Muchos dicen que se debe a que sus habitantes están “ombligados” a esta tierra, gracias a que de recién nacidos su cordón umbilical es enterrado junto a un árbol para afianzar sus raíces y sentido de pertenencia. Y al juzgar por la sonrisa permanente en la cara de quienes tienen el orgullo de llamar este lugar su hogar, tienen razón.
Aquí se vive con poco y se vive feliz. Lo poco que tienen lo comparten entre ellos, y con todo el que los visite por pocas horas o durante días. Por años han aprendido a sacarle el mejor provecho a cada situación, sin embargo, llega un punto en que la realidad es superior al talante, y es ahí cuando los problemas se asoman.
En Jurubirá, el centro de salud está en ruinas, dejando a sus 700 habitantes y a las cuatro comunidades indígenas que lo rodean, sin atención médica desde hace más de un año. Esta imagen no pasó desapercibida para la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional de Colombia, APC-Colombia, que tras varios proyectos de cooperación en el Chocó, está al tanto de las dificultades y necesidades de esta región del Pacífico colombiano.
Fue así como la Agencia se puso en la tarea de ser el canal para que un grupo de profesionales voluntarios de diferentes ramas de la salud, extranjeros y locales, llegaran hasta Jurubirá con una brigada de salud y ayuda humanitaria. “Para acceder a estos lugares apartados necesitábamos un aliado que proporcionara la logística necesaria y su experiencia en este tipo de jornadas, y fue así como “Nuestra Armada Nacional” como orgullosamente la llaman sus integrantes, proporcionaron transporte aéreo, terrestre y fluvial para que pudiéramos llegar al corregimiento”, explica Sandra Bonilla, funcionaria de APC-Colombia, para quien esta misión fue una oportunidad de llevar la cooperación internacional a hechos concretos en los territorios.
Junto a ella iban 39 voluntarios más, pertenecientes a cada una de las entidades socias (Armada Nacional, Children´s Vision International, Corporación Mano Cambiada, la Alcaldía de Nuquí y APC-Colombia) provenientes de Estados Unidos, Bogotá, Cali, Buenaventura y Nuquí, quienes llegaron a Jurubirá con la firme convicción de dar lo mejor para beneficiar a esta comunidad.
“Fue una jornada donde los discursos no fueron protagonistas, donde nadie quería figurar, donde el objetivo era hacer el trabajo desde el rol que se nos había asignado. Cada una de las 40 personas que conformamos este maravilloso equipo, lo dio todo por una mirada de agradecimiento y una sonrisa de alivio”, comentó Juanita Olarte de APC-Colombia a su regreso a Bogotá.
Fue una jornada donde los discursos no fueron protagonistas, donde nadie quería figurar
Ni siquiera las fuertes lluvias fueron impedimento para que esta brigada de salud y humanitaria se llevara a cabo exitosamente. Con el mayor compromiso y la mejor disposición se realizaron 1.439 citas, que permitieron brindar diagnósticos en medicina general, ortopedia, podología, psicología, odontología, optometría, citología, ginecología y fonoaudiología; y se realizaron 15 cirugías ambulatorias y 6 odontológicas.
“Aunque las jornadas fueron físicamente agotadoras, también resultaron muy reconfortantes emocional y espiritualmente. Cada paciente nos contaba sus dolencias, también nos recompensaba con grandes y sinceras sonrisas de agradecimiento. Muchos pacientes no hablaban español, lo que nos llevaba a trascender los límites del idioma y ser creativos en la comunicación. Si bien tuve que ver heridas, cortadas y operaciones, también fui capaz de superar miedos y prevenciones sin fundamento”, confiesa Carolina Gámez, quien llegó a Bogotá con un profundo agradecimiento con APC-Colombia por haberle permitido hacer parte de esta experiencia.
Y es que si no hubiera sido por la misma comunidad afro-colombiana e indígena de este corregimiento, los resultados no habrían sido tan positivos. “Sin los líderes comunitarios este sueño no hubiera sido posible. Aquí se demostró el poder de las alianzas y del trabajo con la gente y para la gente. Cada uno puso desde lo que tenía; nadie puso desde lo que le sobraba, y con mucho esfuerzo, la comunidad abrió sus casas para alojarnos, compartió el pescado y el plátano de sus familias para alimentarnos”, recuerda Juanita con cierta nostalgia.
La población indígena bajó de la selva y estuvo en el corregimiento dos días enteros con sus niños y niñas en brazos, dispuestos a aprovechar esta oportunidad y ser valorados por los doctores. “Los médicos que llevaron a cabo las consultas y procedimientos son seres humanos sencillos y sensibles que supieron acercarse a la población y generarles confianza durante las 40 horas que duró la brigada”, explica Gina Ortiz, quien por su trabajo en APC-Colombia está relacionada con proyectos de diferentes cooperantes, pero a quien esta experiencia le permitió ver de nuevo la realidad que se vive en los territorios y confirmar que en las ciudades muchos están desconectados de lo que pasa en lugares como Jurubirá.
Aquí la ayuda se necesita y cuando llega es más que bienvenida. Agradecimiento y felicidad en las caras de niños, niñas, jóvenes, personas mayores, afro colombianos e indígenas, fue recompensa suficiente para que los 40 voluntarios dejaran de lado su zona de confort y se dejaran contagiar de la energía de Jurubirá. Fue así como uno de los momentos más especiales fue la entrega de donaciones y ayuda humanitaria en la que 101 niños y niñas afro colombianos y 154 niños y niñas indígenas recibieron 255 morrales para guardar sus libros. De igual manera se entregaron 96 peluches, 150 kits de aseo oral, ropa para niños y adultos, zapatos, medicamentos y 139 kits de aseo personal.
En Jurubirá, han aprendido a sacarle el mejor provecho a cada situación
Las sonrisas se multiplicaron durante las actividades recreativas realizadas por la Armada Nacional donde pudieron disfrutar de cine en la playa, participar de una jornada de limpieza de playa y ayudar en la construcción de una escalera para acceder a la segunda planta del Centro Educativo. Por su parte la Corporación Mano Cambiada, se sumó a esta jornada a través del Grupo de Chirimía y Danza de Nuquí, que supo contagiar a los voluntarios del sabor propio del Pacífico colombiano.
Al final, ni el cansancio, ni la humedad, ni el sol inclemente, ni la lluvia impidieron que se cumpliera con el objetivo principal de esta brigada: ayudar. Demostrarle a esta comunidad que son importantes, que en medio de su sencillez y humildad debe haber espacios en pro de su salud y bienestar. Que vean con sus propios ojos que hay muchas personas de diferentes lugares del mundo dispuestos a dar lo mejor de cada uno para atenderlos, para escucharlos, para compartir. Que vean que aquí todos ganaron.
“Llegas, aprendes, ayudas, conoces, te enfrentas a miedos, superas ciertas prevenciones y encuentras felicidad en las cosas más sencillas”, describe Aura Malagón de APC-Colombia, a quien esta visita ratificó su sentido de colaboración.
Durante dos días todos fueron iguales, todos hicieron parte de la misma historia. Y lo mejor es que aquí no termina, pues al igual que sus habitantes, los 40 voluntarios ahora tienen un sentido de pertenencia. Es como si hubieran sido “ombligados” a Jurubirá, lo que explica que todos no vean la hora de regresar y volver a sentir esa energía subiendo por sus pies cuando pisen sus calles de barro otra vez.
Fuente Original: Agencia Presidencial de Cooperación (APC)-Colombia