En la comunidad iberoamericana compartimos un aprecio profundo por nuestros paisajes y nuestro patrimonio natural y una conciencia de que no sólo son esenciales para entender nuestras identidades, sino también para asegurar nuestro futuro.
Estos valores y esta conciencia compartida están implícitas en las reuniones que los ministros y ministras de medio ambiente de nuestros países venimos celebrando.
Sin embargo, hay ocasiones en las que es importante que lo implícito se haga explícito, que se exprese con claridad, en voz alta. Ese es precisamente el papel de la Carta Medioambiental Iberoamericana, que se prevé adoptar en la XXVIII Cumbre Iberoamericana de Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno, a celebrarse el próximo 24 y 25 de marzo.
Estamos ante la oportunidad de reafirmar ante nuestras instituciones y nuestras comunidades nuestro compromiso por la conservación de nuestro patrimonio natural, en un tiempo difícil en el que el deterioro de nuestro medioambiente común se expresa en forma de impactos y amenazas graves, como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Los últimos años nos han mostrado la cruda faceta del cambio climático con el aumento de fenómenos hidrometeorológicos extremos provocando migraciones climáticas e impactos en la población y la infraestructura, sobre todo en los países más vulnerables donde el fenómeno climático de El Niño tiene graves repercusiones. Las pérdidas económicas han sido cuantiosas.
Estamos ante la oportunidad de reafirmar nuestro compromiso por la conservación de nuestro patrimonio natural, en un tiempo de gran deterioro de nuestro medioambiente común
Hemos vivido episodios negativos en los cuales la naturaleza salió perdiendo, sea por un equivocado crecimiento económico a costa de nuestras aguas, bosques y minerales, impactando a pequeñas poblaciones, pueblos originarios e indígenas o, por no contar con instituciones fuertes y sólidas que aplicaran los marcos normativos.
En América Latina el crecimiento urbano se ha acelerado enormemente siendo la región que más crece a nivel mundial y en España afrontamos un grave riesgo de desertificación, sequías más severas e incendios forestales de grandes magnitudes.
Pero también, frente a estos retos de la gestión ambiental y territorial, hemos desarrollado experiencias positivas en nuestros países. Nuestros territorios no sólo son un laboratorio vivo, sino también un crisol de soluciones a partir de las cosmovisiones y filosofías que nuestros pueblos tienen.
Así, en España estamos implementando importantes acciones para la conservación ambiental, que tiene como eje vertebrador la planificación y una adecuada inversión; impulsamos las energías renovables en la Unión Europea y estrategias de economía circular para reducir el uso de recursos y materiales, sin desatender al problema de despoblación que atravesamos.
La Carta Medioambiental Iberoamericana representa también una ocasión para expresar nuestra voluntad de aunar esfuerzos, cooperar, fortalecer las redes y las alianzas con socios estratégicos como las universidades, organizaciones sociales o bancos de desarrollo. La Carta constituye una hoja de ruta para el cuidado de los bienes comunes.
La Carta Medioambiental Iberoamericana representa una ocasión para expresar la voluntad de aunar esfuerzos, cooperar, fortalecer las redes y alianzas
La transición ecológica requiere la generación de conocimiento y la innovación tecnológica, por lo que el uso de instrumentos de evaluación de riesgos que den certeza y fiabilidad a todos los sectores facilitará la colaboración y es una oportunidad de incorporar a los jóvenes con empleos verdes. En este cambio de paradigma subyace, además, una transición con justicia social, con un llamado a incluir las voces de los más vulnerables, para un nuevo pacto social verde, con responsabilidades comunes y diferenciadas.
En el sector ambiental, y muy especialmente en el del agua hemos desarrollado experiencias de cooperación que trascienden las ayudas oficiales al desarrollo, como la cooperación triangular, incorporando a varios países de la Unión Europea o la cooperación Sur-Sur, que pueden aportar en los debates internacionales y trascender hacia una cooperación descentralizada, con una visión, además, desde el sur global.
La transición ecológica debe hacerse con justicia social para avanzar hacia un nuevo Paco Social Verde, con responsabilidades comunes y diferenciadas
Frente a los riesgos que se derivan del cambio climático, la inacción no es una opción. Necesitamos actuar y debemos hacerlo a través de dos estrategias complementarias: abordar las causas, a través de la progresiva descarbonización de nuestras economías, y abordar las consecuencias, a través de las políticas de adaptación al cambio climático para crear resiliencia. Una protección que debe hacerse desde la conciencia de que la naturaleza es nuestra mejor aliada; reconocer y preservar su papel regulador del clima, su valor protector frente a los eventos extremos, sus servicios ambientales en forma de recursos esenciales para la vida constituyen la forma más inteligente de asegurar nuestro bienestar y el de las generaciones futuras, y de conservarla.
Es en nuestras comunidades donde se encuentra la palanca que impulsará a los gobiernos para tomar decisiones más asertivas en las cumbres internacionales.
Estamos ante una disyuntiva existencial y ética y confío en que tomaremos el rumbo más adecuado: el verde.