La existencia humana es tozudamente material y ha de ser sostenida. Hacerlo situando los cuidados en el centro sin sobreentender que se trata de una ocupación femenina, mayormente gratuita e infravalorada -pese a toda la literatura compensatoria acerca de la abnegación y la bondad- es un reclamo de los colectivos de mujeres entendiendo que, además, cuidar es un derecho que abre perspectivas transformadoras para quienes no están acostumbrados a asumirlo.
La anécdota es conocida y se difundió profusamente en los meses de confinamiento que trajo la pandemia de COVID-19. Cuando a la antropóloga Margaret Mead sus alumnos le preguntaron cuál era para ella el primer signo de que el hombre se había organizado bajo los aspectos básicos de una civilización, no mencionó hallazgos materiales ni herramientas “tecnológicas”: ni la piedra de moler, ni el arado, ni el anzuelo.
Mead, que además de antropóloga era poeta, habló de una actitud humana, el cuidado, como signo de nuestra evolución social. Señaló que el origen de la civilización es constatable a partir del fémur fracturado y vuelto a sanar de uno de nuestros ancestros. De un hueso roto y reparado porque un semejante permaneció al lado de quien no podía moverse para facilitarle el cuidado necesario hasta su curación.
A lo largo de la historia, quienes se han ocupado de cuidar los dos extremos de la vida, niñez y ancianidad, y de atender los cuerpos dependientes y vulnerables han sido mujeres. El centro del debate es si se trata de una cuestión de dotación genética y capacidad para reconocer la interdependencia o de que sencillamente las sociedades en las que vivimos distribuyen de forma no libre la tarea del cuidado.
“Todo ser humano y toda acción humana tiene su parte de naturaleza y su parte de cultura. Es indudable que hay un aspecto cultural importantísimo en que las mujeres hayan tenido que asumir los cuidados y que los hombres se hayan desentendido. En mis libros Ecofeminismo para otro mundo posible y Claves ecofeministas planteo que tenemos que enseñar a los varones a cuidar y exigir a todo ser humano que desarrolle esas capacidades que todos tenemos de ocuparnos los unos de los otros y de nuestro entorno”, señala la filósofa y ecofeminista Alicia Puleo.
Puleo comenta que la de los cuidados fue una corriente de la ética que surgió en la filosofía en los años 80 que introducía el punto de vista de las mujeres que valoraban la responsabilidad y el cuidado de los vulnerables como formas éticas. “Aquello fue una auténtica revolución en la ética y dio origen a muchas discusiones. Yo suelo decir “cuidado con el cuidado”. Está muy bien respetarlo y revalorizarlo, pero yo procedo del feminismo de la igualdad y entiendo que en muchas ocasiones a lo largo de la historia se ha alabado el cuidado proporcionado por las mujeres como una forma de que continúe la situación patriarcal en la que los hombres se desentienden de los cuidados y las mujeres son las que están atadas a ellos”, señala la filósofa.
Insiste, igualmente, en que el desarrollo económico de las sociedades está apoyado en el trabajo no remunerado e invisibilizado de los cuidados, realizados en aplastante mayoría por mujeres y advierte que “se está produciendo un debilitamiento, a veces querido y buscado, del Estado del Bienestar para reducir los cuidados proporcionados desde los servicios públicos que recaen, nuevamente, sobre las mujeres”.
La antropóloga, ingeniera, profesora y activista española Yayo Herrero, otra de las referencias del ecofeminismo global, señala que la vida humana es ecodependiente y también interdependiente y debe ser sostenida de forma intencional. La sostenibilidad del planeta y de la vida humana están trenzadas y Herrero indica que es tan urgente descarbonizar la economía como cambiar dinámicas productivas y sociales.
Algunas cifras
Según el informe Trabajo y empleo en el sector de la prestación de cuidados para el futuro del trabajo de la OIT, en 2030 habrá en el mundo 2.300 millones de personas necesitadas de cuidados (menores de 15 años y ancianos).
Los datos de 64 países, que representan dos terceras partes de la población activa global, muestran que en el mundo se emplean 16.400 millones de horas anuales en el trabajo de cuidado no remunerado, esto es, 2.000 millones de personas trabajando ocho horas diarias sin recibir ningún tipo de remuneración. Al valorar estos servicios sobre la base del salario mínimo por hora, la cifra resultante representaría el 9% por ciento del PIB mundial, alrededor de 11 billones de dólares.
Según el estudio, las mujeres tienen a su cargo el 76,2 % de todas las horas del trabajo de cuidado no remunerado, más del triple que los hombres.
En algunos países, la contribución de estos al trabajo de cuidado no remunerado ha aumentado a lo largo de los últimos 20 años. Sin embargo, en 23 de los países que facilitaron estos datos, el desequilibrio de género en el tiempo dedicado a estas responsabilidades disminuyó sólo 7 minutos al día durante las últimas dos décadas. A este ritmo, serán necesarios 210 años para acabar con las diferencias entre ambos sexos en la prestación de cuidados, indica el informe de la OIT.
Para ONU Mujeres, las labores de cuidado y el trabajo doméstico no remunerado que realizan principalmente las mujeres contribuyen tanto al desarrollo económico familiar como al de los países. Sin embargo, la falta de cuantificación económica invisibiliza a nivel macroeconómico el papel que desempeñan, lo que tiene un impacto negativo en su autonomía y empoderamiento económico. Tampoco permite mostrar una evidencia cuantitativa para la formulación de políticas públicas y de apoyo a quienes realizan estas labores.
Partiendo de las experiencias y aprendizajes de los países de América Latina y el Caribe, el informe de 2021 de ONU Mujeres y Cepal Hacia la construcción de Sistemas Integrales de Cuidados en América Latina y el Caribe. Elementos para su implementación, aborda las pautas a considerar para construir Sistemas Integrales de Cuidados: la definición de la población objetivo, los principios orientadores y sus componentes.
Señala por qué es importante invertir en cuidados, indicando sus beneficios para el avance de derechos, la eliminación de las desigualdades sociales y el logro de la igualdad de género, la dinamización de la economía y la sostenibilidad del desarrollo.
En esa misma línea, el estudio Avances en materia de normativa del cuidado en América Latina y el Caribe. Hacia una sociedad del cuidado con igualdad de género , también de ONU-Mujeres, afirma que los sistemas integrales de cuidado han ido ganando en concreción, con Uruguay como país pionero. Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Panamá, Paraguay, Perú y República Dominicana también avanzan en su implementación con diferentes grados de desarrollo. España, por su parte, tiene su propia hoja de ruta para desplegar una estrategia estatal de cuidados.
Cuidar a quien cuida
La alcaldía mayor de Bogotá, que incluye un conjunto de municipios que atiende a una población de alrededor de ocho millones de personas ha hecho una serie de avances significativos al adoptar un enfoque transversal de género en la formulación de políticas. Su alcaldesa, Claudia López, está impulsando una política de relevancia en el tema de los cuidados y en 2020, el gobierno municipal anunció una nueva Política Pública de Mujeres y Equidad de Género orientada a diez años vista en la que se invertirán más de 2.400 millones de pesos hasta 2030.
El Plan de Desarrollo de la ciudad requiere que todas las políticas se diseñen considerando sus impactos diferenciales en hombres, mujeres y otros grupos. Así, en la capital colombiana, todas las entidades gubernamentales reciben asesoramiento de la Secretaría de la Mujer sobre cómo contratar expertos en género e incorporar un enfoque transversal de género en sus planes y políticas.
De todas las iniciativas emprendidas, destaca lo que se conoce como Manzanas del Cuidado. Este sistema son una de las formas de operación del Sistema Distrital de Cuidado y constituyen áreas de la ciudad en las que se concentra infraestructura y servicios para atender de manera próxima y simultánea a las cuidadoras y a sus familias.
En las Manzanas del Cuidado las cuidadoras tienen tiempo y servicios gratuitos para realizar actividades puestas en pausa por la sobrecarga en los trabajos de cuidado. En ellas pueden estudiar, emprender, descansar, ejercitarse, recibir orientación y asesoría jurídica y psicológica. Todos los servicios son gratuitos y, mientras tanto, las personas a quienes cuidan son atendidas en espacios en los que se desarrollan sus capacidades y se promueve su autonomía.
STEM para ellas, sí. Cuidados para ellos, también
A la hora de cambiar las dinámicas ocupacionales por género, existen múltiples iniciativas que promueven las vocaciones y el interés de las niñas y las mujeres en carreras y actividades relacionadas con las disciplinas científico-tecnológicas que carecen de un paralelismo igual de intenso en la aproximación de los niños y los hombres a las actividades de cuidados.
Rodrigo Barraza, codirector para las Américas del Fondo Global para la Niñez señala en un artículo la importancia de poner foco en las masculinidades cuidadoras. En él, indica que, para las mujeres, asumir casi exclusivamente el trabajo de cuidado en el ámbito doméstico implica fatiga, sobrecarga y pérdida de oportunidades, mientras que, para los hombres, el cuidado asociado a la responsabilidad única de proveer para la familia genera trastornos emocionales, enfermedades y la adopción de conductas de riesgo. “Para ambos géneros, el cuidado se convierte en un peso que los limita, los aísla y los desgasta y como respuesta a este modelo injusto, han surgido nuevas propuestas que abogan por la promoción de masculinidades cuidadoras”, explica Barraza.
A través de su iniciativa Promoviendo Liderazgos Juveniles para la Justicia de Género, el Fondo Global para la Niñez apoya organizaciones lideradas por personas jóvenes en Centroamérica que promueven masculinidades saludables e involucran a niños y hombres jóvenes en la lucha por la justicia de género.
El mundo que viene
En su informe Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: El papel de las plataformas digitales en la transformación del mundo del trabajo, la OIT concluye que la discriminación en las plataformas de trabajo en línea está asociada a la exclusión respecto de ciertas oportunidades de empleo y a la baja remuneración por razón de la nacionalidad y el género de los trabajadores, una queja que formulan principalmente las mujeres. Además, ellas sufren en mayor medida actos de discriminación diversos riesgos en materia de seguridad y salud en el trabajo, particularmente violencia y acoso por razón de género.
Asimismo, aunque las mujeres encuentran trabajo en estas plataformas digitales, solo representan a cuatro de cada diez trabajadores en las plataformas de trabajo en línea y a uno de cada diez trabajadores en las de empleo localizado (VTC/taxi y reparto).
“Las plataformas digitales están transformando el mundo del trabajo, pero en ellas se repiten las mismas segregaciones ocupacionales por razón de género que en el mercado de trabajo tradicional”, señala Paz Arancibia, Especialista Senior Regional de Género y No Discriminación para América Latina y el Caribe de la OIT.
Paz Arancibia es también coautora de la nota técnica Cuidados y sostenibilidad. Agenda para un nuevo contrato eco-social publicada en agosto pasado.
En ella se señala que el cuidado del planeta y el de las personas están estrechamente ligados y que una agenda transformadora de género debe integrar un marco de políticas de cuidado para la acción climática que reconozca, redistribuya y reduzca el trabajo de cuidados no remunerado y recompense con empleos dignos y verdes a quienes realizan esos trabajos.
La nota concluye enfatizando la necesidad de enfocar los esfuerzos en la consecución de un nuevo contrato eco-social que promueva una transición justa y sociedades del cuidado más sostenibles, menos desiguales y generadoras de trabajos decentes para todas las personas.
El diálogo social y los aportes de los actores del mundo del trabajo –así como la voz y la participación de las personas que proveen y reciben cuidados– debe ser el motor de la toma de decisiones que alcance ese nuevo acuerdo eco-social para enfrentar el cambio climático y garantizar el bienestar de las personas y del planeta.