La Responsabilidad Social Empresarial representa la incorporación de preocupaciones sociales y ambientales en una ecuación tradicionalmente subordinada a la lógica económica de los beneficios.
Esta integración llevó a que surgieran nuevos paradigmas de la gestión de las organizaciones, orientados por una narrativa que apela a una economía al servicio de la vida.
En este sentido, las instituciones de enseñanza superior, que forman a los líderes de mañana, no son diferentes, ya que también producen impactos importantes y únicos en la sociedad en general, y en las comunidades donde están inseridas, en particular.
Sin embargo, se añade un elemento único y diferenciador que reside en su capacidad de producir conocimiento y de promocionar el aprendizaje. Así, se destacan los desafíos y oportunidades que los ODS traen a las organizaciones en general y a las instituciones de enseñanza superior en particular.
Desafíos y oportunidades
El nuevo milenio trajo múltiples desafíos a todos los ciudadanos y exigió la adquisición de nuevos conocimientos y competencias para comprender la complejidad creciente y la incertidumbre que lo rodea todo.
Raros son los organismos que no se han cuestionado sobre estas alteraciones y, acto seguido, presentaron planes de acción e intenciones de cambio. Esta reflexión atravesó todas las esferas de la sociedad, desde las empresas privadas, los organismos públicos, al tercer sector incluida la enseñanza superior.
A este desafío, las empresas respondieron de forma expresa, reconociendo la oportunidad que la adhesión al Pacto les traía
La Organización de las Naciones Unidas tuvo y tiene un papel fundamental en este proceso reflexivo, asumiendo desde siempre un papel de liderazgo y de promotor de la transformación social.
Antes del cambio de siglo, por iniciativa del entonces Secretario General, la sociedad en general y las empresas privadas en particular, recibieron el desafío de integrar, como guías orientadoras, un conjunto de diez principios de actuación inspirados en los derechos humanos, en los derechos laborales, en la protección ambiental y en la lucha contra la corrupción.
Con el Pacto Global de Naciones Unidas se pretendía estrechar la relación empresa-sociedad, reconociendo el potencial transformador de la primera para hacer los mercados más sostenibles y incluyentes.
Esta integración debería ser voluntaria y resultar del reconocimiento, por sí mismos, de su responsabilidad ante la sociedad y el modo en cómo esta se desarrolla, estando en su esfera de decisión integrar y favorecer más o menos a sus miembros.
A este desafío, las empresas respondieron de forma expresa, reconociendo la oportunidad que la adhesión al Pacto les traía, no sólo por la asociación a una iniciativa de la ONU, integrando una red global de comunidades empresariales, como por la posibilidad de empezar sociedades multistakeholder estratégicas para todos los agentes involucrados.
En Europa, esta reflexión se centró alrededor de la Agenda de Lisboa (aprobada en la capital portuguesa en 2010) que preconiza una economía basada en el conocimiento y que apunta a un crecimiento inteligente (“desarrollar una economía basada en el conocimiento y en la Innovación”), sostenible (“promover una economía más eficiente en términos de utilización de recursos, más ecológica y más competitiva”) e incluyente (“fomentar una economía con niveles elevados de empleo que asegura la cohesión social y territorial”).
es necesario que las empresas incorporen la responsabilidad social de una forma integrada y transversal
Para responder a estos múltiplos desafíos, Europa ya había iniciado en 2001, su Libro Verde para la promoción de la RSE, proponiendo una definición que se generalizó.
En él se subrayaba el carácter voluntario de la RSE, el hecho de que se superara la exigencia de la ley y de que se involucrara activamente en el progreso socioeconómico-ambiental de las comunidades, por ser ese su deber.
Más tarde, la propia Comunidad Europea, en la atención que dedica a la responsabilidad social empresarial, vino a revisar (en 2011) su definición del concepto y habiéndose, desde entonces, centrado en la cuestión de los impactos que las decisiones empresariales tienen en la sociedad (y en sus diferentes stakeholders).
De esos impactos, derivan ciertas responsabilidades añadidas, que han de ser asumidas para la consecución de los objetivos: una creación de valor compartida y mitigar y prevenir eventuales impactos adversos.
Ello implica, que las empresas incorporen la responsabilidad social de una forma integrada y transversal a todo el proceso de negocios, desde la definición de su misión y visión al reporte de sus actividades bajo el prisma de los tres vértices de la sostenibilidad.
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