Lo que hoy llamamos cultura para el desarrollo ha pasado por innumerables etapas y tendencias, hasta llegar a lo que entendemos hoy.
El enfoque tiene antecedentes en el espíritu de época dominante entre los años 50 y 70, que logra expandirse después con el apoyo de organismos internacionales de cooperación, que lo asumen como un modelo complementario de estrategias de superación de la pobreza.
Es el contexto de la mundialización el que facilita la emergencia de la cultura para el desarrollo, atendiendo al crecimiento de la producción y la distribución masiva de bienes y servicios culturales, y su incidencia en las poblaciones y en la sostenibilidad de su desarrollo.
Esta visión nos plantea que son las capacidades humanas, y no las estructuras materiales, las que garantizan la sostenibilidad del desarrollo.
Por esta razón, abre posibilidades para los países “en desarrollo”, los cuales pueden crear condiciones culturales para el despliegue económico y social y para la explotación de los recursos mejor distribuidos del planeta: las identidades y la creatividad de sus poblaciones.
Diversidad creativa
La implicancia que tiene para las políticas culturales quedó consagrada en el informe de la UNESCO “Nuestra diversidad creativa”, de 1995. Cuando la cultura se considera como base del desarrollo, la noción misma de “política cultural” debe ampliarse.
La existencia de más de 500 pueblos indígenas y nacionalidades en el continente latinoamericano representan una reserva humana de conocimientos, saberes, relatos y experiencias de identidades ancestrales, que han logrado llegar hasta el siglo XXI y cuya mayor riqueza está en esa experiencia de sobrevida y resistencia cultural.
Esta puede convertirse en un recurso de gobernabilidad para las negociaciones por sus tierras o transformarse en soporte discursivo para los actores sociales emergentes y su acción colectiva, o bien ser una oportunidad de emprendimientos económicos para pequeñas comunidades rurales que hacen de estos saberes los contenidos que respaldan sus prácticas de turismo cultural e indígena.
“La cultura para el desarrollo abre posibilidades a los países para que pueden crear condiciones culturales para el despliegue económico y social y consigan una mejor distribución de los recursos”
Interculturalidad
Desde la década de 1970 se produjo un giro discursivo en las incipientes políticas culturales institucionalizadas, pasando desde el restrictivo ámbito de las bellas artes y el patrimonio tangible hacia el desarrollo de ciudadanía cultural y el ejercicio de sus derechos.
Dos agendas emergieron y han tenido derivaciones diferenciadas: diversidad cultural e interculturalidad.
La primera tuvo dos décadas de promoción por parte de los organismos del sistema de Naciones Unidas sin resultados muy visibles, mientras que la de interculturalidad ha permeado todos los programas de educación intercultural bilingüe.
La interculturalidad ha acompañado las movilizaciones indígenas del continente latinoamericano en los últimos 50 años y ha llegado a influir en procesos constituyentes como el ecuatoriano y el boliviano, con la inclusión de la cosmovisión ancestral de origen andino.
Dentro de estas lecciones de sostenibilidad, la experiencia indígena es la más significativa y habrá que seguirla de cerca.