Si ya las mujeres y las niñas estaban en desventaja en esta pandemia, su situación se agrava más aún en las zonas rurales, a pesar de sus roles claves en la agricultura y la seguridad alimentaria.
De acuerdo con proyecciones recientes de la Comisión para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2020), 6 millones de mujeres rurales podrían caer en la pobreza extrema; a esto se suma que según cifras de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO, 2018) el 8,4% de las mujeres de América Latina y el Caribe experimentan inseguridad alimentaria severa, en comparación con el 6,9% de los hombres.
A la vez, un informe conjunto de ONU Mujeres, la CEPAL, la FAO y el Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp) destacan que la aplicación de políticas públicas puede ayudar a las mujeres a cerrar la brecha de género
En este sentido, el estudio denominado “Enfoque Territorial para el Empoderamiento de las mujeres rurales en América Latina y el Caribe” identifica algunas áreas como el acceso y control de recursos agrícolas, la educación, los servicios de extensión agrícola y financieros, apoyo para que las mujeres accedan a mercados y para que dispongan de más recursos para las actividades productivas por medio de tecnologías, infraestructura y prestaciones.
Son iniciativas que de manera gradual, se han estado implementando en los países, pero sus resultados son lentos y marginales y no han logrado modificar la estructura de oportunidades, señala el informe.
El caso de México
En México, el 15 por ciento del total de productores son mujeres, destacó el titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural de ese país, Víctor Villalobos Arámbula, en un acto celebrado el 15 de octubre por el Día Internacional de las Mujeres Rurales.
“Son un sector clave para el desarrollo rural y la erradicación del hambre, al producir la mitad de los alimentos en el mundo, por lo que es urgente alcanzar la equidad e impulsar su participación plena y efectiva en los procesos productivos”, señaló el funcionario.
Por su parte, la directora de Rimisp México, Yuritzin Flores Puig, remarca que existen “políticas públicas desde los Estados con el apoyo de becas a las familias”. Pero esto, a su entender, fomenta a la mujer “como cuidadoras del hogar, dejando de lado su rol productivo“.
Para Flores Puig los retos del mundo rural, en las pequeñas productoras, es el acceso a la capacitación: “es un fuerte desafío, mediante la cooperación al desarrollo dirigido hacia las mujeres”.
Otro, es “la inclusión con perspectiva de género en sus comunidades, en las políticas públicas, y promover la participación de ellas en espacios políticos, empleos dignos y bien remunerados”, dice.
La especialista afirma: “Enfrentamos una desigualdad de oportunidades terrible en este país. Falta mucho pero se avanzó”.
En México, ser mujer rural, campesina e indígena tiene una connotación fuerte- expresa Flores Puig-. “Porque es sinónimo de pobreza y desigualdad”.
Como salida a esta problemática, “ellas se organizaron en cooperativas de mujeres productoras de maíz, de aves, de frutas, entre otras. Un sector de pequeñas y medianas producciones que se consolidaron y hoy sobresalen”, manifiesta.
Participación social y política de las mujeres rurales
El Observatorio de Género , Mujeres y Territorios de Rimisp, ha actualizado a junio de este año el informe “Análisis de brechas de género y territoriales en indicadores de participación social y política”, que recoge datos de una muestra de territorios rural-urbanos de tres países, Colombia, México y Chile.
El análisis comparado de los tres países de este informe, revela una alta participación electoral de hombres y mujeres que habitan en territorios rural-urbanos. Sin embargo, la participación tiende a disminuir en otros espacios como los partidos políticos, la afiliación de sindicatos, la participación en cooperativas y asociaciones vecinales.
Estas cifras vuelven a mostrar un panorama de desigualdad territorial y de género, donde los territorios más pequeños presentan menores niveles de participación, y dentro de ellos las mujeres participan en menor proporción que los hombres. Si bien esta historia está cambiando, no lo hace en todos los lugares por igual. El lugar donde se habita sigue siendo determinante, concluye el estudio.