Una comunidad viva y diversa

Una comunidad viva y diversa

S omos un laboratorio de integración con 400 años de ventaja». Así definió Iberoamérica el cantante uruguayo Jorge Drexler en una reciente entrevista concedida a la Agencia EFE. Una expresión que refleja de forma sutil y afinada el vínculo cultural que sustenta una región que vive en continua experimentación, con influencias que van y vienen a uno y otro lado del océano.

Nombrado Embajador de la Cultura Iberoamericana, el intérprete deslumbró hace unos meses con una charla TED en Vancouver, Canadá, cuando relató cómo había sido el proceso creador de una de sus canciones, «La Milonga del moro judío». A partir de la anécdota inicial (Joaquín Sabina fue quien le propuso el estribillo -de otro compositor, el también español Chico Sánchez Ferlosio- y la métrica), Drexler reconstruye los orígenes y la evolución de la «décima», una estrofa de diez versos octosílabos que, aunque tuvo su origen en la península ibérica, alcanzó su mayor popularidad en América Latina, cada país adaptándola a su propia realidad, pero conservando una base rítmica común.

Una historia que ilustra ese diálogo cultural, cotidiano y -podría afirmase- hasta costumbrista que ha mediado en una relación que ha permitido construir también un espacio de concertación institucional, diplomática y política, resultado de los cuales la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) constituye uno de los grandes logros.

En 2016, con la Cumbre celebrada en Cartagena de Indias, se cumplieron 25 años de Cumbres Iberoamericanas. Un cuarto de siglo, en el que se ha consolidado el diálogo de alto nivel pero en el que, sobre todo, se ha avanzado en el campo de la cooperación. Hoy Iberoamérica se ha convertido, sin duda, en un referente mundial en este ámbito, en ejemplo de buenas prácticas y de cómo se puede lograr y construir políticas comunes de igual a igual, compartiendo cada país aquellas fortalezas, capacidades y saberes que le diferencian, dando así respuesta a las necesidades y requerimientos de otros países que, a su vez, participan con sus propios talentos.

La región se ha convertido en un referente de cómo se puede construir políticas comunes de igual a igual

Sin embargo, a pesar de estos avances, Iberoamérica es fuerte no tanto por lograr concertar unas políticas comunes (lo cual no deja de ser un factor menor), sino por ese fuerte vínculo que, como ocurría con la «décima», permite que toda la región comparta unos mismos ritmos, pero con la peculiaridad de que cada país lo adapta a sus propios sentires, dándole una voz propia. Eso es lo que hace que cuando, por ejemplo, alguien de Uruguay vive en Madrid (como es el caso de Drexler) se sienta un poco como en casa, aun sin perder su propia identidad (uruguaya, para el caso).

Una filosofía de intercambio en la que la SEGIB se inspiró para impulsar la creación de Campus Iberoamérica, un proyecto que aspira a ser un verdadero espacio de conocimiento compartido y de educación superior, a través de la movilidad de estudiantes, docentes e investigadores de toda Iberoamérica.

En paralelo a las Cumbres de Presidentes y al trabajo más técnico en cooperación, el Espacio Iberoamericano ha ido configurándose durante este cuarto de siglo en una comunidad de personas «reales», con preocupaciones concretas y retos diarios. Proyectos como Innovación Ciudadana son reflejo de ello. Un modelo de institución experimental que pone en contacto a ciudadanía de toda la región para que defina y formule cuáles son los principales problemas que les afectan y construya de forma colaborativa soluciones innovadoras, mediante la co-creación y el encuentro de saberes que conviven en la región, desde los tecnológicos hasta los ancestrales.

El éxito de los Laboratorios Ciudadanos tiene mucho que ver con esa capacidad de generar «conexiones improbables» entre personas de los distintos países, de despertar afectos, y de contribuir a fortalecer la confianza interpersonal y social.

Iberoamérica es una comunidad de personas reales con preocupaciones concretas y retos diarios

Con motivo de estos 25 años, la SEGIB junto a la Agencia EFE ha recogido en un libro de entrevistas voces diversas de toda la región, con la participación de actores como el argentino Ricardo Darín o el español Antonio Banderas, hasta los peruanos Gastón Acurio o Susana Baca, pasando por otros nombres propios que han contribuido a través de su trabajo a extender la idea de Iberoamérica, como el «tico» Keylor Navas, la cantante de fados Mariza, el director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel o el ciclista colombiano Nairo Quintana, entre otros.

25 años que suponen el aniversario del camino hasta ahora recorrido, pero también el inicio de una época donde las sociedades tienen mucho que decir: el presente ya es suyo.