Los laboratorios impulsados por el proyecto de Innovación Ciudadana de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) son mucho más que una búsqueda de resultados ante unos problemas concretos.
En los días que sucede este laboratorio también humano, las relaciones entre los participantes marcan la posibilidad de alcanzar una solución, pero también de tejer una red internacional de innovadores.
Es lo que se desprende de las palabras de Federico Seineldin, director de Njambre y mentor del pasado Laboratorio de Innovación Ciudadana celebrado en Costa Rica a fines de 2019, quien asegura que tanto las dinámicas que se dan en este espacio son tan valiosas como las propias propuestas de los grupos participantes.
“La mayor contribución de los laboratorios ciudadanos está basada en dos pilares. El primero, en las dinámicas que se generan, multiculturales, entre los grupos y las personas que vienen de distintos países, especialidades, profesiones… que generan soluciones para problemas de escala planetaria”, afirma Seineldin.
Asimismo, para este argentino el otro gran aporte son “esas mismas soluciones” que surgen tras una etapa de ensayo y error en la que se elabora un prototipo: “Cómo demostrar en contexto, en territorio, que esas ideas se transforman en un producto mínimo viable que se puede aplicar en un lugar real”.
Según José Alcocer, también mentor en Costa Rica, las soluciones que salen de los laboratorios también tienen que poder ser repetidas en otros sitios.
“El futuro consiste en encontrar modelos para hacer que los proyectos sean escalables, replicables y sostenibles a medio y largo plazo”, apunta.
Proyectos “de escala planetaria”, según palabras de Seineldin, que deben difundir “los agentes de cambio que regresan a sus países y se sienten empoderados”, añade Alcocer.
“Hay proyectos que han escalado más y yo creo que es eso, la creación de agentes de cambio que regresan a polinizar a sus países”, dice el emprendedor mexicano.