En agosto de 2021, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) revisó al alza sus previsiones de crecimiento económico regional hasta el 5,9% este año. Para el 2022 se proyecta una desaceleración que llegaría en promedio al 2,9%. ¿Qué significan estas previsiones en el contexto de la peor crisis económica de América Latina y el Caribe desde inicios del siglo XX? La respuesta se puede resumir en una palabra: FRAGILIDAD.
Los pronósticos más optimistas apuntan a una recuperación en forma de “U”, porque los choques externos que golpearon las economías latinoamericanas empiezan a mejorar: flexibilización de las medidas de distanciamiento, aumento de la demanda externa, precio de las materias primas, remesas, exportaciones.
Además, hay un elemento estadístico. La base de comparación respecto al 2020 es muy baja, por lo que un crecimiento regional de 6% es insuficiente para recuperar los niveles prepandemia, que de por sí ya eran bajos. Entre los años 2014 y 2019, la región creció a una tasa promedio de 0,3%, un crecimiento mediocre solo comparable con el período de la I Guerra Mundial y la Gran Depresión.
Las debilidades estructurales que agudizaron la crisis COVID en América Latina y el Caribe no solo persisten, sino que se han agudizado, dejando graves secuelas como un mayor endeudamiento, aumento de la desigualdad, pérdida de empleos y conflictividad social. La CEPAL es contundente en su diagnóstico:
“Después de 2022, nada permite anticipar que la dinámica de bajo crecimiento previa a la crisis vaya a cambiar”.
Reformas impostergables para un cambio de rumbo
¿Cómo impulsar un crecimiento sostenible e inclusivo cuando pase la tempestad? La pandemia dejó al descubierto la necesidad de reformas profundas en el modelo económico y de desarrollo. El nuevo ciclo de demanda de materias primas como el litio, el auge del emprendimiento, la digitalización y la urgencia de la transición ecológica son “vientos de cola” para acometer una agenda de reformas demasiadas veces postergada.
En esta agenda reformista, será clave la coherencia de las políticas de corto plazo para responder a la emergencia social y económica con una visión de más largo plazo que propicie un cambio estructural progresivo en tres grandes frentes: el social, el productivo y el medioambiental.
La salida de la crisis implica un desafío que es al mismo tiempo productivo, tecnológico, social y político, explican desde la CEPAL, por lo que las reformas en estos tres frentes deben acometerse de forma simultánea y articulada.
Sectores clave para una recuperación transformadora
En su informe “Un nuevo futuro” la CEPAL acuña el término “recuperación transformadora”, e identifica siete sectores dinamizadores que podrían propiciar un gran impulso inversor para este cambio de modelo.
Entre estos sectores destacan el de las fuentes energéticas renovables no convencionales; la electromovilidad urbana; la universalización de la digitalización; la manufactura para el sector salud, la bioeconomía, la economía circular y el turismo sostenible. (Ver infografía)
Estos sectores tienen el potencial para generar empleos de calidad, potenciar la innovación, la diversificación de las exportaciones, las acciones de adaptación y mitigación al cambio climático. Para ello será clave articular políticas públicas industriales, tecnológicas y de impulso a las inversiones en estos sectores de oportunidad, lo cual requerirá construir consensos sociales y políticas para mitigar los efectos de la transición.
Ningún país de la región puede acometer semejante desafío en solitario, ya que estas transformaciones transcienden las fronteras nacionales. Una recuperación transformadora necesita de un multilateralismo reforzado y útil y fortalecer la cooperación regional para que de esta dolorosa crisis pueda emerger la oportunidad de una nueva etapa de desarrollo.