¿Me pones un mensaje cuando llegues a casa?

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Ocupar el espacio público sin pedir permiso ni dar las gracias sintiéndose seguras es una de las cuestiones clave que las organizaciones de mujeres demandan.

Lo que empieza en el patio de la escuela, donde el mayor espacio lo ocupan los varones debido a la naturaleza expansiva y dinámica de sus actividades, acaba por perpetuarse en el espacio público de las ciudades y poblaciones que ambos comparten. El espacio urbano no es neutro, está socialmente construido.

La muestra más universal de esta realidad es el acoso sexual callejero (ASC) que las mujeres viven a diario en el transporte, en las calles, plazas y parques de sus ciudades y que les impide transitar la geografía urbana del mismo modo que los hombres. Los datos sobre este tipo de violencia en diversos países de Iberoamérica sustentan una realidad constatable en el día a día.

Tomando diversos estudios de varios países como referencia, la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) ha realizado su propia toma de datos alrededor del acoso callejero. Las conclusiones han generado una campaña de sensibilización y prevención ante esta violencia con la que las mujeres conviven a diario. Esta es la realidad del acoso sexual callejero (ASC) en Iberoamérica en cifras:

Argentina

Para perfilar su análisis sobre ASC en el país andino, la SEGIB ha unido sus propios datos a los del informe de 2022 Violencia en el espacio público del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la nación y a los del cuadernillo sobre Acoso callejero publicado por la Dirección General de la Mujer del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la ciudad de Buenos Aires.

Los resultados apuntan a que el 80% de las mujeres entrevistadas experimentó alguna situación de inseguridad en el espacio público de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; siendo las dos más frecuentes el robo y hurto (53,1%) y los comentarios agresivos sobre su aspecto personal (25%).

La mitad de las entrevistadas manifestó que, para programar desplazamientos, tiene en cuenta el horario y el 35%, la presencia de gente en la calle. Un 18% reconoció sentirse insegura en el espacio público. Al consultarles a las encuestadas qué situaciones generan más inseguridad, el 40% respondió los robos y hurtos y el 24,5% el acoso callejero.

Al segmentar por grupos de edad, se observó que casi la mitad de las jóvenes de 13 a 17 años siente miedo al acoso en el espacio público y manifiesta temor a pasar por lugares donde hay grupos de varones reunidos (25%).

Por su parte, las mujeres de 18 a 29 años sienten inseguridad ante la posibilidad de ser robadas o acosadas en el espacio público: 35% y 31%, respectivamente.

Las personas referidas como agresoras son varones en un 97% y de ambos géneros según el 2% de las encuestadas. Tan solo un 1% ha manifestado ser víctima de ASC por parte de mujeres.

Las principales respuestas a ese acoso son “caminar más rápido” (2.240 respuestas); “no confiar en quienes te hablan por la calle” (2.063 respuestas); “que un familiar me espere afuera” (1.139) y el “cambio de rutas constante” (1.044).

Las situaciones de acoso generan sentimientos muy variados: impotencia para un 76%; inseguridad en el 60,9% de los casos y repulsión para el 77,4% de las entrevistadas. El 63,6% refiere directamente miedo.

La infraestructura genera cultura y para las mujeres y niñas ocupar el espacio público implica encontrarse con una serie de obstáculos que perpetúan las desigualdades.

El 26% manifestó haber recibido comentarios o insinuaciones con contenido sexual explícito de parte de un hombre en la vía pública o un medio de transporte. Según el informe sobre Acoso Callejero el 74% de las mujeres cambia de vereda por temor a recibir acoso al ver un grupo de hombres reunidos en la calle.

El transporte público es un espacio abonado para que se produzca el acoso. Según información recabada por el Observatorio de Situaciones de Violencia de Género de Trenes Argentinos del Ministerio de Transportes de la nación para el estudio Violencia en el espacio público, el 13,1% ha vivido situaciones de acoso en el espacio público; el 16,3% las ha presenciado en el tren y el 16,2% manifestó haberlas tanto presenciado como vivido en primera persona.

De las situaciones identificadas, el 27,5% corresponde a roce intencional; el 18,3% a manoseo; un 17,2% a frases o gestos obscenos; el 16,7% a miradas intimidantes; un 7,3% a masturbación y 4,8% a la toma de fotos sin consentimiento.

 

Bolivia

Los resultados que ONU Mujeres comparte en el informe del Programa Ciudades y Espacios Públicos Seguros para Mujeres y Niñas en América Latina, muestran cómo el 94% de las mujeres bolivianas considera que existe violencia contra las mujeres en la ciudad, el 69% ha tenido experiencias de acoso callejero y el 88% reconoce sentir miedo en los espacios públicos.

 

Centroamérica y República Dominicana

Según el informe de 2020 elaborado por el PNUD, USAID e Infosegura La cara escondida de la inseguridad: Violencia contra las mujeres en Centroamérica y República Dominicana, más de la mitad de las mujeres mayores de 15 años (51,7%), ha sido víctima de violencia de género a lo largo de su vida ejercida desde el espacio público.

La tasa de prevalencia de los diferentes tipos de acoso sexual en espacios públicos atiende a miradas fijas, miradas lascivas o gestos inapropiados y no deseados.
A esto se une que el 76% de las personas declara haber sido testigo de acoso sexual en espacios públicos.

 

Ecuador

También de ONU Mujeres es el informe Garantizando Ciudades y Espacios Públicos Seguros durante la COVID-19 que, como muestra, señala que en la ciudad ecuatoriana de Cuenca, el 90 % de las mujeres que viven en áreas urbanas afirmaron haber experimentado alguna forma de acoso sexual.

En ¿Galantería o acoso sexual callejero? Un análisis jurídico con perspectiva de género realizado a partir de una encuesta probabilística online y editado por la Universidad Andina Simón Bolívar, se refleja que del 91% de mujeres que ha padecido acoso, el 37% lo vive una vez al mes y el 27% lo experimenta de 10 a 50 veces al año.

Más datos, esta vez por franja de edad: el 94% de la población de jóvenes de entre 15 y 24 años ha sufrido algún tipo de acoso sexual callejero, de los 25 a los 39 el acoso es ligeramente superior -un 95%-, y en mayores de 40 años se reduce, aunque no de manera significativa, a un 85%.

 

España

En la Macroencuesta de violencia contra la mujer de la Delegación del Gobierno de España contra la Violencia de Género, del total de mujeres de 16 o más años residentes en el país, el 40,4% (8.240.537 mujeres) ha sufrido acoso sexual en algún momento de sus vidas, y el 10,2% (2.071.764) lo ha vivido en los últimos 12 meses.

El 74,9% de las mujeres víctimas refiere haber recibido miradas insistentes o lascivas que les han hecho sentirse intimidadas, y el 40,4% ha tenido contacto físico no deseado: proximidad innecesaria, tocamientos de partes de su cuerpo o besos, por poner algunos ejemplos.

El 98,2% de las mujeres que ha sufrido acoso sexual lo experimentaron por parte de un agresor hombre y el 75,2% afirma que ha tenido lugar más de una vez frente al 24,1% que dice haberlo experimentado en una única ocasión.

Más concretamente, y según el análisis que Plan International ha realizado a partir de 879 experiencias de jóvenes de entre 15 y 25 años de las ciudades españolas de Madrid, Sevilla y Barcelona, casi 8 de cada 10 han sufrido acoso callejero.

El 77% de estas situaciones implica acoso sin contacto físico como miradas, persecuciones, comentarios e insinuaciones. En las tres ciudades, el 43% de las experiencias de inseguridad y acoso tiene lugar en la calle.

 

México

El Programa de ciudades y espacios públicos seguros para niñas y mujeres en México (ONU-Mujeres, diciembre 2019) junto a los datos recogidos por la SEGIB indica que el 34.3% de las encuestadas ha experimentado algún tipo de violencia sexual a lo largo de su vida en espacios públicos y, de ellas, el 93.4% no presentó una queja o denuncia ante alguna autoridad.
Más del 73% manifiesta sentirse insegura en el transporte público, un 71% refiere la misma situación en las calles y el 60.8% indica como no seguros los parques o centros recreativos.

Haciendo zoom en Ciudad de México, el 96.3% de las participantes en la muestra ha sido objeto de violencia sexual al menos una vez a lo largo de la vida y el 88.5% a lo largo del último año.
Más del 81% manifestaron tener miedo a sufrir un ataque sexual en calles y espacios públicos de la Ciudad de México y el 77.4% tiene presente el temor de sufrir un ataque sexual en el transporte público.

El 28% procura ir acompañada en el transporte, un 25% no sale de noche o muy temprano por la mañana y el 13% cambia constantemente de rutas de traslado

Portugal es un país pionero al considerar desde 2015 que el abuso de carácter verbal en el espacio público constituye un delito con una pena de prisión de hasta un año.

Portugal

Portugal es un país pionero al considerar desde 2015 que el abuso de carácter verbal en el espacio público constituye un delito con una pena de prisión de hasta un año.

“Quien ofenda a otra persona practicando delante de ella actos exhibicionistas, formulando propuestas o frases de índole sexual o insinuándole cualquier contacto contra su voluntad de naturaleza sexual será penalizado con hasta un año de prisión o con pena de multa de hasta 120 euros en caso de no ser aplicable una condena más grave en virtud de cualquier otra disposición legal”, reza la redacción del artículo 170 del código penal del país ibérico.

La delimitación del acoso callejero como delito no libra al país de la violencia contra las mujeres, ya que, casi el 4% de las mujeres de Portugal, país con 10,3 millones de habitantes, ha sido víctima de violencia sexual en alguna ocasión, según datos recientes del Instituto Nacional de Estadística (INE) luso.

 

Panamá

De enero a noviembre de 2022, en Panamá se registraron 5.944 denuncias por delitos sexuales, de las que 2.269 fueron por violación, 1.031 imputables a actos libidinosos y 36 por acoso sexual.

A esto se une el dato de que el 80% de las mujeres sufren acoso callejero, hecho que ha llevado al Ministerio de la Mujer de Panamá a poner en marcha el programa Standup, una plataforma de información y denuncia para dejar de normalizar comportamientos de acoso en el espacio y el transporte público.

 

Uruguay

La mitad de las mujeres mayores de 15 años reporta algún tipo de violencia sexual en el espacio público a lo largo de toda la vida según la Segunda encuesta nacional de prevalencia sobre violencia basada en género (VBG) y generaciones del Ministerio de Desarrollo Social de Uruguay

El 97,8% de las mujeres que reportan situaciones de VBG en el ámbito social identifican a un varón como agresor. En este punto las estadísticas iberoamericanas no varían.

El estudio tiene en cuenta segmentaciones internas como el hecho de la racialización. En esa línea, el 62,9% de mujeres afro vivieron situaciones de VBG en el ámbito social, mientras que las mujeres no afro reportan una prevalencia de 10 puntos porcentuales menos.

Las mujeres más jóvenes son las que reportan mayor prevalencia de violencia (72,3%), que desciende conforme aumenta la edad.

La diferencia entre mujeres uruguayas y extranjeras que declaran haber vivido situaciones de acoso y violencia en algún momento de la vida es de cinco puntos porcentuales en detrimento de las mujeres migrantes: un 54,2% frente al 59,6%, respectivamente.

Entre las mujeres que reportan violencia, la calle o la acera es el lugar de ocurrencia más frecuente, señalado por un tercio de las encuestadas. El segundo lugar reportado es el transporte público (13,1%), seguido de fiestas, bares, pubs y conciertos, con un 9,6%.

El sesgo de género está literalmente integrado en los espacios urbanos y provoca que las mujeres tengan mayores tasas de pobreza y desempleo, obstáculos a la formación y acoso callejero.

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La petición la escuchan diariamente millones de mujeres si deben realizar algún trayecto solas y no necesariamente de noche. Ese interés por la seguridad implica el reconocimiento de que el espacio y los transportes públicos no lo son.

Las ciudades, esos espacios donde convive más del 80% de la población de Iberoamérica son el campo de acción natural de un retrato robot de ciudadano: hombre heterosexual, cisgénero y sin ninguna discapacidad. La vida y las necesidades de niñas, las minorías sexuales y de género, y las personas discapacitadas no se contemplan de forma espontánea. Así lo recoge también el Manual para la planificación y el diseño urbano con perspectiva de género, del Banco Mundial.

La infraestructura genera cultura y para las mujeres y niñas transitar el espacio público implica encontrarse con una serie de obstáculos que perpetúan las desigualdades. “El patriarcado ha encontrado en el orden urbano otra estructura en donde reproducirse”. La frase es de la arquitecta argentina Ana Falú, directora de Ciscsa Córdoba y coordinadora del Grupo de Trabajo Mujeres, Género y Diversidad de la Plataforma Global por el Derecho a la Ciudad.

Los planes urbanísticos se han venido diseñando bajo una visión patriarcal y heteronormativa que es necesario modificar porque las mujeres también habitan la ciudad. Ese es el reclamo de la Red Mujer y Hábitat, una organización que trabaja en la promoción de los derechos de las mujeres y por una mayor equidad de género en el campo del hábitat, el territorio y la ciudad en Iberoamérica.

En Quito, los operadores de transporte instalaron pasillos de vidrio transparente en las estaciones de la ciudad para ampliar la visibilidad de las estaciones, fomentar la vigilancia natural y mejorando la sensación de seguridad de las mujeres.

La demanda de la Red no es nueva, aunque tomó fuerza a raíz de la pandemia ante la escasez de servicios básicos cercanos o zonas de recreación seguras. Para provocar un cambio los gobiernos locales deberían integrar a las mujeres y otros colectivos diversos en los análisis urbanísticos previos a cualquier intervención en el espacio público. Escuchando sus demandas, cada ciudad podrá adaptarse a las necesidades de las poblaciones que las habitan.

Que las ciudades no se diseñaron teniendo a las mujeres en cuenta también lo ratifica el reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Ciudades vivas: diseñar ciudades adecuadas para las mujeres que señala, además, que las decisiones urbanas que no contemplan la participación de las mujeres pueden perpetuar las desigualdades. El acoso sexual en el espacio público, y la falta de acceso a las instalaciones adecuadas aparecen, nuevamente, mencionados como pilares de esa desigualdad.

El informe, no obstante, señala experiencias como la de Quito, municipalidad en la que los operadores de transporte instalaron pasillos de vidrio transparente en las estaciones de la ciudad que conectan áreas de espera donde las personas, especialmente las mujeres, informaron sentirse inseguras. Los corredores amplían la visibilidad de las estaciones y fomentan la vigilancia natural, mejorando la sensación de seguridad de las mujeres.

Quito será, precisamente, la ciudad sede del VI Foro Global de Ciudades Seguras para Mujeres y Niñas que se celebra del 28 al 30 de noviembre.

Gabriela Quiroga García Presidenta del Consejo Técnico del Colegio de Urbanistas de México señala que hombres y mujeres viven la ciudad desde ángulos diferentes y por ello es vital que las posiciones de liderazgo en desarrollo urbanístico sean tomadas por más mujeres. “No es lo mismo estar en puestos menores recibiendo instrucciones de diseño, que hacer análisis académicos o realizar investigaciones que permitan visibilizar la diferencia del caminar de una mujer en la ciudad”.

La experta aboga por un espacio público seguro y caminable que administrativamente resuelva su mantenimiento, “un sistema de transporte donde podamos cómodamente trasladarnos y que podamos también tomar una bicicleta con tranquilidad y recorrer algunos kilómetros a pie desde y hacia nuestras viviendas”.

El sesgo de género está literalmente integrado en los espacios urbanos y provoca que las mujeres tengan mayores tasas de pobreza y desempleo, obstáculos a la formación y acoso callejero. “Esto es así porque al margen de la mera seguridad física, las ciudades que no son seguras restringen oportunidades sociales y económicas para las mujeres, ayudando a perpetuar las desigualdades”, señala la arquitecta y urbanista peruana Rossana Poblet, residente hoy en Berlín y conocedora de los mecanismos del espacio público en múltiples ciudades y comunidades debido a su trabajo y que desde 2019 colabora con el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Habitat).

Para Poblet, el urbanismo debe ser participativo y tener en cuenta a todos los perfiles poblacionales, “especialmente cuando son las mujeres quienes transitan en mayor número las calles de las ciudades. Ellas siguen teniendo bajo su responsabilidad las tareas de cuidados que implican un acompañamiento a dependientes, menores y ancianos a escuelas u hospitales”.

Conocedora de este desajuste y para involucrar a mujeres y niñas en los procesos de planificación y desarrollo de espacios públicos seguros, inclusivos y accesibles, ONU-Habitat lanzó en 2021 la plataforma y guía Her City, cuya versión en español, La ciudad de ellas se presentó el pasado 26 de octubre en Panamá. La comunidad de Pamplona Alta de la ciudad de Lima constituye un proyecto piloto de este enfoque, que promueve el liderazgo de las mujeres en las intervenciones urbanas haciendo visibles sus necesidades en el uso y disfrute del espacio público.

Y para cerrar…fútbol

Los espacios simbólicos altamente masculinizados también tienen grietas por las que entra la luz. Una muestra altamente significativa de la desigualdad en la ocupación del espacio público es el hecho de que no exista en las ciudades una instalación específica en la que 60.000 mujeres se dediquen a su actividad favorita de ocio, cosa que sí sucede con el entretenimiento más masivamente masculino: el fútbol.

Un punto de cruce entre ese espacio público que representa un estadio y el acoso a las mujeres se escenificó a mediados de agosto pasado ante las cámaras de todo el mundo en la final del campeonato femenino de fútbol que ganó España. La jugadora de la selección española y del Pachuca Femenil (México), Jennifer Hermoso, recibió un beso no pedido por parte del hoy expresidente de la Real Federación Española de Fútbol.

Los intentos de convertir el hecho en anécdota apelando a la espontaneidad y la emoción del momento se toparon con que aquel beso fue la escenificación pública de la gota que colmó el vaso del malestar derivado de una cadena de normalizaciones en la intervención masculina sobre cualquier espacio.