En noviembre de 2020 dos potentes ciclones bautizados como Eta e Iota asolaron Centroamérica con apenas dos semanas de diferencia. Como si la crisis de la pandemia no hubiera sido suficiente, la fuerza de la naturaleza devastó por partida doble comunidades rurales y barrios urbanos de países ya duramente castigados por la pobreza como Honduras, Guatemala y Nicaragua.
Aunque Centroamérica se llevó la peor parte, la naturaleza enfurecida también causó lluvias torrenciales, inundaciones y deslizamientos de tierra en partes de Colombia y la mayoría de las islas del Caribe.
No era la primera vez y seguramente no será la última que países altamente expuestos a los efectos del cambio climático sufren fenómenos meteorológicos extremos. Según cifras del Banco Mundial, los desastres naturales vinculados a la degradación medioambiental podrían empujar a 132 millones de personas a la pobreza en países en vías de desarrollo en todo el mundo.
Inundaciones, deslizamientos, sequías, incendios serán fenómenos cada vez más frecuentes, que empujarán a la migración por motivos climáticos de 17,1 millones de personas, un 2.6% de la población de América Latina para el año 2050, según las predicciones de un inquietante informe del Banco Mundial.
En un escenario de futuras emergencias naturales y ante los evidentes efectos de la degradación medioambiental en Iberoamérica, las alianzas y la cooperación triangular en medioambiente y gestión de desastres cobran una gran relevancia. De allí que no es de extrañar que los proyectos y acciones de cooperación en estas dos áreas registren un crecimiento constante y ganen peso en el conjunto de la cooperación triangular durante la última década.
Cooperación triangular en medioambiente
Iniciativas como el Programa de Cooperación Triangular España-América Latina y el Caribe en Cambio Climático, en el que participan Argentina, Chile, Colombia, El Salvador, Honduras, Paraguay, Perú, Rep. Dominicana y Uruguay, junto con España como segundo oferente, son ejemplos de acción conjunta e intercambio de experiencias en adaptación al cambio climático, gestión ambiental, recuperación de suelos, reducción de emisiones de CO2, entre otras.
Otro ejemplo es la elaboración de un catálogo de experiencias, buenas prácticas y apoyo técnico de Costa Rica en materia de medioambiente y cambio climático para que terceros países puedan replicarlas sumando el apoyo técnico costarricense, un país que ha hecho de la protección del medioambiente una política de Estado.
El medioambiente ha ido ganando peso en la Cooperación Sur-Sur y Triangular y lleva aumentando su participación de forma ininterrumpida desde 2013, llegando a duplicar su peso en tan solo seis años, con un aumento de 113% en el número de proyectos entre 2013 y 2019, según muestra el Informe de la Cooperación Sur Sur 2020.
Sin embargo, la importancia que los países iberoamericanos conceden a los desafíos medioambientales no se manifiesta solo en términos de cantidad de iniciativas, sino también en la dimensión de estas intervenciones. La cooperación iberoamericana en medioambiente se está ejecutando actualmente mediante proyectos y programas que tienen un recorrido y una duración más estable que las acciones puntuales.
El peso de la cooperación iberoamericana en medioambiente se manifiesta tanto en términos de cantidad de iniciativas como en la dimensión de las intervenciones.
Aunque la tendencia de crecimiento del sector medioambiental se observa en todas las modalidades de Cooperación Sur Sur, es aún más fuerte en la cooperación triangular. En 2016 llegó a representar más de una sexta parte de las iniciativas (17,5%) manteniendo su alta participación en los años siguientes.
Cristina Xalma, autora principal del Informe de la Cooperación Sur Sur y Triangular en Iberoamérica 2020, considera muy significativo que el medioambiente adquiera esta creciente importancia bajo la modalidad de cooperación triangular.
Solo en el período 2015-2020, destaca, participaron en la cooperación triangular hasta 98 actores distintos, no solo países, sino también organismos internacionales y multilaterales, lo cual “nos muestra cómo la cooperación triangular está orientada a sumar esfuerzos para encontrar soluciones globales ante desafíos compartidos”.
Esperar lo mejor, prepararse para lo peor
Vinculadas al tema medioambiental y de adaptación al cambio climático, se encuentran las iniciativas para fortalecer las capacidades vinculadas a la gestión de emergencias y desastres, las cuales han tenido una creciente importancia dentro de la cooperación triangular, especialmente en el período 2014-2019 cuando éstas se cuadruplicaron.
De hecho, en 2019, la Gestión de desastres agrupó 8 acciones y 6 proyectos, lo que representa casi la décima parte de todas las iniciativas que estaban en ejecución en ese año.
¿En qué consiste exactamente la cooperación triangular vinculada a la gestión de desastres? ¿Quiénes protagonizan estos intercambios? Se trata de iniciativas lideradas por países que acumulan experiencias comunes en la reducción de riesgos, pero también hay programas de cooperación triangular de países en alianza con organismos multilaterales.
Por ejemplo, la iniciativa Kizuna en la que Japón y Chile colaboran con países de América Latina y el Caribe, trabaja para la reducción de riesgos ante eventos extremos como tsunamis, terremotos, incendios forestales aluviones e inundaciones, entre otros, impulsando una red regional de reducción de riesgos de desastres.
El fin último es avanzar hacia una región más resiliente y preparada para estos eventos extremos, mejorando la preparación de la población, reduciendo los tiempos de respuesta de los servicios de emergencia y entidades públicas y gestionando mejores procesos de reconstrucción después de producido el evento.
Por su parte, el Fondo Regional de Alemania para la Cooperación Triangular en América Latina y el Caribe apoya otro proyecto que busca fortalecer el Sistema de Alerta Temprana (SAT) de República Dominicana fortaleciendo la comunicación entre instituciones, el monitoreo efectivo de las posibles amenazas de desastres naturales. Esto permite aplicar medidas anticipadas y preventivas para minimizar los daños.
Este ejemplo ilustra cómo las capacidades compartidas por los países en Gestión de desastres mediante la Cooperación Triangular en los últimos años contribuyen a fortalecer la respuesta de nuestra región ante la pandemia de la COVID-19, ya que muchos aspectos esenciales como la coordinación intersectorial y la comunicación adecuada son comunes tanto a los desastres de origen natural como a las emergencias sanitarias.
Los desastres naturales vinculados a la degradación medioambiental podrían empujar a 132 millones de personas a la pobreza, según el Banco Mundial
Por su parte, los proyectos del Fondo Brasileiro de Cooperación en la OEA (FBC/ OEA), uno vinculado al rescate de personas durante situaciones de emergencia y otro para la prevención y mitigación de incendios urbanos ejemplifican la colaboración entre países y organismos multilaterales en el ámbito de prevención y gestión de riesgos y emergencias.
Los efectos del cambio climático en forma de desastres naturales y de deterioro de las condiciones para la agricultura y otras actividades económicas profundizan la situación de pobreza de millones de personas”. Es un desafío común para la mayoría de los países en Iberoamérica, una de las regiones más expuestas a los efectos del cambio climático. Es un contexto en el que la cooperación Sur Sur y Triangular tanto en medioambiente como en gestión de desastres se convierte en una herramienta sumamente útil para enfrentar este desafío de forma conjunta, concluye Cristina Xalma.