel decisivo para promover en la diplomacia ambiental y científica iberoamericana.
La cooperación técnica y científica, el multilateralismo y la diplomacia serán un eje transversal a toda la acción de cooperación iberoamericana
Las academias han forjado alianzas, diagnosticado, monitorizado y evaluado áreas que ayudan a incorporar el enfoque de la sostenibilidad ambiental en la cooperación. Por ejemplo, en 2020, se lanzó un eBook sobre áreas protegidas que reunió perspectivas académicas de Brasil, Portugal y España, una iniciativa de cooperación sin precedentes que permitió discutir la gestión de las áreas protegidas, su conservación y los desafíos para su promoción en un diálogo crítico, colectivo e ilustrativo con varios casos prácticos.
Governanza de la conservación
Promover una nueva visión del paradigma de la «gobernanza» de la conservación en la región parte de reconcer las lecciones aprendidas y las soluciones posibles en el ámbito de las áreas protegidas para combatir la pérdida de biodiversidad.
La inclusión de la Red Iberoamericana de Parques Nacionales y Otras Áreas Protegidas (Ripanap) en el registro de redes iberoamericanas de la SEGIB serviría de estímulo para la cooperación y conexión entre organizaciones que trabajan sobre esta temática.
Asimismo, sería clave, la implementación de un programa de Cooperación Iberoamericana basado en objetivos de conservación ambiental para profundizar la importancia de las áreas protegidas como un vasto proyecto de conservación, con los siguientes objetivos:
1) Promover la creación de nuevas áreas protegidas transfronterizas ibéricas y latinoamericanas de responsabilidad compartida que promuevan el espíritu de cooperación iberoamericana.
2) Poner en marcha un programa iberoamericano de «hermanamiento» de áreas protegidas que permita el intercambio de experiencias de gestión, conservación y promoción;
3) Realización de cooperación para la preservación ambiental y la conservación de especies en Iberoamérica. Asesoramiento en proyectos de alto valor ambiental, iniciativas y programas de regeneración de ecosistemas en la región;
4) Compartir normativas y marcos legales, particularmente a nivel de áreas protegidas privadas reconocidas por los gobiernos. Impulsar la creación de áreas protegidas privadas reconocidas por los gobiernos, dado que las áreas protegidas privadas ahorran a los gobiernos los costes de gestión del área protegida, permiten al gestor privado obtener beneficios económicos a través de objetivos de investigación científica o la promoción de la visita turística.
5) Valorización de los conocimientos tradicionales e indígenas. Estimular la valorización de las tierras indígenas latinoamericanas protegidas y de los territorios rurales prístinos de la Península Ibérica y discutir los respectivos instrumentos de protección y salvaguardia.
En definitiva, más y mejores áreas protegidas son cruciales para frenar el declive de la biodiversidad iberoamericana. Las áreas protegidas, que en Iberoamérica ocupan el 23% de los ecosistemas terrestres y el 21% de los marino-costeros, son las soluciones de gobernanza ambiental que pueden ayudar a conciliar la economía con los retos sociales, los beneficios de los servicios ecosistémicos y los límites ambientales.