Cuando la realidad es mágica

Apenas unas cuadras del mundo donde perviven las maras, emerge La Casa Tomada, un proyecto de la ciudadanía creado para transformar la realidad

Cuando la realidad es mágica

A diferencia del cuento de Cortázar, la Casa Tomada de San Salvador se encuentra habitada por personas reales pero, como sucede en el relato del escritor, aquello que ocurre en su interior tiene mucho de mágico. Dentro de sus paredes, quien manda es la inspiración. Fuera de ellas, apenas unos metros más allá, en el mismo sector (Las Palmas), se encuentra la barraca en la que una de las maras más violentas del país tuvo sus orígenes: la Mara 18 Revolucionaria.

Este espacio, que tiene mucho de innovación ciudadana, busca generar conocimiento compartido a partir de prácticas de autogestión, de forma colaborativa y mediante proyectos que abarcan desde lo cultural y lo artístico hasta lo medioambiental, con diálogos sobre género, derechos humanos o paz.

 Dentro de las paredes de la Casa Tomada, quien manda es la inspiración

La Casa se organiza en cinco Comisiones que permite su funcionamiento cotidiano: acción cultural, artes visuales, comunicaciones, sostenibilidad y convivencia. Junto a ello, la Asamblea, órgano de gobernanza y espacio de encuentro de todos los colectivos que la componen, que permite a éstos poner en común sus puntos de vista. Formada desde 2014 por más de 20 personas que representan a los distintos colectivos, se reúne de forma mensual y las decisiones se toman por consenso.

Este proyecto cultural cuenta con el apoyo de la Cooperación Española, gracias al apoyo y el impulso del Centro Cultural de España en El Salvador. También, el proyecto “Cultura entre todos” financiado por la Unión Europea contribuye para la adecuación de los espacios, así como la formación de jóvenes de entre 18 y 35 años para el desarrollo de nuevas industrias creativas y culturales en el país.

 

 

Según se explica en la propia página web de la Casa Tomada, pueden distinguirse hasta cuatro tipos de personas que contribuyen a dar vida a su día a día:

Los habitantes: todas las personas o colectivos que gestionan y administran un espacio propio de La Casa, y que desarrollan actividades propias educativas, creativas y/o productivas, llevando a cabo su «propio emprendimiento”. Estos habitantes pueden compartir su propio espacio con otros colectivos o personas con actividades similares para contribuir a la sostenibilidad de esa “parcela”. Tienen además el compromiso de participar de manera activa en la gestión colaborativa de La Casa a través de la asamblea y las comisiones de trabajo.

Los nómadas: Toda persona o colectivo que utiliza un espacio común de La Casa Tomada de forma más o menos seguida para desarrollar actividades propias, creativas y/o productivas, y que participa de manera activa en la gestión colaborativa de La Casa o a través de la asamblea y comisiones o a través de la producción cultural en los espacios comunes de la casa para aportar económicamente a la sostenibilidad colectiva.

Casanautas: Agentes culturales que creen en la filosofía colectiva de La Casa Tomada porque tienen tiempo de haberla impulsado, experimentado o conceptualizado en otros espacios del mundo. Mantienen contacto permanentes desde la distancia con la Asamblea y llegan puntualmente para compartir aprendizajes, impulsar, revisar y evaluar procesos, crear puentes entre aquí y allí para contribuir al crecimiento e impacto de esta bonita idea de gestión colectiva.

Amig@s: Son los fans. Personas, instituciones y colectivos que no siempre necesitan un espacio puntual para desarrollar sus actividades propias y creativas en La Casa Tomada pero que quieren contribuir generosamente con su crecimiento siendo facilitadoras de nuevas alianzas, embajadoras de la filosofía, atrayendo a nuev@s usuari@s y posibles aliados.

Fernando Fajardo, director del Centro Cultural de España en El Salvador, ha sido sin duda una de las personas que más han contribuido a que la Casa abriera sus puertas. Tomando como referencia el centro cultural de La Tabacalera en Madrid, asegura que “había que responder con iniciativas imaginativas que tuvieran impacto ante la falta de presupuesto».

Del mismo modo que no debería haber una preocupación por las limitaciones de fondos en el futuro: «creo que no acaba todo ahí, sino que se trata de iniciativas que luego pueden generar otras. Y precisamente su fuerza radica en eso. No hay que obsesionarse con la sostenibilidad tal como la entendemos en muchos proyectos de desarrollo».

 

 

Lee más sobre La Casa Tomada en este reportaje publicado por Planeta Futuro.