La cooperación iberoamericana se ha fortalecido y profundizado a lo largo de las últimas tres décadas como expresión de la madurez de un proyecto político que ha evolucionado desde el sistema de Cumbres de la década de los noventa a una Comunidad de Naciones con relaciones más horizontales y simétricas en el siglo XXI.
Iberoamérica ha desarrollado un ecosistema de colaboración que va más allá de los gobiernos y ministerios e incorpora a la sociedad civil, universidades, centros de pensamiento, municipios, ciudades, empresas y una amplia gama de actores en una colaboración viva que evoluciona y se adapta a los desafíos de hoy.
Esta profundización de la cooperación iberoamericana- en línea con la Agenda 2030 de desarrollo sostenible- convierte al Espacio Iberoamericano en una “red de redes” y construye la cooperación iberoamericana también de abajo hacia arriba: desde las personas y sus necesidades y desde los países y sus prioridades.
La cooperación iberoamericana es hoy un lazo de unión entre nuestros países, más allá de la diversidad de opiniones e ideologías.
La evolución de cooperación refleja esta profundización del Espacio Iberoamericano a través de una acción que trasciende las reuniones de jefes y jefas de Estado, que ha sabido consolidar alianzas y tejer nuevos intercambios a nivel regional, estatal y local.
Cooperación para un nuevo paradigma de desarrollo
Cuando la secretaria general iberoamericana, Rebeca Grynspan asumió el cargo en 2014, los países le encomendaron la renovación institucional de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), un mandato que también permeó hacia la cooperación Iberoamericana, que también se estaba alineando a los nuevos paradigmas de desarrollo.
En septiembre de 2015, la Organización de Naciones Unidas aprobó la Agenda 2030, que planteaba un nuevo paradigma de desarrollo, con una “dimensión verde” para la sostenibilidad medioambiental y con mayor peso de las alianzas multi-actor y multinivel, algo en lo que Iberoamérica tiene una importante experiencia acumulada.
Tanto la renovación institucional de la SEGIB, como la implementación de la Agenda 2030 han sido decisivos para configurar la cooperación iberoamericana que tenemos hoy: más amplia, más transparente, más especializada, más horizontal y más innovadora.
Así como los países iberoamericanos alinearon sus planes nacionales de desarrollo a la Agenda 2030, los Planes de Acción Cuatrienales de la Cooperación Iberoamericana (PACCI) también se adaptaron para trabajar “en clave ODS” y para apoyar la formación de capacidades y el intercambio de conocimientos entre los países.
A los tradicionales tres espacios de cooperación de la SEGIB: cultura, cohesión social y conocimiento, se incorporaron nuevos ejes estratégicos como igualdad de género, sostenibilidad medioambiental, innovación, emprendimiento, cuarto sector, transformación digital, entre otros.
“Nuestra cooperación se ha densificado”, haciéndose más útil para los países, más cercana a su realidad, más especializada, más transparente y más digital (Rebeca Grynspan, secretaria general iberoamericana).
Hoy, nuestra región cuenta con una plataforma en línea de seguimiento de la cooperación iberoamericana con datos e información por programas y países; un sistema integrado de datos de Cooperación Sur-Sur en una región que se ha convertido en referente en esta modalidad de cooperación, por mencionar solo algunos ejemplos. Los países trabajan “en línea” con herramientas del siglo XXI, como fue posible en el camino hacia la reciente Cumbre Iberoamericana de Andorra.
Resultados en áreas clave
Esta ampliación de la cooperación a nuevos ámbitos ha generado resultados en áreas clave como igualdad de género, área que ha logrado transversalizar la perspectiva de género a todos los programas y acciones de la cooperación iberoamericana. Además, en alianza con ONU Mujeres trabaja en el empoderamiento económico de las mujeres, promoviendo, junto a los países, la eliminación o reforma de leyes que limitan el empoderamiento económico de las mujeres.
Otra área de trabajo clave en los últimos años es la innovación en todas sus formas: innovación abierta, innovación ciudadana, innovación empresarial, todas ellas necesarias para la transformación a la que llama la Agenda 2030. Los 6 Laboratorios de Innovación Ciudadana, realizados desde 2014 han producido 63 soluciones a desafíos comunitarios y ciudadanos en áreas como medioambiente, discapacidad, sostenibilidad alimentaria, entre otros. Además, se ha generado una metodología novedosa para la innovación pública, para una institucionalidad más cercana y orientada a los desafíos de hoy.
La cooperación iberoamericana se ha ampliado a nuevas áreas para apoyar el cumplimiento de la Agenda 2030: igualdad de género, innovación, medioambiente, entre otras.
A lo largo de los últimos años, desde Iberoamérica también hemos apoyado la transformación digital de las Pymes e impulsado un nuevo paradigma de empresas con propósito—también llamado Cuarto Sector— que está promoviendo cambios regulatorios para favorecer los negocios que apuestan por la sostenibilidad medioambiental y el beneficio social.
Nuevas iniciativas con enfoque 2030
La XXVII Cumbre Iberoamericana de Andorra marcó un punto de inflexión en la cooperación iberoamericana, con la aprobación de 4 nuevas iniciativas propuestas por los países y que contribuyen directamente al logro de uno o más objetivos de la Agenda 2030.
Estas nuevas iniciativas tienen un impacto directo en la vida de las personas en áreas como el combate y prevención de la violencia de género (ODS5), la erradicación de la enfermedad de Chagas (ODS3), la protección de las lenguas indígenas (ODS4 y ODS16) y la difusión de la Agenda 2030 para facilitar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS17).
Como respuesta a la crisis socio-sanitaria derivada de la pandemia y con el objetivo de prevenir y coordinar acciones ante futuras pandemias, la XXVII Cumbre Iberoamericana también recomendó la creación de un Observatorio Epidemiológico Iberoamericano, que fortalecerá, coordinará y ampliará las capacidades ya existentes en la región.
En definitiva, 30 años después de la primera Cumbre Iberoamericana en 1991, nuestra región ha consolidado un ecosistema de cooperación que es resultado directo del diálogo político y de la construcción de la Comunidad Iberoamericana, una cooperación construida a partir de respuestas comunes y que ha ayudado a desarrollar relaciones más simétricas y horizontales entre nuestros países, una cooperación útil que sintoniza con los grandes desafíos de hoy.