En Iberoamérica, la región latinoamericana se encuentra actualmente en el epicentro de la pandemia del coronavirus, tanto en el aspecto sanitario como en el socioeconómico.
Por un lado, las últimas cifras indican que de cada dos nuevos fallecidos por el COVID-19 en el mundo, uno es latinoamericano. Por el otro, los pronósticos más recientes del Fondo Monetario Internacional (FMI) señalan que la economía de América Latina se contraerá un 9,4%, por lo que será la segunda región del mundo más afectada después de la Unión Europea.
Los países más afectados son aquellos que dependen más del comercio mundial y en especial de las materias primas (como en el caso Sudamérica); de las remesas, que han caído entre un 20% y un 30% (Centroamérica), y del turismo (por ejemplo, República Dominicana). Pero también aquellos que tienen problemas incipientes de financiamiento interno e internacional.
La pandemia ha planteado retos pero también oportunidades que debemos aprovechar
Asimismo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) pronostica que Latinoamérica ha perdido 56 millones de empleos en el primer semestre de 2020, lo que la convierte en la región más golpeada del mundo en el aspecto laboral. Y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que la informalidad trepará del 54% actual a un 62%.
El panorama empresarial tampoco es alentador. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) calcula que podrían desaparecer hasta 3 millones de empresas formales, la gran mayoría microempresas. Las llamadas Mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas) representan el 97% del tejido productivo y el 67% de los empleos en América Latina.
Todo esto se traduce en 45 millones más de pobres y 26 millones más en pobreza extrema, según la CEPAL, lo cual en una región como la latinoamericana significa más hambre.
“La pandemia no ha destruido capital físico e infraestructuras, pero puede destruir capital humano por las gravísimas consecuencias socioeconómicas que acarrea. Lo que está en juego es la pérdida de nada menos que dos décadas de progreso social. Hablamos, en definitiva, de la mayor crisis que ha enfrentado América Latina en 100 años”, dice la secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspan.
Retos de la pandemia
Por lo general, los gobiernos de la región han reaccionado a la crisis con relativa premura. Han destinado a la protección social de emergencia durante la pandemia un promedio de US$44 per cápita. Sin embargo, este monto representa un tercio de lo que han invertido los países ricos: US$121.
Según datos del Banco Mundial, el 20% de las ayudas no está llegando a la gente que más la necesita, debido en parte a la alta informalidad en América Latina y a las dificultades que enfrentan millones de personas para poder alimentar a sus familias habiendo perdido su trabajo.
La región tampoco ha podido hacer más porque no tiene suficientes recursos: América Latina no puede salir de esta crisis sin financiamiento externo.
Las oportunidades
Ahora bien, la gran pregunta es qué pasará después. “La crisis del coronavirus ha acelerado las principales tendencias de América Latina en el siglo XXI, cristalizándolas en un día después, en una nueva normalidad que no se parecerá en nada a lo anterior. Me atrevería a decir que estamos ahora ante el verdadero comienzo del siglo XXI”, dice Rebeca Grynspan.
Según explica, la pandemia ha fragmentado el multilateralismo, ha provocado una crisis económica, ha generado una disrupción en los mercados y ha reforzado el descontento social.
Pero al mismo tiempo ha revitalizado la necesidad de avanzar en la integración regional, de realizar reformas económicas, de transformar el aparato productivo, de construir cadenas de valor transnacionales y de establecer un nuevo pacto social con la ciudadanía.
Además, ha puesto en evidencia la necesidad de seguir impulsando la innovación, la digitalización y la transición energética.
“La pandemia ha planteado retos pero también oportunidades que debemos aprovechar. Necesitamos más Iberoamérica para abrir nuevos mercados, para crear empleo, para pensar en nuevas ideas, para invertir en nuestra gente”, afirma Grynspan.
Según la secretaria general iberoamericana, no podremos hacerlo solos, de manera aislada; tenemos que trabajar juntos, tanto a nivel nacional como internacional. Para ella, nuestro futuro depende, como nunca antes, de la calidad de liderazgo del gobierno, del sector privado y de la sociedad, y de nuestro compromiso y una visión de largo plazo.
“Este es el verdadero comienzo del siglo XXI. El momento en que todos sus desafíos y todas sus promesas empiezan súbita y simultáneamente a entrar en juego”.