Han transcurrido poco más de tres décadas desde la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), el tratado de derechos humanos más ampliamente ratificado de la historia, que supone un consenso casi universal que reconoce por primera vez que niños, niñas y adolescentes son sujetos de derechos.
La Convención aprobada en Naciones Unidas, enumera una serie de necesidades universales altamente interrelacionadas que velan por asegurar la supervivencia, el desarrollo, la protección y la participación de la infancia y la adolescencia en todo el mundo, alentando la cooperación internacional como medio de afrontar los retos que la globalización nos presenta.
Curiosamente, fue también ese mismo año 1989 cuando el investigador británico Tim Berners Lee describió lo que sería la World Wide Web, esa maraña de documentos e interacciones tecnológicas que conforman, condicionan y modelan quizá la principal forma global de acceder a la información, comunicarnos y relacionarnos en el mundo contemporáneo.
En aquella primera formulación de los derechos de la infancia proclamada a finales de los 80, era difícil imaginar hasta qué punto iba a impactar la tecnología digital la vida de niños, niñas y adolescentes en las tres décadas siguientes.
Fenómenos como el cambio climático, los movimientos migratorios o la digitalización no conocen fronteras y trascienden esos marcos fronterizos desde los que tradicionalmente se ha intentado abordar las soluciones a estos desafíos.
Niñez y digitalización
El Comité de Derechos del Niño publicó en 2021 la Observación General número 25 relativa a los derechos de la infancia en una sociedad digital y considera que “el entorno digital reviste una creciente importancia para casi todos los aspectos de la vida de los niños, entre otras situaciones en tiempos de crisis, puesto que las funciones sociales, como la educación, los servicios gubernamentales y el comercio, dependen cada vez más de las tecnologías digitales”.
Alerta además de que “los derechos de todos los niños deben respetarse, protegerse y hacerse efectivos en el entorno digital. Las innovaciones en las tecnologías digitales tienen consecuencias de carácter amplio e interdependiente para la vida de los niños y para sus derechos, incluso cuando los propios niños no tienen acceso a Internet”.
La posibilidad de acceder a las tecnologías digitales de forma provechosa puede ayudar a los niños a ejercer efectivamente toda la gama de sus derechos civiles, políticos, culturales, económicos y sociales. Sin embargo, esto solo será posible logrando la plena inclusión digital. De lo contrario, es probable que aumenten las desigualdades existentes y que surjan otras nuevas, subraya el documento.
El acceso provechoso de las tecnologías digitales puede ayudar a la infancia a ejercer efectivamente toda la gama de derechos civiles, políticos, culturales, económicos y sociales
Alrededor de 2.700 millones de personas carecen de acceso a Internet alrededor del mundo. El 96% se encuentran en países en desarrollo y, de esa cifra, uno de cada diez es menor de 18 años. Vivir sin Internet —estar fuera de la era digital debido a la pobreza, el lugar de nacimiento o a una circunstancia sobrevenida como una guerra o un desastre natural— significa que hay más posibilidades de sufrir exclusión, menos recursos para aprender y crecer, y oportunidades limitadas para que los más vulnerables desarrollen todo su potencial.
Como ejemplo de esa necesidad de cooperación internacional y de trabajo en alianzas sirva mencionar el proyecto GIGA, entre UNICEF y la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UTI), con el ambicioso objetivo de conectar 2,8 millones de escuelas y 500 millones de niños y niñas a Internet en 2030.
Riesgos digitales
No obstante, el reto no es exclusivamente de conectividad. De relativamente fácil acceso para el resto de la población, el desafío de reconocer y actuar sobre las nuevas expresiones de los derechos de la infancia y sus vulneraciones se acrecienta al mismo ritmo que las disrupciones tecnológicas. Identidad, protección, privacidad, responsabilidad son expresiones que se han visto resignificadas o al menos cuestionadas a medida que avanza la digitalización.
Con el objetivo de contribuir con información de calidad que permita tomar decisiones informadas, desde UNICEF España realizamos en 2021 el informe Impacto de la tecnología en la adolescencia. Relaciones, riesgos y oportunidades en colaboración con la Universidad de Santiago de Compostela y el Consejo de Colegios de Ingeniería Informática.
Como principales evidencias podemos encontrar que: la utilización de la tecnología supone un aporte trascendental tanto a nivel social como emocional para un adolescente. El uso globalizado de la Red implica una serie de riesgos que quedan retratados en las preocupantes cifras de sexting, grooming, bullying y ciberbullying. Se intuye una afectación de la salud mental (sobre la que es necesario seguir investigando) en aquellos que hacen un uso intensivo de internet, redes sociales y videojuegos.
“El uso globalizado de la Red implica una serie de riesgos que quedan retratados en las preocupantes cifras de sexting, grooming, bullying y ciberbullying”
El acompañamiento familiar activo, el desarrollo de las competencias digitales y ciudadanas por parte del sistema educativo, las necesarias medidas de protección que deben promover las administraciones, así como una industria que ofrezca productos y servicios con los más altos estándares éticos son algunas de las claves fundamentales para desarrollar entornos digitales protectores y para el bienestar de la infancia.
En este escenario, la presentación de una Carta Iberoamericana de Principios y Derechos Digitales en la próxima Cumbre Iberoamericana es un paso en la dirección correcta para hacer realidad esa visión del lejano 1989 que prometía “un mundo mejor para la infancia”.