El pasado 9 de octubre de 2023 la Academia sueca de las Ciencias anunció la concesión del premio Nobel de Economía a la estadounidense Claudia Goldin, convirtiéndola en la tercera mujer en obtener este premio y la primera en lograrlo en solitario. Los estudios sobre la infrarrepresentación femenina y los menores salarios de las trabajadoras en el mercado laboral desarrollados por Goldin han puesto de nuevo en el centro del debate la importancia de abordar la brecha salarial de género, pero también hacerlo entendiendo su estrecha articulación con la división sexual del trabajo que, a día de hoy, continúa asignando a las mujeres la responsabilidad principal del trabajo doméstico y de cuidados.
Cuando hablamos de brecha salarial de género nos referimos a la diferencia porcentual entre el salario promedio de las mujeres y el salario promedio de los hombres. Las dificultades para dimensionarla y medirla de manera precisa son numerosas, debido fundamentalmente a la existencia de diferentes metodologías y fuentes de datos. Sin embargo, todos los cálculos coinciden en señalar la persistencia de esta brecha que, medida en salario medio por hora trabajada, se sitúa, según estimaciones de la OIT, en alrededor del 20% a nivel mundial y en el 17% para América Latina y el Caribe.
Existen numerosos factores que explican las diferencias de salario entre mujeres y hombres, entre los que destacan la mayor presencia de las mujeres en el empleo a tiempo parcial, en sectores y empleos peor remunerados y en trabajos socialmente menos valorados. Esto se debe, por un lado, a que son las mujeres de forma mayoritaria quienes reducen su jornada laboral para poder hacer frente al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. En consecuencia, y dado que los trabajos a tiempo parcial están peor remunerados que aquellos a tiempo completo, las mujeres ingresan menos dinero que los hombres por las mismas horas trabajadas. La mayor dedicación de las mujeres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado hace también que tengan menos posibilidades de obtener empleos de mayor responsabilidad y nivel jerárquico y de progresar en su carrera profesional, lo que igualmente repercute en un menor salario en relación con los hombres.
Por otro lado, las mujeres se encuentran sobrerrepresentadas en ciertas ramas de actividad y de ocupación caracterizadas por un menor reconocimiento social, mayor inestabilidad laboral y menor salario. Entre estos sectores destacan de nuevo las profesiones vinculadas al trabajo doméstico y de cuidados remunerados, como el empleo de hogar. En América Latina y el Caribe, se estima que entre 11 y 18 millones de personas se dedican a este trabajo. El 93% son mujeres, muchas de ellas migrantes, quienes en un 77,5% de los casos trabajan en condiciones de informalidad con trabajos inestables y precarios y sin acceso a la protección social.
Eliminar la brecha salarial de género ha sido una preocupación de larga data ya reflejada en el Convenio 100 de la OIT sobre igualdad de remuneración adoptado en 1951 y ratificado en la actualidad por 174 países de todo el mundo. Pese a este consenso global, la normativa existente no se ha traducido todavía de manera suficiente en políticas y programas que permitan avanzar de manera efectiva en la reducción de la brecha salarial. Frente a ello, la Coalición Internacional para la Igualdad Salarial (EPIC) liderada por la OIT, ONU Mujeres y la OCDE, actúa a nivel mundial, regional y nacional para ayudar a los gobiernos, las organizaciones de empleadores y trabajadores, y otras partes interesadas a adoptar medidas concretas para reducir esta brecha. Como parte de estos esfuerzos, la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de ONU Mujeres elaboró un Catálogo de medidas y políticas públicas para favorecer la consecución de la Igualdad Salarial, incidiendo en el sector público y privado.
Complementariamente a la adopción de este tipo de medidas para combatir la brecha salarial, es fundamental avanzar en la implementación de Sistemas Integrales de Cuidados que articulen al conjunto de políticas encaminadas a cuidar, asistir y apoyar a las personas que lo requieran, así como reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de cuidados, que hoy realizan mayoritariamente las mujeres tanto de manera no remunerada como de manera remunerada en condiciones precarias y que, como se señaló anteriormente, están en el origen de los factores que explican las diferencias de remuneración entre mujeres y hombres.
Sólo abordando el problema de la brecha salarial de género desde una nueva organización social de los cuidados, será posible avanzar hacia una construcción más inclusiva y justa en el mundo del trabajo y hacia una transformación del modelo de desarrollo sostenible con igualdad.