La celebración de los fieles difuntos en la República Mexicana es una de las manifestaciones más importantes y representativas de la cultura tradicional mexicana ya que dentro de su significado, simbolismo y misticismo se encuentran tácitamente las bases indígenas y españolas que forjaron a la cultura.
Esta celebración es tan importante que ha sido nombrada por la Organización de las Naciones Unidad para la Educación, Ciencia y Cultura como patrimonio inmaterial de la humanidad justamente por ser una manifestación contemporánea, viviente, actual, basada en la comunidad y con una continuidad temporal.
La festividad tiene dos orígenes, siendo el religioso, originado en la iglesia primitiva donde se recordaba a los mártires y santos en una fecha en específico, donde por falta de días en el calendario, no era posible conmemorarlo en un día en especial, por lo que “todos santos” permitió que aquellos que “no alcanzaron” día fueran recordados.
Era tradicional el uso de reliquias, como pedazos de tela, sangre o huesos para recordar a los mártires, sin embargo, los precios fueron inasequibles para muchas personas y donde los elementos alimenticios entraron como una parte importante del rito incluyendo panes, frituras y un dulce que actualmente se puede encontrar en España, un mazapán de almendra relleno de crema de azahar, el denominado “hueso de santo” haciendo alusión a las reliquias.
En México, la celebración a los dioses de la muerte tenía un perfil más apegado a la agricultura, a los procesos de la vida y de la muerte por lo que las ofrendas a los dioses mediante alimentos, copal, telas, plumas, aseguraban una buena cosecha entendiendo a la muerte como una transición.
Al momento del sincretismo culinario, las tradiciones se fueron conjuntando y fusionando, teniendo que ser modificadas ya que por la accesibilidad de la almendra o del azúcar para realizar dulces españoles que era exclusivos de las clases acomodadas, lo que dio origen de los dulces de alfeñique, azúcar colada o a base de masa de pepita.
Es aquí donde se observa la fuerza de las migraciones y su influencia en las tradiciones alimenticias en donde las personas impregnan y modifican las tradiciones alimenticias, que durante la época del Porfiriato, los altares de muertos se llenaron de mexicanidad y afrancesamiento y que fueron evolucionando hasta los actuales, donde se refleja toda la evolución de la sociedad mexicana pero igual de las migraciones, puesto que se colocan todos los alimentos de fiesta de todo el año, como pozole, mole o tamales más algunos alimentos que la globalización ha incluido como dulces.
Se observa que esta evolución alimenticia no va solamente de afuera hacia adentro, sino de adentro hacia afuera, los nacionales en otras naciones llevan consigo tamales, mole, antojitos y altares, enriqueciendo las tradiciones locales permitiendo y observando una constante evolución alimenticia en el altar del Día de los Muertos y que es testigo de esta tradición que identifica al pueblo de México y que es testigo de las migraciones centenarias.
(*) Primer premio en la categoría de Ensayo Académico del Concurso internacional de ensayos IBER-RUTAS. Programa que busca contribuir a la promoción de la diversidad cultural en Iberoamérica conformando un espacio común para la protección de los derechos de los migrantes desde una perspectiva intercultural.