La pandemia del COVID-19 ha obligado a replantear muchos de los paradigmas y conductas a las que el mundo estaba acostumbrado. Por eso, a pesar de sus terribles efectos en la salud, la sociedad y la economía, también puede ser vista como una ocasión de actuar —e innovar— en otro tema crucial.
Se trata de la urgencia de combatir el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, así como de dar pasos concretos hacia un nuevo modelo económico tendiente a lograr un desarrollo que incluya a todas y todos y que regenere el medio natural.
En las últimas décadas, el sistema de producción y consumo ha llevado a sobrepasar varios de los límites de los ecosistemas. La humanidad ha vivido por encima de las posibilidades que puede soportar el planeta, generando además desigualdad para gran parte de la población mundial.
Esto ha tenido consecuencias tan palpables como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, lo que ha aumentado la vulnerabilidad de las poblaciones, al tener efectos directos en sus recursos básicos y su salud.
Desde hace tres años el Observatorio Iberoamericano de Cambio Climático y Desarrollo Sostenible de la Rábida (Huelva, España) estudia la situación ambiental en la región e identifica las mejores prácticas.
Esta institución ha sido fruto de un acuerdo de cooperación entre cuatro instituciones: la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), la Diputación de Huelva, la Junta de Andalucía, y la Secretaría de Estado de Cooperación y para Iberoamérica (SECIPI) del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España.
Su primer Informe sobre Cambio Climático y Desarrollo Sostenible, presentado en 2018 durante la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno en La Antigua (Guatemala), arrojó datos reveladores. Entre ellos, que la mayoría de las emisiones de CO2 (47%) proceden de la agricultura y del cambio en el uso del suelo y de los bosques.
Este dato obliga a replantearse las transformaciones que deben promoverse en el modelo alimentario de la región para disminuir el desperdicio de comida y reducir el consumo de proteína animal.
Por otra parte, el 36% de las emisiones en Iberoamérica provienen del transporte, prácticamente casi todo de la circulación por carretera, lo que invita a innovar con urgencia para lograr una mayor sostenibilidad en el sector.
Del mismo modo, una adecuada economía circular podría mejorar significativamente la gestión de los residuos, que son responsables del 7,4% del CO2 en Iberoamérica.
Actualmente, menos de la mitad de la basura de todo tipo se maneja de un modo adecuado en la región, por lo que la transformación de este sector hacia un modelo más circular en el que se incentive la baja generación de residuos podría crear oportunidades de trabajo.
Liderazgo y compromiso
Varios países iberoamericanos como Costa Rica, Portugal y Uruguay señalan el camino en materia ambiental, ya que son líderes mundiales en energías renovables y a la vez son claros ejemplos de las oportunidades de inversión y empleo que ofrece la transición energética.
Asimismo, Iberoamérica ha ratificado su compromiso con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para trabajar en un cambio de paradigma que conduzca hacia un desarrollo más sostenible en la región.
Más allá de sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la importancia de esta agenda reside en su propuesta de trabajo coordinado e integrado entre diferentes actores y sectores, con un horizonte temporal y un lenguaje común para todo tipo de instituciones, niveles de gobierno y partidos políticos.
El Observatorio de La Rábida trabaja activamente en generar las alianzas necesarias entre actores y sectores para aplicar la Agenda 2030 en Iberoamérica. Se espera que en la XXVII Cumbre Iberoamericana que se celebrará en Andorra el 21 de abril presente un nuevo informe.
Si bien la Cumbre tendrá un importante foco en la recuperación de la pandemia el COVID-19, su lema sigue siendo “Innovación para el Desarrollo Sostenible. Objetivo 2030”.
Esto no hace más que subrayar que, a pesar de las circunstancias actuales, la comunidad iberoamericana es clave a nivel mundial para lograr un desarrollo sostenible y ser ejemplo de sostenibilidad.
Y ello no solo por la riqueza de su naturaleza, sino también por el potencial humano y de innovación de su sociedad, capaz de liderar esa transformación en el mundo.