Durante los últimos años, la Organización de las Naciones Unidas ha promovido la adopción de agendas globales para el desarrollo, que puedan servir como guía para el establecimiento de las políticas locales a través de su implementación.
Una vez finalizado el periodo de vigencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), en la ciudad de Nueva York se aprobó la Agenda 2030 con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que se aplicarán en todos los países del planeta, bajo el principio de no dejar a nadie atrás y atendiendo a los tres pilares del desarrollo sostenible: social, económico y ambiental. A diferencia de los ODM, esta no es una agenda dirigida a los países en desarrollo, sino que se establece para todos los Estados del planeta.
De forma concurrente, en el año 2016, en la ciudad de Quito, se aprobó la Nueva Agenda Urbana (NAU) en el marco de la conferencia Hábitat III. En este documento se estableció una agenda para las ciudades del mundo enfocada en “un ideal común para lograr un futuro mejor y más sostenible, en el que todas las personas gocen de igualdad de derechos y de acceso a los beneficios y oportunidades que las ciudades pueden ofrecer, y en el que la comunidad internacional reconsidere los sistemas urbanos y la forma física de nuestros espacios urbanos como un medio para lograrlo.”
El logro de doce de los diecisiete de los ODS dependerá de una acción efectiva a nivel de ciudad.
Así, estas dos agendas son el marco internacional de compromisos vigentes para la mayor parte de los Estados miembros de la ONU y deberán implementarse de simultáneamente en cada uno de los territorios, con el fin de alcanzar el tan anhelado desarrollo sostenible. Ambas coinciden en la necesidad de crear urbes más sostenibles y en la condición de las ciudades como actores clave del desarrollo.
De esta manera, la Agenda 2030 y la NAU, sumadas al Acuerdo de París sobre cambio climático, han coincidido en la necesidad de crear ciudades sostenibles, resilientes e inclusivas. Como señala Cohen: “Los tres acuerdos mundiales que establecen la nueva agenda global (…) identifican claramente a las ciudades como los lugares donde las metas deberán ser implementadas si se quieren resolver problemas urgentes a nivel global, nacional y local. El logro de doce de los diecisiete de los ODS dependerá de una acción efectiva a nivel de ciudad.”
Siguiendo esta lógica, el ODS número 11, cuya inclusión fue un esfuerzo del Global Taskforce de Gobiernos Locales y Regionales, establece como principal cometido el “Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”. Para lograr meta, busca para el año 2030 “aumentar la urbanización inclusiva y sostenible y la capacidad para una planificación y gestión participativas, integradas y sostenibles de los asentamientos humanos en todos los países.”
Por su parte, la Nueva Agenda Urbana define en el punto 9 su “compromiso mundial con el desarrollo urbano sostenible como un paso decisivo para el logro del desarrollo sostenible de manera integrada y coordinada a nivel mundial, regional, nacional, subnacional y local, con la participación de todos los actores pertinentes.”
De esta manera, en el contexto de una importante reconfiguración de las relaciones entre los actores de la cooperación internacional, los Estados nacionales dejan de ser los únicos protagonistas de la implementación de las agendas globales, ya que los gobiernos locales y la sociedad civil se convierten en sujetos con enorme trascendencia en este sentido.
Así, este artículo propone visitar la literatura científica relevante sobre la implementación o materialización local de las agendas globales, que buscan la creación de ciudades sostenibles, haciendo un énfasis en cuanto a los posibles aportes de la actuación de los gobiernos locales y movimientos ciudadanos para este efecto.
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Autores: Javier Dávalos González, Universidad Internacional del Ecuador y Andrea Romo Pérez, Internacionalista por la Universidad Internacional del Ecuador.