En el nuevo siglo se propició la generación de espacios Sur-Sur tanto birregionales como regionales, dentro de los cuales la UNASUR y la CELAC se erigieron como mecanismos de diálogo y cooperación con propio tilde latinoamericano. En cada uno de los espacios Sur-Sur se ha venido desarrollando una retórica solidaria amplia con un alto impacto simbólico, que con el paso del tiempo ha generado una masa crítica relevante para la promoción de los vínculos Sur-Sur.
Se fue forjando así un capital particular, en una combinación ideacional y material que incidió en el comportamiento de los Estados, contribuyendo a generar un pensamiento creativo que en muchas ocasiones intentó romper con el eurocentrismo que atraviesa las ciencias sociales latinoamericanas. Tal como plantea Surasky, la Cooperación Sur-Sur que tuvo lugar en América Latina puede ser abordada como una herramienta decolonial.
De este modo, un balance de lo actuado en este período deja como saldo grandes contribuciones a las relaciones entre los países en desarrollo, y en particular a los latinoamericanos. Entre las consecuencias positivas del incremento de los contactos y la frecuencia de las reuniones entre los actores del Sur, encontramos aspectos vinculados a las negociaciones en la arena comercial que dieron como fruto una mayor interacción y densidad del comercio intra-sur, que se produjo en paralelo al multilateralismo selectivo y a la promoción de la cooperación al desarrollo.
La Cooperación Sur-Sur política que se fue fortaleciendo en estos años plasmó sus valores e intereses en planos de acción concretos utilizando una amplia gama de instrumentos, recurriéndose a la cooperación en su dimensión técnica tanto como económico-financiera. Sobre estos aspectos, pueden verse varios estudios de caso en el libro “Cooperación Sur-Sur en Argentina y Brasil. Una mirada desde el Siglo XXI«.
A sesenta años de la Conferencia de Bandung, debemos reconocer los alcances de los esfuerzos de los países en desarrollo por generar estructuras alternativas de vinculaciones, con especial atención a la cooperación Sur-Sur.
Pero las circunstancias sistémicas actuales y las dificultades domésticas que están viviendo muchos países del Sur llevan a preguntarse sobre las limitaciones de la Cooperación Sur-Sur de cara a la próxima década. En primer lugar, la restrictiva situación económica internacional y las tasas de crecimiento más bajas de los países en desarrollo, en gran parte debido a la caída de los precios de los commodities, nos hace dudar respecto a la viabilidad de los financiamientos Sur-Sur y por ende de la capacidad de cooperar más allá de la voluntad solidaria. Entre los efectos tempranos de las crisis económicas encontramos las retracciones del internacionalismo de los Estados: menor cantidad de encuentros y declaraciones que no pueden saltar del plano discursivo al de la ejecución, por escasez de recursos. En este sentido, Costa Vaz hace un primer ensayo sobre el futuro a mediano plazo de los proyectos de cooperación agrícola de Brasil en África Subsahariana.
El contexto internacional y las dificultades domésticas nos plantea una interrogante sobre el futuro de la Cooperación Sur-Sur
Nos encontramos en una coyuntura donde debemos plantearnos, tal como nos interpela Ayllón, si no estaremos dejando atrás una “época dorada” para pasar a una fase de incertidumbres que pueden resultar en una “época gris” y hasta “oscura”. Del mismo modo, cabe preguntarnos cuál será el rol de los “emergentes” en estos nuevos escenarios y de cara al futuro, qué posicionamientos tomarán, si se volcarán hacia los problemas domésticos o buscarán la forma de representar al resto del Sur que cuenta con menos recursos materiales y discursivos frente a un Norte que tambalea, pero que finalmente supera las turbulencias. Las dificultades propias que atraviesan serán finalmente un obstáculo para promover la solidaridad Sur-Sur y como muchas otras veces primarán los variados intereses nacionales y sectoriales por sobre los regionales aún para los casos de países que practican una diplomacia de prestigio aspirando a consolidarse como potencias regionales.
Estamos en un período de indefiniciones y gran imprevisibilidad en el cual no están claros cuáles son los límites sistémicos que constreñirán a los países del Sur. En este contexto internacional restrictivo debemos continuar reflexionando sobre las tensiones latentes entre los discursos solidarios y las acciones concretas que replican intereses puntuales. Pues en condiciones adversas la cooperación se restringe tanto desde los países desarrollados como en los emergentes y más aun en el resto de los países del Sur.
Estamos en un periodo de indefiniciones y gran imprevisibilidad
Por ello necesitamos seguir analizando el impacto de los ciclos económicos negativos por los cuales están atravesando los países en desarrollo, en particular aquellos altamente dependientes de los precios de las exportaciones de materias primas, así como también los posibles resultados en los cambios de modelo de desarrollo en los países del Sur y el rol que le cabe a sus élites. Estos problemas de inseguridad económica también se reflejan en las condiciones de inseguridad global que viven todos los ciudadanos del mundo de hoy día.
Finalmente cabe dilucidar si el auge de la cooperación Sur-Sur ha sido sólo un impasse o si su resurgimiento ha comenzado a modificar estructuras profundas del sistema internacional cuyos resultados continuarán impactando en el próximo quinquenio. Y en caso que la respuesta fuera optimista, ¿seguirán los emergentes contribuyendo a la gobernanza global?