La guerra en Ucrania añade nuevas incertidumbres a la tímida recuperación de una pandemia cuyas secuelas sociales y económicas siguen golpeando duramente a Iberoamérica. Pese a las tensiones internacionales, nuestros países ya están poniendo en marcha sus planes de recuperación. Momento de preguntarse ¿a qué normalidad queremos volver?
“El mayor peligro podría ser una salida de la crisis que lleve a un retorno a la normalidad anterior”, advierte el estudio ”La cooperación Sur-Sur y Triangular y Agenda de Desarrollo Sostenible: Nudos críticos y horizontes en la respuesta a la COVID-19”, un resultado de la alianza entre la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y la Comisión Europea para promover modelos innovadores de cooperación Sur-Sur y Triangular.
En una América Latina con problemas estructurales que antes de la pandemia ya estancaban la economía y profundizaban las desigualdades y ante una importante disminución de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y limitados márgenes fiscales para las políticas sociales, parece claro que no son buenos tiempos para la región. En este escenario, existe un riesgo real de retroceso y paralización en el cumplimiento de la Agenda 2030.
Si es cierto que de las grandes crisis surgen también las grandes transformaciones, la sacudida sin precedentes que significó la pandemia podría detonar una redefinición de la propia arquitectura del sistema de cooperación internacional y la forma de entender el desarrollo que dicha cooperación busca propiciar, un desarrollo con múltiples dimensiones y que es mucho más que solo crecimiento económico.
Se necesita una reforma del sistema de cooperación internacional que responda a la Agenda 2030 propiciando relaciones más simétricas y horizontales
Si esto fuera así ¿cómo debe ser esa nueva (y mejor) cooperación que ayude a construir un nuevo (y mejor) tiempo? Bernarbé Malacalza, autor del estudio sobre cooperación y desarrollo sostenible afirma que “se necesita una reforma del sistema de cooperación internacional que responda a la Agenda 2030 propiciando relaciones más simétricas y horizontales, que invite a la colaboración a diferentes actores a diferentes niveles”.
Una de las grandes lecciones de la crisis de la COVID ha sido precisamente la consciencia de la “globalidad” e interdependencia de los desafíos, algo que también plantea la Agenda 2030. Durante la pandemia, esos desafíos compartidos intensificaron en Iberoamérica una colaboración a distintos niveles y con múltiples actores aplicando lógicas integradoras, horizontales e innovadoras, que entendían que todas las respuestas no están de un lado ni todos los problemas en el otro.
El potencial de la cooperación triangular
Según Martín Rivero, coordinador del Espacio Iberoamericano de Cohesión Social y Cooperación Sur-Sur de la SEGIB, la crisis de la COVID-19 evidenció la falta de flexibilidad que el actual sistema de cooperación internacional viene arrastrando. Por eso, explica, frente a la pandemia ganaron relativa importancia nuevos instrumentos como la Cooperación Sur-Sur (CSS) y Triangular (CT). El contexto actual, subraya Rivero, nos llama a sumar esfuerzos y actuar de manera coordinada ante problemas que superan las fronteras y que tienen un componente claramente global.
La Cooperación Triangular se menciona cada vez con más frecuencia en los foros internacionales como una dinámica transformadora que podría impulsar un cambio sistémico que demanda la Agenda 2030.
Por su parte, el autor principal del estudio sobre Cooperación y Desarrollo Sostenible, Bernabé Malacalza opina que, “la comunidad de cooperación internacional está en un momento clave para potenciar asociaciones eficaces para el intercambio horizontal de conocimiento y un pensamiento innovador”. ¿En qué consiste exactamente la innovación que supone la cooperación triangular para enfrentar mejor esta y futuras crisis?
¿Qué valor añadido aporta la Cooperación Sur-Sur y Triangular en un contexto como el actual? Se trata, según Rivero, de una cooperación basada en capacidades y no en una mera transferencia de recursos financieros, algo sumamente importante en tiempos de estrechez económica. Otra ventaja importante es que ofrece mayores posibilidades de sumar a cada vez más actores para buscar soluciones compartidas a desafíos comunes, como sucede con la pandemia.
Sin embargo, hay dos características que hacen de la CSS y la CT instrumentos muy útiles para aplicar la Agenda 2030. La primera es la horizontalidad donde la jerarquía tradicional donante-receptor se transforma en una relación entre socios. La segunda es su enfoque multidimensional, que conecta con la propia concepción de desarrollo que propone la Agenda 2030, amplía Rivero.
El modelo iberoamericano
En las últimas décadas, Iberoamérica ha adquirido un papel protagónico en la promoción de la CSS y la CT y es la región del mundo en la que estas modalidades de cooperación se encuentran más presentes, apunta el responsable del Espacio de Cohesión Social de la SEGIB.
“En Iberoamérica se ha conjugado una forma de entender el desarrollo y de cooperar en plena alineación con la Agenda 2030, cuya trayectoria en Cooperación Sur-Sur y Cooperación Triangular es más amplia que en el resto del mundo”, coincide la ex directora de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), Carmen Castiella.
El estudio sobre Cooperación Triangular y desarrollo sostenible concluye que Iberoamérica puede inspirar y detonar una nueva forma de entender la cooperación al desarrollo, anclada en las llamadas “3M”: Multiactor, Multinivel y Multisectorial, que son precisamente las señas de identidad de la cooperación iberoamericana y la propuesta de acción de la propia Agenda 2030.
Los valores de la cooperación iberoamericana pueden inspirar transformaciones en la arquitectura de la cooperación internacional en la lógica de desarrollo que propone la Agenda 2030
La SEGIB, por su parte, posee un “saber hacer”, avalado por más de una década de generación de formas comunes de registro y cuantificación de la Cooperación Sur-Sur y Triangular, lo cual puede ser de gran utilidad para elaborar conjuntamente informes regionales, sectoriales o globales en estas modalidades de cooperación.
Gracias a ese trabajo de sistematización, se constata que los países iberoamericanos han avanzado considerablemente en la alineación de su cooperación con los ODS, o que, durante las últimas décadas, a través de la Cooperación Sur-Sur y Triangular nuestros países desarrollaron capacidades en salud y gestión de desastres que probaron ser decisivas para afrontar la emergencia derivada de la pandemia en nuestra región.
Un puente entre Europa y América Latina
En momentos en que el multilateralismo está en horas bajas y se reduce la cooperación y la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), es llamativo que la Secretaría General Iberoamericana y la Unión Europea se unan para construir juntos “un modelo innovador de Cooperación Triangular”, una alianza de la que surge precisamente el estudio sobre Cooperación y Desarrollo Sostenible que hemos explicado en este artículo, al igual que otros trabajos sobre cooperación descentralizada y cooperación con pueblos indígenas.
Se trata de una alianza con gran potencial, explica Rivero, ya que la Unión Europea (UE) como bloque, al igual que sus países miembros son los principales donantes a nivel mundial de Ayuda Oficial al Desarrollo, por lo que “una redefinición de las relaciones de cooperación entre la UE y América Latina impregnada de los valores de la CSS y CT podrían permear al conjunto del sistema internacional derivando en un modelo global más horizontal”.
Alianzas y colaboración a todos los niveles, desde los territorios hasta los gobiernos, sumando a la ciudadanía, la sociedad civil, las empresas, con un enfoque integral del desarrollo que se construye a través de relaciones más horizontales es el espíritu de la Agenda 2030 y el ADN de una cooperación transformadora que Iberoamérica y Europa están construyendo en este momento.