El desafío de la política exterior feminista es avanzar en la inclusión de embajadoras, en la mirada interseccional y los compromisos claros. Sin embargo, el mayor de los retos es profundizar la diplomacia en un contexto internacional regresivo.
“La política exterior feminista es clave en estos tiempos porque estamos viendo retrocesos en los derechos de las mujeres, en distintos países, y vemos una disminución de la participación de las mujeres en cargos públicos”, resalta Antonia Urrejola, ex Ministra de Relaciones Exteriores de Chile y ex Presidenta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Ella también destaca: “El empoderamiento en los liderazgos sociales y políticos sigue siendo una tarea pendiente. Las mujeres en altos cargos de organismos internacionales, en cargos ejecutivos y legislativos continúan constituyendo una deuda y una política exterior que pretende generar democracias más inclusivas debe responder a este contexto”.
2025 arranca en un contexto de avances y retrocesos que afectan la vida de las mujeres y el colectivo LGTTBQI y amenazan sus derechos
“La política exterior feminista es importante para poder generar alianzas. El retroceso no es solo por la violencia política, sino también por los derechos sexuales y reproductivos a partir de la asunción de Donald Trump y en casos como los de Texas en donde se posibilita que los maridos denuncien a las mujeres en casos de abortos o el caso del régimen talibán en Afganistán con una política de apartheid que hay que denunciar”, sostiene Urrejola.
En el 2025, el Siglo XXI llega a su primer cuarto de hora en un contexto de avances y retrocesos que afectan la vida de las mujeres y el colectivo LGTTBQI y amenazan sus derechos ya adquiridos, desde una vida libre de violencia hasta amar a quién se quiere y formar familias diversas o tener las puertas abiertas a la vida laboral sin discriminación.
Después de años de logros, leyes, tratados, convenciones, acompañados por manifestaciones globales, narraciones colectivas, casos emblemáticos y avances el mundo se polariza en demandas de mayores transformaciones y en una reacción para retroceder, suspender o volver atrás con derechos adquiridos. La política exterior feminista no solo es el tablero de disputa, también son las fichas que están en juego.
En ese contexto, en el trabajo “La igualdad de género en los espacios multilaterales y en la política exterior” (de próxima edición) en la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), de Adilia de las Mercedes, se contabiliza que hace 80 años, en 1945, la Carta de las Naciones Unidas fue la primera norma internacional que expresó la igualdad entre mujeres y hombres. En 1995, hace 30 años, se celebró la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, con la Plataforma de Acción de Beijing, adoptada de forma unánime por 189 países. En 2025 el desafío no es (sólo) todo lo que falta, sino todo lo que se puede retroceder en un contexto de cuestionamiento a los avances y movimientos autoritarios y regresivos que cuestionan los derechos adquiridos y las deudas pendientes.
Adilia de las Mercedes subraya que las “Políticas exteriores feministas (PEF) es una de las agendas más novedosas, destinada expresamente a la igualdad y a profundizar en la erradicación la desigualdad, la discriminación y la violencia sistemáticas que padecen las mujeres y las niñas a nivel global: Suecia fue el primer país en adoptar una política exterior feminista en 2014; le siguieron Canadá (2017), Francia (2018), México (2020), España (2021), Luxemburgo (2021), Libia (2022), Alemania (2022), Países Bajos (2022), Chile (2022), Argentina (2023) y Colombia (2024), entre otros. A partir de aquí diversos países de la región iberoamericana han mostrado interés, en mayor o menor medida por adoptar una PEF, entre ellos, Bolivia, Costa Rica, Guatemala, Honduras o República Dominicana”.
El desafío no es (sólo) lo que falta, sino todo lo que se puede retroceder los derechos adquiridos y las deudas pendientes
“Durante muchos años la política exterior de los países llamados desarrollados fue duramente criticada por considerarse, desde un enfoque feminista e interseccional, que daba continuidad a una política androcéntrica que descuidaba e incluso podía llegar a fomentar la histórica desigualdad entre mujeres y hombres, así como entre mujeres de diferentes orígenes étnico-raciales o nacionales. Ante ello, varios países han declarado que es objetivo de su política exterior la lucha por la igualdad de género real y efectiva. Esta apuesta por la igualdad y los derechos de las mujeres tiene un relevante antecedente en la promoción e implementación de la Resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Seguridad de Naciones Unidas y ha tenido un desarrollo en múltiples direcciones, entre ellas, impulsar y apoyar las iniciativas de diplomacia feminista, así como el abordaje de las desigualdades originadas por el colonialismo, el cambio climático o los conflictos armados, también desde una perspectiva interseccional”, remarcó Adilia de las Mercedes.
“La perspectiva interseccional en la política exterior feminista deviene entonces en un estándar internacional de derechos humanos ineludible porque permite observar, valorar y combatir las desigualdades más allá del sistema sexo/género, poniéndolo en relación con otras lógicas de poder que pueden generar discriminaciones basadas en la clase, el origen étnico-racial, la situación administrativa, la edad o la discapacidad, entre otros muchos factores que los Estados deben tener en cuenta para cumplir con sus obligaciones y deberes internacionales”, explicó la jurista.
Andrea Villagrán, politóloga y diputada feminista del Movimiento Semilla, de Guatemala, destaca: “La política exterior de Guatemala avanza en línea con las tendencias internacionales que priorizan la igualdad de género, el empoderamiento de las mujeres y la redistribución del poder. Este gobierno cree firmemente en la participación política de las mujeres como base de la democracia. Las mujeres fueron pilares fundamentales en la lucha democrática de 2023, y hoy esos avances se reflejan en un gabinete inicialmente paritario, aunque posteriormente ajustado por factores externos, así como en una bancada oficialista paritaria, con el mayor porcentaje de mujeres y liderazgos femeninos en instituciones públicas. Estas acciones no solo fortalecen la política interna, sino que proyectan una política exterior alineada con los estándares globales, promoviendo la igualdad como eje central de la gobernanza”.
Andrea Morales es experta de género y trabaja, para América Latina, desde México, en la Agencia Francesa de Desarrollo y remarca que el compromiso con la diplomacia feminista impactó en los proyectos apoyados. “En el 2020 la Agencia se declaró feminista y se comprometió a integrar de manera más activa objetivos de reducción de desigualdades de género en la mayoría de sus financiamientos. La pronunciación incide en el diálogo y esto se vió reflejado en las discusiones con Colombia y México en donde el tema estuvo en el centro”. Sin embargo, Morales objeta: “El problema es que sigue siendo una declaración, pero los medios para aplicarla no han sido completamente claros. Falta una definición sobre que quiere decir diplomacia feminista, cuáles son las guías exactas más allá del compromiso y también definir los volúmenes que se van a comprometer”.
La Profesora de Filosofía del derecho de la Universidad Carlos III de Madrid María Eugenia Palop, ex eurodiputada (2019-2024) y vicepresidenta primera de la comisión de mujeres e igualdad de género en el Parlamento Europeo, enumeró los logros en política exterior feminista de los que participó: “En la Legislatura pasada se aprobó un plan de acción en materia de género de la Unión Europea llamado Gap III que es un programa para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en la acción exterior de la Unión Europea. Se planteó el enfoque interseccional, el compromiso con los derechos sexuales y reproductivos, las acciones en torno al Convenio de Estambul, el énfasis en relación a la participación y el liderazgo de las mujeres, el reconocimiento de la necesidad de garantizar los derechos económicos y sociales, la importancia de la participación de las organizaciones a favor de las mujeres y las niñas en el ámbito exterior, la integración del programa sobre mujeres paz y seguridad y la necesidad de promover una transición ecológica justa e inclusiva”.
Palop también reforzó los debates dentro del Parlamento Europeo: “Se planteó la preocupación por el auge del discurso conservador y los grupos organizados de carácter religioso, la importancia de garantizar el acceso universal al aborto, el refuerzo al apoyo financiero a los grupos de mujeres, los compromisos en materia presupuestaria, la necesidad de llevar a cabo una evaluación anual sobre los resultados de la acción exterior, la importancia de establecer colaboraciones estrechas con redes asociativas y ministerios con países socios (exteriores a la Unión Europea) y la transición verde y digital”. La ex eurodiputada subrayó: “E hizo mucho hincapié en contra de la exportación de armas, la necesidad de revertir los procesos de militarización y la necesidad de avanzar en el desarme, reasignar recursos militares a presupuestos para la prevención de conflictos civiles y el acceso a servicios básicos para la ciudadanía con una mirada decolonial, la importancia que haya más mujeres en la política exterior y más embajadoras en la acción institucional”.