La crisis climática y la desigualdad creciente demandan una transformación del sistema hacia un modelo sostenible e inclusivo. La sostenibilidad ambiental debe encontrar un equilibrio con la económica y la social y en sus intersecciones con los territorios es donde aparecen los retos a resolver para orientar a las ciudades y comunidades hacia 2050 con la descarbonización como horizonte.
Popularizada en la segunda mitad del siglo XX en paralelo al despegue del movimiento ecologista, la frase “Pensar globalmente, actuar localmente” hace referencia a la idea de que, aunque los problemas ambientales y sociales a menudo tienen una dimensión global, las soluciones más efectivas suelen encontrarse en lo local.
Algo muy similar indicó Ban Ki-moon, anterior secretario general de Naciones Unidas (2017-2016) y artífice del proceso que concluyó con la aprobación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible al señalar que “la batalla por la sostenibilidad del planeta se ganará o perderá en las ciudades”.
Los enfoques que actualmente orientan la planificación urbanística señalan la importancia de abordar perspectivas transversales, multisectoriales e integrales en la definición de las políticas y programas públicos para ofrecer oportunidades de crecimiento económico, sostenibilidad y cohesión social en las ciudades y territorios.
Las ciudades iberoamericanas se enfrentan a una serie de desafíos en un contexto marcado por el cambio climático y la sostenibilidad, la inmigración y la inclusión social, la economía circular y la digitalización.
“Ciudades, áreas metropolitanas, territorios y aparición de nuevos términos como biorregiones que hablan de redes territoriales ecosostenibles ante la globalización imposible señalan la importancia de lo local y lo próximo como el espacio físico, económico y cultural desde el que abordar la transformación que demanda el cambio climático”, comenta Carlos Martí, director de la publicación Ciudad Sostenible y de ICS, entidad organizadora del Foro de las Ciudades, que en junio pasado celebró en Madrid su sexta edición.
Por ello hace falta trabajar de forma integrada, en red, con los ODS como meta, planes aterrizados a la realidad de cada ciudad y territorio, planificación y la mira puesta en las nuevas problemáticas a atender.
El 11 y sus redes
La Agenda 2030 reservó el ODS 11 para orientar esfuerzos hacia el logro de ciudades y comunidades más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles y la Nueva Agenda Urbana, adoptada en 2016 en la cumbre Habitat III en Quito (Ecuador) es la guía propuesta para desarrollar planes de acción encaminados a la sostenibilidad de las ciudades.
“No hay recetas unidireccionales. Lo importante es particularizar estas intervenciones a partir de las realidades de cada ciudad, de cada territorio y establecer un plan a largo plazo cocreado con todos los actores que conforman lo local”, señala Javier Cortés, socio director de Coop&Co, cooperativa de conocimiento conectado para el desarrollo sostenible.
Los desafíos no son pocos: envejecimiento de la población, fenómenos migratorios masivos por fenómenos climáticos (climigrantes) o conflictos, viviendas inasequibles, protección de excluidos y marginados, desigualdad en la distribución de la riqueza y en el acceso a la transformación digital, entre otros.
Transformar las ciudades implica desarrollar estrategias en la planificación, la descarbonización, la circularidad, la digitalización, las soluciones basadas en la naturaleza, la innovación social y las nuevas movilidades sostenibles.
“Todos dibujan un complejo escenario de incertidumbre en un mundo en transformación”, indica Federico A. Castillo Blanco, Secretario General de la Unión Iberoamericana de Municipalistas (UIM), iniciativa que comenzó su actividad hace más de treinta años y en 2003 se convirtió en un programa adscrito a la SEGIB para contribuir a la creación del espacio local iberoamericano.
La Unión de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU) y su capítulo latinoamericano FLACMA, la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), la Asociación Nacional de Municipios Portugueses (ANMP), UCCI, Metrópolis o C40 son ejemplos de redes que trabajan con el enfoque local y que han convertido a los alcaldes en agentes de una suerte de diplomacia ciudadana para colocar en la agenda global la especificidad de las cuestiones locales.
“Las verdaderas transformaciones que demanda la Agenda 2030 serán posibles si se fortalece el espacio local y se trabaja de forma continuada en la transferencia de experiencias, conocimientos y saber hacer de quienes día a día trabajan en los territorios”, insiste Federico Castillo.
El presidente de UIM enfatiza la necesidad de “reforzar la capacidad de las ciudades para liberar el potencial de los territorios y afrontar eficazmente las desigualdades, crear riqueza, puestos de trabajo y hacer frente a otros problemas de desarrollo apremiantes”.
Dos velocidades
La necesidad de mitigar las emisiones de C02 y adaptar los espacios urbanos a los impactos del cambio climático es común a las ciudades de la península ibérica y latinoamericanas, que también comparten la necesidad de regenerar espacios para vivir en ciudades más habitables y saludables con una mejor seguridad, accesibilidad y calidad del aire. “En estas dinámicas están implicadas todas las ciudades del mundo, aunque a diferentes velocidades según sus capacidades transformadoras y de inversión”, continúa Carlos Martí.
En esa línea, las realidades de las ciudades iberoamericanas son muy diferentes. “Las ciudades de Latinoamérica se enfrentan a problemas de raíz como el acceso a la vivienda, la mejora del espacio público en los barrios informales, la ampliación y regulación de los sistemas de transporte público o la gestión de la economía sumergida”, indica Carlos Martí.
Las grandes diferencias de presupuestos y de acceso a financiación y las distintas capacidades económicas locales y nacionales son las que marcan la diferencia. Las ciudades de Latinoamérica y Caribe disponen de menos recursos y más necesidades de inversión, a diferencia de las europeas, que desde 2021 se encuentran bajo el Pacto Verde Europeo y tienen acceso a los fondos Next Generation de la UE con importantes partidas destinadas a iniciar un proceso de transformación urbana que implica descarbonización, circularidad y digitalización.
El reto demográfico de envejecimiento de la población que presentan las ciudades de España y Portugal tampoco tiene que ver con la demografía mayormente expansiva de los países de Latinoamérica y Caribe. Las primeras son receptoras de inmigración y ahí el problema se encuentra en si las ciudades ibéricas tienen capacidad de acogida de nueva población migrante, suficientes viviendas y medios para su integración cultural.
Ciudades 2050
Con el horizonte puesto en 2050, el contexto de las ciudades está marcado por el cambio climático y la sostenibilidad, la inmigración y la inclusión social, la economía circular y la digitalización.
- Cambio Climático y Sostenibilidad: Más del 27% de la población en América Latina y el Caribe vive en zonas costeras, donde se enfrenta a la erosión de las costas, la contaminación de los acuíferos de agua dulce y un mayor riesgo de inundaciones. Entre 1993 y 2020, el ritmo de subida del nivel del mar en la región del Caribe fue superior al promedio mundial, agravando aún más los riesgos para las ciudades costeras en Iberoamérica.
La emergencia climática no afecta igual a todos los territorios, ni a todos los grupos sociales y los más vulnerables serán quienes mayormente sufran sus impactos negativos. Un estudio de CEPAL señala que el cambio climático tenderá a incrementar las inequidades sociales y geográficas existentes y que las intersecciones ante la acción climática, los retos sociales y el territorio se expresan de forma diversa.
La Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES) del Banco Interamericano de Desarrollo ayuda a las ciudades de tamaño medio en la región a desarrollar planes de acción para mitigar el impacto ambiental y aumentar su resiliencia climática.
Bogotá, Buenos Aires, Ciudad de México, Guadalajara, Lima, Medellín, Quito, Santiago (Chile) y las brasileñas Curitiba, Fortaleza, Río de Janeiro, Salvador y São Paulo forman parte de la red C40, organización que agrupa a las principales ciudades del mundo comprometidas con la lucha contra el cambio climático. Todas trabajan para implementar acciones significativas y sostenibles que mitiguen el cambio climático y promuevan el desarrollo urbano resiliente.
- Inmigración y Cohesión Social: La inmigración es un factor constante en la configuración urbana de Iberoamérica, especialmente con el aumento de la migración relacionada con el clima.
Ya en 2021, el Centro de Monitorización del Desplazamiento Interno registró más de 1,6 millones de nuevos desplazamientos por desastres en las Américas. Para 2050, el Banco Mundial cifra en 17 millones el número potencial de migrantes climáticos en América Latina.
El reto de integrar la inmigración, ahora agravada por la crisis climática afecta especialmente a las grandes ciudades como Bogotá que deben evitar el incremento de la informalidad urbana y propiciar políticas de cohesión social.
- Economía Circular: La transición hacia una economía circular es vital para reducir la huella ecológica urbana. Iniciativas como las adoptadas en ciudades de México y Brasil persiguen reducir los residuos urbanos mediante el reciclaje, la reutilización y la optimización del uso de recursos. Esto incluye desde la gestión avanzada de residuos hasta proyectos de energía renovable, todos alineados con la reducción de emisiones de carbono.
- Digitalización: La digitalización también está ayudando a estas ciudades a adaptarse a los desafíos climáticos y sociales mediante el uso de big data y la inteligencia artificial para la toma de decisiones más informadas. Programas como los desarrollados en Bogotá y Río de Janeiro, utilizan la tecnología para monitorizar el clima, gestionar el tráfico y mejorar los servicios públicos.
Estos proyectos y retos subrayan la necesidad de un enfoque integral que combine sostenibilidad ambiental, inclusión social, y avances tecnológicos para garantizar que las ciudades iberoamericanas no solo sobrevivan, sino que prosperen en las próximas décadas.
Sin planificación no hay ciudad sostenible
La planificación urbana es la herramienta necesaria para regenerar la ciudad existente y desarrollar nuevos espacios urbanos con criterios de sostenibilidad y uso racional del territorio y los recursos. Para transformar es necesario desarrollar estrategias en la planificación, la descarbonización, la circularidad, la digitalización, las soluciones basadas en la naturaleza, la innovación social y las nuevas movilidades sostenibles.
El Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU) acompaña desde hace 30 años a los gobiernos locales iberoamericanos a aplicar el pensamiento estratégico urbano en el diseño y la gestión de proyectos para lograr ciudades sostenibles e inclusivas. Compuesto por más de 120 ciudades y 28 entidades colaboradoras en toda Iberoamérica, el centro funciona a modo de laboratorio de estrategias urbanas y actúa como un socio clave de la SEGIB al proporcionar la experiencia técnica y la red de ciudades necesarias para desplegar iniciativas estratégicas en las áreas urbanas de la región.
En su XXVI Congreso celebrado en Zaragoza en junio pasado, se mostraron múltiples iniciativas en ciudades iberoamericanas que ilustran cómo se están preparando para los desafíos del cambio climático, la cohesión social, y la necesidad de descarbonización y digitalización.
Barcelona, Cali, Coimbra, La Habana, Málaga, Monterrey, Santiago de los Caballeros y Sao Paulo presentaron sus experiencias en innovación para una ciudad sostenible y resiliente.
Mendoza, Pamplona, Riobamba, San Justo y Tunga compartieron cómo la implementación de tecnologías permite la mitigación del cambio climático y la adaptación a sus efectos con proyectos que van desde la renovación de infraestructuras verdes hasta la implementación de soluciones basadas en la naturaleza para gestionar riesgos climáticos.
Bogotá, Caguas, Cañada de Gómez, Cuenca (Ecuador), San Sebastián, Mérida (México), Reconquista, Rosario, San Salvador y Zaragoza abundaron en cómo articular la gobernanza para alcanzar una ciudad inclusiva.