Con el advenimiento del siglo XXI, la complejización de los procesos políticos, económicos, sociales y financieros, llevaron a una multipolarización de las relaciones internacionales de la mano de la expansión de la globalización neoliberal; dando con ello pie al surgimiento de relaciones por fuera de la institucionalidad tradicional. Las contradicciones internas del discurso desarrollista marcaron ciertos límites a la institucionalidad imperante, ante lo cual el mantenimiento de ciertas estructuras anacrónicas representó el embrión que determinó la necesidad de generar mecanismos de cooperación alternativos. Así, la cooperación sur sur (CSS) y la cooperación triangular (CT) representaron una respuesta pragmática al interés por una cooperación cualitativamente más amplia y horizontal. Su fortalecimiento estuvo fuertemente ligado al alejamiento de los países de renta media de las estructuras tradicionales de cooperación trazado por los ODM, a la presencia de mayores recursos financieros en algunas regiones consideradas subdesarrolladas, y por supuesto al surgimiento en ellas de fuertes liderazgos políticos.
Frente a esta coyuntura floreció un creciente optimismo en las academias del Sur Global, que se puso de manifiesto por medio de lecturas interdisciplinares y multidimensionales en torno al surgimiento de nuevas y diversas formas de inclusión y redistribución del poder internacional. En este sentido, el fortalecimiento de los actores del Sur Global a partir de una identidad periférica común y la irrupción de mecanismos de CSS llevaron efectivamente a una ampliación cualitativa de la cooperación en términos multidimensionales (políticos, económicos, financieros, técnicos y sociales). Sin embargo, estas nuevas estructuras también reprodujeron ciertos condicionamientos y relaciones de verticalidad e inequidad que dieron continuidad a ciertas relaciones de dominación, a través de mecanismos verticales de asistencia.
Ello se vio reflejado en la nueva geopolítica del desarrollo planteada por los países emergentes, de los cuales un caso paradigmático fue el emulado por Brasil en su accionar como global player en política internacional desde el año 2003. Este papel contradictorio se hizo visible a partir de su caracterización como principal cooperante en términos sur sur (y por ende mayor crítico a los mecanismos tradicionales de cooperación), siendo empero a su vez el principal receptor de Ayuda Oficial al Desarrollo de la región.
De cara a este déficit, el desafío a nivel académico pasó a ser desentrañar el modelo de relaciones sur-sur existente, y entender las alteraciones provocadas al interior del sistema internacional en su ruptura con el hegemónico y tradicional binomio donante-receptor. Sumado a ello, la institucionalidad surgida plantea un nuevo escenario que promueve la reinserción de los mecanismos tradicionales de cooperación en el mapa mundial, a través de su transformación en nuevas formas de CT que requieren a su vez la participación de países intermedios en la escala tradicional de desarrollo.
En este contexto, mi tesis doctoral aborda la temática del perfil brasileño como país cooperante entre los años 2000-2015. Este debate es encarado de manera multidisciplinar desde los enfoques decoloniales y la sociología política, en una búsqueda por deconstruir los relatos oficiales de pensamiento en torno a la cooperación.