Desde el cierre de las escuelas en todo el mundo, la comunidad educativa, y en especial los docentes y las familias, están haciendo un gran esfuerzo para continuar implementado la instrucción en línea como primera medida para asegurar el derecho a la educación.
A diferencia de otros estudiantes, la hija de 13 años de Gabriela no puede simplemente iniciar sesión en la computadora y hacer su trabajo escolar en casa.
“Ella tiene parálisis cerebral y todos los apoyos que recibe en el Instituto me toca desempeñarlos a mí. Tengo que estar con ella al lado durante sus clases online, ejerciendo como auxiliar, profesora, pedagoga. Yo soy todos sus recursos ahora. Mientras, superviso a mi hijo, también con discapacidad. Por suerte puedo. Pero otros no tienen esa suerte”, explica la madre.
Gabriela es uruguaya, periodista, y vive junto a su familia en el País Vasco, España. Es madre de dos niños con discapacidad, de 13 y 16 años.
“La tecnología puede llegar a ser más inclusiva como herramienta educativa, pero el problema pasa por los contenidos”
Los niños y niñas con diferentes discapacidades pueden quedar excluidos si la educación en línea no se diseña de un modo accesible, o no tienen dispositivos de asistencia (calculadoras parlantes, lupas de texto, teclados alternativos y audiolibros), según las recomendaciones de respuesta a la emergencia del COVID-19 de Unicef.
“La tecnología puede llegar a ser más inclusiva como herramienta educativa, pero el problema pasa por los contenidos”, dice Gabriela.
“Esto se agudiza cuando la discapacidad se cruza con otras variables que generan desigualdad, tales como el género, la condición socioeconómica, la ruralidad y la pertenencia a comunidades indígenas o migrantes”, especialmente en Latinoamérica, según explica el último informe de la Red Regional por la Educación Inclusiva
Según este mismo informe, a pesar de las obligaciones del derecho internacional, la región latinoamericana tiene una deuda con la educación inclusiva, que salvo unas pocas excepciones como Paraguay, Brasil y Colombia, no cuenta con marcos normativos que la garanticen.
Garantías para la educación inclusiva
El Informe Mundial de la Discapacidad (2011) estima que un 15% de la población tiene algún nivel de discapacidad. Esto significa más de 1.000 millones de personas en riesgo de exclusión en todo el planeta.
Lograr que los niños con discapacidad vayan a la escuela es una de las metas más importantes del Programa Iberoamericano de Discapacidad, que viene trabajando desde 2018 con el objetivo global de coordinar las acciones necesarias para mejorar las políticas públicas que beneficien a las 90 millones de personas con discapacidad que existen en la región.
“Soy una convencida que la educación inclusiva es más una ilusión que una realidad. Y de ilusiones no se vive”, dice Gabriela.
Mientras, los padres están en casa, haciendo malabarismos entre el trabajo, la educación y el cuidado de sus hijos sin saber cuánto tiempo más podrán con esto.
El papel de los maestros
Los maestros tampoco la tienen fácil. “Armamos todos los contenidos pensando en la mejor manera para que los alumnos puedan acceder, pero sabemos que, aunque quisiéramos, no llegamos a todos. Y aquí pensamos no sólo en los niños con discapacidad, si no también en los niños con pocos recursos, sin ordenador, o sin acceso a internet”, explica Susana, una profesora de un colegio concertado en Barcelona.
Una de las cosas que mas les cuesta a los niños con necesidades educativas especiales es seguir el ritmo de los demás.
“Una madre le comentaba a la vetlladora (auxiliar de educación especial en Cataluña) que al final ella acaba haciéndole las tareas al hijo, porque si no se atrasa”, cuenta la docente. “Al final, hacemos seguimiento a muchos niños por teléfono y manteniendo comunicación constante con sus padres”
Una foto nunca va a poder reflejar lo duro que es esto. Yo estoy hoy que no puedo con mi vida y eso implica que mi hija no puede seguir el ritmo de clase ni hacer todas las asignaturas porque no estoy para ayudarla. Muchos profesores lo comprenden y le dan más tiempo pero a ella no le gusta porque queda en evidencia frente a sus compañeros. Mi hija es muy responsable.
Oportunidad para generar conciencia
A pesar de todo, la pandemia puede ser una oportunidad para generar conciencia y visibilizar el aporte de las personas con discapacidad a la sociedad.
Ivo, el hijo de Gabriela, tiene síndrome de Asperger. Durante el tiempo en casa, ha estado imprimiendo en 3D viseras y extensores para mascarillas para colaborar con los sanitarios, como parte del llamado de la Comunidad Maker de Euskadi. “El está orgulloso”, dice su madre.
“Nosotros como padres hacemos lo que podemos. Entendemos que es una situación inédita y no es para señalar ni acusar a nadie. Solo espero que las lecciones que se saquen no se olviden hasta la próxima pandemia”.