La digitalización de los sectores económicos, la automatización y la aplicación de la inteligencia artificial (IA) están produciendo cambios en la estructura de las ocupaciones. En las nuevas formas de entender el trabajo la protección a los trabajadores debe ir paralela a las transformaciones, pero el año que acaba de iniciarse promete seguir siendo próspero en incertidumbres mientras se decantan los nuevos y complejos modelos laborales, con el debate en torno a la IA como uno de los mayores puntos de fricción.
La digitalización es un arma de doble filo. Crea nuevos trabajos al tiempo que vuelve a otros obsoletos. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) en su informe Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: el papel de las plataformas digitales en la transformación del mundo del trabajo, reconoce la gran oportunidad que la tecnología representa para el empleo, al tiempo que señala la importancia de no dejar a nadie atrás en el proceso de transformación.
Las plataformas digitales de trabajo están abriendo oportunidades que antes no existían, pero las horas de trabajo suelen ser prolongadas e imprevisibles. El informe ilustra que los problemas guardan relación con las condiciones de trabajo y su regularidad, los ingresos y la dificultad de acceder a los derechos de protección social, la libertad de asociación y de negociación colectiva.
Detrás de las herramientas automatizadas se esconde una masa de trabajadores invisibles y precarizados
La mitad de sus trabajadores ganan menos de dos dólares por hora y en algunas de las plataformas existen brechas notables de remuneración. La OIT indica que, con independencia de su situación contractual, todos los trabajadores tienen que poder ejercer sus derechos laborales fundamentales.
Espacios difusos
La esencia misma de la economía de plataformas deja poco margen a la negociación colectiva. Esta actividad viene a crear un espacio difuso entre la persona asalariada y la autónoma que cada país está tratando de resolver de forma diferente. España, por ejemplo, ya ha empezado a ver los primeros convenios colectivos en el área de los riders, a raíz de la Ley 12/2021, sobre trabajo de reparto a través de plataformas digitales, que estableció entre otras cosas la presunción de laboralidad de estos trabajadores.
A este ejemplo le siguió el de Chile, que a través de la ley 21.431 incorporó a la seguridad social a los trabajadores de aplicaciones, cubriendo así a repartidores y conductores.
En Latinoamérica la expansión de formas atípicas de empleo plantea desafíos más complejos que en otros entornos como es el caso de la UE bajo cuyo marco operan España y Portugal. Así lo indica el informe Los desafíos de la protección social de los trabajadores de plataformas de la CEPAL.
IDC señala que en cinco años se necesitarán en Latinoamérica 2,5 millones de profesionales altamente formados para una economía digital competitiva
Los datos indican que en la región ya existían desigualdades estructurales en los mercados laborales, con bajos niveles de cobertura de protección social, brechas en el acceso a condiciones de trabajo decente y déficits en los ámbitos relacionados con los derechos laborales y la organización sindical. Por ello, la aparición de nuevas ocupaciones laborales pone en cuestión la capacidad de las instituciones y de los Estados para regular con agilidad las nuevas formas de relaciones laborales a las que dan lugar los nuevos empleos.
Sin embargo, se están produciendo avances, como señala la Red de Asistencia Legal para Trabajadores, que ha creado una base de datos que recopila proyectos de ley, decisiones administrativas, sentencias judiciales, acuerdos sindicales y decisiones relativas al trabajo en plataformas digitales en nueve países de Iberoamérica: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Perú y Uruguay.
Competencias digitales
para no dejar a nadie atrás
Según el último informe sobre Economía Digital de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) en la geografía de la economía digital no se percibe la tradicional línea divisoria entre el Norte y el Sur.
Está liderada de manera sistemática por Estados Unidos y China, que representan el 90% de la capitalización de mercado de las 70 plataformas digitales más grandes del mundo, mientras que la cuota de Europa es del 4% y la de África y América Latina juntas representa tan sólo el 1%. Esto implica que en ámbitos como la capacidad para cosechar los beneficios derivados de los datos digitales y las tecnologías de frontera, África y América Latina representan en conjunto menos del 5% de los centros de datos localizados del mundo.
Si esas brechas no se abordan, contribuirán a exacerbar las desigualdades de ingresos existentes y a acrecentar las rupturas económicas, sociales y políticas que se vienen observando.
Si la capacitación digital llega a las poblaciones más vulnerables, la digitalización opera como ascensor social
Buena parte del cometido actual de la OIT es evitar que la digitalización profundice en las desigualdades, haciendo hincapié en la necesidad de talento digital y de formación que requieren los trabajos del futuro inmediato.
El empleo juvenil es uno de los desafíos laborales más apremiantes que enfrentan los países de América Latina y el Caribe. En julio de 2023 se presentó el informe Juventudes vulnerables, competencias digitales y formación profesional en América Latina, elaborado por la Oficina Regional de la OIT y el Centro Interamericano para el Desarrollo del Conocimiento en la Formación Profesional (Cinterfor).
De él se concluye que existen retos para la formación de competencias digitales, que van desde entregar la capacitación adecuada que demandan los mercados laborales, hasta lograr la incorporación exitosa de jóvenes con escasas posibilidades de acceder a nuevas infraestructuras y tecnologías.
“Existen numerosos desafíos al abordar la relación entre mejoras en la empleabilidad juvenil y las competencias digitales. El principal es el desajuste entre la oferta de competencias y el acceso de los más vulnerables a esa formación”, señala Gonzalo Graña, especialista de Cinterfor.
Como buena noticia señalar que, si la formación y capacitación digital llegan a las poblaciones más vulneradas, la digitalización opera a modo de nuevo ascensor social, como ya se ha comprobado que lo hace para reducir la brecha de género.
En ese sentido, María Gracia Espinoza, responsable de alianzas regionales de Laboratoria, entidad que se enfoca en las competencias digitales para mujeres con presencia en seis países de la región -Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, México y Perú- señala que “más de 3.000 mujeres han pasado por nuestros programas, experimentando un cambio radical que en algunos casos ha permitido incluso triplicar sus ingresos”.
Minijobs y trabajadores fantasma
Kate Crawford, autora de Atlas de Inteligencia Artificial indica que la IA ni es artificial ni es tan inteligente porque no es autónoma. En su charla de apertura del Congreso Futuro 2024 celebrado hace unas semanas en Chile, compartió con la audiencia que la IA necesita explotar recursos naturales como hidrocarburos, metales y tierras raras para funcionar, además de ser alimentada por “millones de personas que realizan las tareas necesarias para el desarrollo y funcionamiento de las aplicaciones: etiquetar manualmente los vídeos, clasificar las fotos, moderar contenido, transcribir audios o escribir recomendaciones”.
Detrás de las herramientas automatizadas se esconde una masa de personas invisibles y precarizadas en minijobs a las que se conoce como trabajadores fantasma. Integran la parte más baja de la llamada gig economy, asociada a la economía voluble de lazos débiles y a los puestos de trabajo cada vez más flexibles y menos comprometidos derivados de la digitalización.
En su publicación MIT Technology Review, el Instituto Tecnológico de Massachusetts ha planteado casos como el de la venezolana Oskarina Fuentes que alertan de que las grandes plataformas tecnológicas podrían utilizar a los países en crisis como caladero para cubrir este tipo de trabajos precarizados.
Regular los derechos de autor a partir de la irrupción de la IA generativa mantiene al colectivo artístico en pie de guerra
En este nuevo orden, los empleos de alto valor también existen y los profesionales cualificados, especialmente los expertos en Inteligencia Artificial e ingeniería de datos, encuentran espacio para desplegar sus habilidades en múltiples proyectos con una libertad y unas posibilidades de ingresos de las que no dispondrían trabajando como asalariados para un único empleador.
En Latinoamérica, la consultora Michael Page indica que el déficit de talento digital es cercano al 50%, mientras que un informe de IDC señala que en los próximos cinco años se necesitarán 2,5 millones de profesionales altamente formados para cubrir las necesidades de una economía digital competitiva. En el cortísimo plazo se augura una pelea en la búsqueda de profesionales que conozcan y manejen los resortes de la inteligencia artificial.
Arte es ética
La cuestión de regular los derechos de autor en las profesiones creativas a partir de la irrupción de la Inteligencia Artificial generativa mantiene al colectivo artístico en pie de guerra.
La aparición de herramientas como Midjourney o DALL-E, en el caso de los artistas gráficos, o de Chat GPT y otros asistentes similares de generación de texto entrenados con imágenes y contenidos de creadores sin que se reconozcan sus derechos de autor, es una de las reclamaciones colectivas que más se escucha a través del trabajo de asociaciones y grupos de presión para situar el debate en la agenda.
En Iberoamérica ha surgido Arte es ética, integrado por decenas de artistas independientes -ilustradores, diseñadores, fotógrafos, animadores, pintores, modeladores 3D, locutores y actores de doblaje- que despliegan acciones colectivasde concienciación y mediación con representantes políticos de Iberoamérica para que la regulación ética de la IA generativa sea una realidad.
La ilustradora Carmen García, señala que “la Inteligencia Artificial no sustituye la dirección de arte, ni el criterio ni la pura creatividad; sustituye la ejecución y lo hace de manera un tanto gruesa”. Y continúa: “El vacío legal en cuanto a derechos de autor es alarmante. No se puede registrar un estilo y esas inteligencias se alimentan de creaciones existentes con una autoría y un estilo propios. Esperemos que con el tiempo la situación se regule, encontrando otras vías de poner en valor nuestro trabajo: focalizar más en la creatividad de puro concepto, que no puede emularse, en el trabajo matérico de autor y en la reivindicación de lo artesanal y lo físico”.