Cuando en 2014 Suecia se convertía en el primer país del mundo en adoptar una política exterior definida abiertamente como feminista, algunos lo vieron como un hecho aislado y más propio de los países nórdicos. Tras el país escandinavo, Canadá (2017), Francia (2019) y Luxemburgo (2021) continuaron una senda que también ha llegado a Iberoamérica de la mano de México y España, que adoptaron el feminismo como seña de identidad de su acción exterior.
El 9 de enero de 2020, México se convertía en el quinto país del mundo y el primero de Iberoamérica en adoptar una Política Exterior Feminista (PEF). El canciller Marcelo Ebrard anunciaba: “El Gobierno de México es feminista como lo es también su política exterior”, una declaración que apunta a la primera clave para entender este paso: la igualdad entre mujeres y hombres debe ser una política de Estado ejecutada coherentemente a nivel doméstico y en la acción exterior.
Por su parte, España declaró el feminismo como eje transversal de su Estrategia de Acción Exterior 2021-2024. En marzo de 2021, coincidiendo con el mes de la igualdad de género, el Ministerio de Relaciones Exteriores Unión Europea y Cooperación y el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez presentaron la “Guía de Política Exterior Feminista”, que incluye los principios rectores (qué implica la adopción de esta política), y las líneas de acción, los actores, mecanismos de seguimiento—y algo muy importante—los recursos que se destinarán a su aplicación.
México y España son los primeros países iberoamericanos en promulgar una Política Exterior Feminista (PEF), que implica un reenfoque de sus relaciones internacionales y de cooperación
Aunque México y España son los únicos dos países iberoamericanos que han oficializado al más alto nivel político el feminismo como principio rector de su comportamiento internacional, Argentina, Chile y Colombia han dado algunos pasos decisivos al propiciar un diálogo desde los Ministerios de Relaciones Exteriores, redes y asociaciones de la sociedad civil y organismos internacionales para que la agenda feminista marque un nuevo enfoque de sus relaciones internacionales.
Por su parte, Honduras está dando un renovado impulso a la igualdad de género, de la mano de la primera mujer presidenta en la historia de este país, quien tomaba posesión de su cargo con esta promesa: “Mujeres, no les voy a fallar, voy a defender sus derechos”.
¿Qué implica una política exterior feminista?
Aunque existen diferentes definiciones, enfoques y modelos en función del contexto y prioridades de cada país, un elemento común de toda política exterior feminista es que posiciona la igualdad como elemento transformador tanto del país como de sus relaciones internacionales. Su aplicación va más allá de poner el apellido “feminista” a la política exterior o nombrar más mujeres en los cuerpos diplomáticos.
Cada vez más voces del ámbito multilateral apuntan a que la igualdad de género debe considerarse un “bien público global” esencial para lograr otros importantes objetivos de la agenda internacional como la erradicación de la pobreza, la educación inclusiva, la salud o la reducción de las desigualdades. Por tanto, los países pueden ayudar a construir este “bien global” desde su acción internacional al tiempo que lo hacen desde sus políticas domésticas.
Alicia Bárcena, exsecretaria ejecutiva de la CEPAL, defiende que “una política exterior feminista también implica la promoción del multilateralismo para abordar de forma coordinada los nudos estructurales de la desigualdad de género”. También señala a todas las desigualdades estructurales de la región, un tema que requiere, en su opinión, “cambiar el paradigma de desarrollo dominante, la cultura del privilegio y del patriarcado”.
Según el International Center for Research on Women (ICRW), una política exterior feminista implica “adoptar un enfoque más transformador para el progreso de la igualdad y la inclusión de género, de manera que sea intersectorial y que se enfoque en una transformación estructural de las relaciones de poder y no solo en ascender a algunas mujeres”.
El asunto del poder, tan decisivo como espinoso, es uno de los mayores desafíos para la implementación de las políticas exteriores feministas, en un camino que aún está en construcción. Según María Solanas, directora de programas del Real Instituto El Cano, no se trata únicamente de “sumar a más mujeres, porque presencia no es poder”. Se necesitan, añade, “posiciones de liderazgo desde las que se puedan promover políticas en favor de la igualdad de género que, sostenidas en el tiempo, cristalicen en cambios estructurales.”.
Daniela Sepúlveda, cofundadora de la red Nueva Política Exterior en Chile , uno de los centros de pensamiento que está impulsando la mirada feminista en la acción exterior chilena, coincide con María Solanas en que un enfoque feminista en las relaciones internacionales es un desafío a las lógicas de poder imperantes. Para ella, este nuevo enfoque debe aplicarse tanto dentro de las cancillerías como desde el abordaje “masculinizado” de los grandes temas de la agenda global como la paz, la prevención de conflictos, las migraciones o el cambio climático, en los que a la mujer se ha asignado una posición pasiva en el rol de “receptora” de políticas más que generadora de transformaciones.
Un enfoque feminista de las relaciones internacionales supone un desafío a las lógicas de poder imperantes, tanto a lo interno de las cancillerías como en el abordaje de los grandes temas de la agenda global
Una comparativa de esglobal y España Global de la política exterior feminista de Canadá, México y Suecia apunta también en esta dirección: “Una política exterior feminista debe asignar recursos suficientes para la lograr la igualdad de género y ha de desbaratar las estructuras de poder dominadas por los hombres, desde las mesas de la diplomacia hasta el diseño de los programas de ayuda exterior”.
La politóloga chilena Daniela Sepúlveda argumenta en su análisis publicado por la Fundación Carolina, que la feminización de las relaciones internacionales “implica reconocer las brechas de género en la política exterior y al mismo tiempo dar forma a una nueva aproximación analítica y teórica de las relaciones entre países, organizaciones subregionales, regionales e internacionales.”
México y España
México define su Política Exterior Feminista (PEF) como “el conjunto de principios que buscan, desde la política exterior, orientar las acciones gubernamentales para reducir y eliminar las diferencias estructurales, brechas y desigualdades de género con el fin de construir una sociedad más justa y próspera”, explica el documento informativo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
La PEF mexicana se coordina desde la Subsecretaría de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la cancillería y su aplicación se contempla para el período 2020-2024, año en que el ejecutivo mexicano aspira a conseguir la plena paridad en el empleo, la igualdad salarial y la aplicación de una perspectiva de género en todos los puestos, resoluciones y mandatos de su acción exterior.
En la cancillería mexicana defienden que el principal valor añadido de su política es que “hace transversal el enfoque de derechos humanos, la perspectiva de género y la interseccionalidad en todas las áreas de la política exterior mexicana: posicionamiento, recursos, puestos de toma de decisión y de liderazgo, entre otros”.
Por su parte, la Estrategia de Política Exterior Feminista española integrada en la Estrategia de Acción Exterior 2021-2024 sitúa la igualdad de género como un principio transversal en todos los ámbitos de la política exterior, desde su formulación hasta su evaluación, pasando por la cooperación al desarrollo.
Por tanto, su aplicación incluiría los espacios multilaterales, la Unión Europea, las relaciones bilaterales, y la política de cooperación al desarrollo. Al declararse feminista, la cooperación española sitúa a la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas en el centro de las transformaciones, resume la analista Marta Solanas, al analizar la PEF española.
En el plano interno, añade Solanas, también el Ministerio de Exteriores español contempla la igualdad en el servicio exterior, fijando entre sus objetivos pasar del 21% al 25% de mujeres en jefaturas de misión antes de finalizar la actual legislatura.
Tanto España como México enfocan sus políticas exteriores feministas en valores democráticos y derechos humanos, pero según el análisis de esGlobal, la de México pone el acento en dos problemas de su propia agenda feminista nacional: la violencia contra las mujeres y la participación política.
Además, la implementación de la PEF mexicana tiene el valor de “dar voz al Sur global” y de posicionar internacionalmente un feminismo latinoamericano que trasciende los estándares anglosajones y europeos, explica Tatiana Telles, especialista de Género y políticas públicas de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), México, entrevistada para contextualizar el análisis comparativo de esGlobal y España Global.
¿Y América Latina?
Desde los Ministerios de Relaciones Exteriores de Argentina, Chile y Colombia se han dado pasos para incorporar la perspectiva de género a la acción exterior, pero estos aún no se han concretado en la formulación de políticas exteriores feministas refrendadas al más alto nivel político y con todos los elementos que contemplan estas estrategias en otros países.
En este sentido, la ministra de Relaciones Exteriores de Chile, Antonia Urrejola, anunció recientemente que el Gobierno de Chile está trabajando en una Política Exterior Feminista, que impulsará iniciativas en todos los espacios disponibles para combatir las desigualdades, tanto desde el ámbito de las relaciones bilaterales como en instancias multilaterales.
Por su parte, Colombia ha hecho de la participación de las mujeres un tema central de la implementación del Acuerdo de Paz firmado en 2016, alineándose así con el enfoque propuesto por Naciones Unidas de participación femenina en los procesos internacionales de paz, desarme, prevención de conflictos y reinserción de excombatientes. En este contexto, la viceministra de Asuntos Multilaterales de Colombia, Laura Gil, anunció que su país formularía una política exterior feminista que, entre otras cuestiones, se alineará a la Agenda de Mujer, Paz y Seguridad promulgada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Daniela Sepúlveda, quien califica la feminización de la política exterior como “el nuevo emprendimiento normativo de América Latina”, concluye que la región “está avanzando poco a poco hacia un necesario cuestionamiento de la práctica tradicional de la política exterior, a la vez que está exponiendo qué silencios se han estado acumulando y agudizando en la noción tradicional de lo que entendemos por “alta política”, donde las inquietudes feministas han sido sistemáticamente ignoradas”.
México y España han abierto un camino al que se están sumando cada vez más países iberoamericanos que abiertamente manifiestan su intención de adoptar políticas exteriores feministas. El desafío de estos próximos “emprendimientos normativos” es ir más allá de cuestiones de administración interna (que no dejan de ser importantes) para ahondar en los grandes temas de la política internacional como el desarrollo, la sostenibilidad, la ayuda humanitaria, la seguridad, defensa y la cooperación internacional, ámbitos en los que una política exterior feminista supone también un enfoque más humanista, pacifista y de derechos humanos. La senda está abierta y el ambiente es propicio.