Asumo la Secretaría de Cooperación Iberoamericana de la SEGIB en un entorno global complejo y desafiante. Lamentablemente, no es algo nuevo. También lo era en 1991, con la guerra del Golfo, la de los Balcanes en el corazón de Europa, la desintegración de la entonces Unión Soviética y el fin de la guerra fría. Quiero recordar que mientras aquello ocurría, también soplaban vientos de esperanza al otro lado del Atlántico, concretamente en Guadalajara, México. Bajo los murales de José Clemente Orozco en el Hospicio Cabañas, tenía lugar la primera Cumbre de Jefes de Estado de América Latina, España y Portugal.
Este fue el punto de partida de una institucionalidad iberoamericana que se ha fortalecido a lo largo de las últimas tres décadas y que marca un punto de inflexión con la creación en 2003 de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), organismo internacional de apoyo a los 22 países iberoamericanos para, entre otras cosas, apuntalar la cooperación en nuestra región.
En estos 30 años hemos avanzado en lo formal en virtud de que somos una institución y no solo una Conferencia de Naciones, e igualmente en cuestiones prácticas, lo cual se constata en los múltiples programas e iniciativas en marcha. A pesar de los logros de estos años, los desafíos que enfrentamos en el camino a un mundo más justo siguen siendo apremiantes.
Si hace tres décadas la guerra en la antigua Yugoslavia y la recomposición de Europa con la desintegración de la antigua URSS, marcaba parte de la geopolítica de entonces, hoy el conflicto en Ucrania, por una parte, y las desigualdades tanto en nuestra región como en el resto del mundo, acrecentadas por la pandemia COVID, marcan el complejo panorama internacional. Ante esa realidad, no tengo dudas: sólo queda apostar de una forma decidida y firme por el multilateralismo y por la cooperación para afianzar la Comunidad Iberoamericana como un punto de encuentro entre nuestros países.
Hay que apostar decididamente por el multilateralismo y la cooperación para afianzar la Comunidad Iberoamericana como punto de encuentro entre nuestros países.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), dependiente de la Organización de Naciones Unidas, alerta del incremento de los niveles de pobreza en la región situándola en un 33,7% en 2022. El aumento de los precios de la energía y de los alimentos provocará a su vez un aumento de la pobreza extrema hasta elevarla al 14,9% de la población. Estas cifras auguran un peligroso aumento de la desigualdad que puede frenar los avances en materia de desarrollo que se habían logrado tras los años 80. No tenemos tiempo que perder.
Soy una absoluta convencida que sólo de una forma conjunta podremos trabajar por un progreso de la región y profundizar en la coordinación y sinergia entre la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el importante y extenso catálogo de programas y herramientas que conforman el acervo de cooperación iberoamericana.
Es cierto, el actual contexto internacional nos presenta múltiples incertidumbres, pero defiendo -como señala un proverbio chino- que cuando soplan vientos de tempestad hay que construir molinos y no correr a refugiarse. Por ello, es momento de fortalecer la Cooperación Sur-Sur y Triangular, la horizontalidad de los programas, la transversalidad del género en todas las esferas, la apropiación por parte de los receptores de las políticas de desarrollo y el trabajo en red. La razón es clara: es necesario incrementar el alcance de nuestra cooperación y beneficiar a un mayor número de personas para no dejar a nadie atrás, en todos y cada uno de los 22 países que integran la Comunidad Iberoamericana.
Es necesario incrementar el alcance de nuestra cooperación y beneficiar a un mayor número de personas
Hablo de romper brechas y ampliar derechos, que es como se construye y afianza una comunidad. Para superar esas desigualdades (ya sean de género o de cualquier otro tipo), desde Iberoamérica debemos impulsar los proyectos ambientales, de ciencia y tecnología, e incorporar herramientas innovadoras que faciliten y hagan más efectivos la cooperación actual. Para conseguir esa transformación, debemos también incorporar a más actores e invitar a gobiernos, redes y otros actores a compartir experiencias y mejores prácticas. Proyectos como los Laboratorios de Innovación Ciudadana, la Estrategia sobre Cultura y Desarrollo o el diseño del Observatorio Epidemiológico para Iberoamérica, son ejemplos de la cooperación intergubernamental que puede mejorar la vida de los hombres y mujeres de Iberoamérica.
A finales de marzo de 2023, la Cumbre Iberoamericana que se celebrará en República Dominicana debe convocar a los gobiernos nacionales a impulsar una ambiciosa hoja de ruta para apoyar la recuperación económica y social de nuestros países. La participación de tantos actores en el sistema iberoamericano de cooperación como los gobiernos nacionales y locales, la sociedad civil, los parlamentos, las universidades y el sector privado, invitan a ser optimistas en el diseño de alianzas estratégicas e innovadoras para el desarrollo.
En el espíritu que nos congregó por primera vez hace más de 30 años en Guadalajara, reitero mi compromiso por continuar trabajando conjuntamente de manera solidaria, incluyente y constructiva. Se trata de construir, entre todas y todos, soluciones comunes a nuestros desafíos y mostrar al mundo la diversidad, la enorme riqueza cultural que nos caracteriza y una propuesta firme que nos permita avanzar hacia una Iberoamérica más justa y sostenible.