Voces entrelazadas en economía, ecología, cuidados, ciencia y espacios de poder en Iberoamérica

Voces entrelazadas en economía, ecología, cuidados, ciencia y espacios de poder en Iberoamérica

Naciones Unidas señaló el 25 de noviembre como Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. Si el 8 de marzo ocupa en el calendario un espacio destinado a la reflexión de los avances de las mujeres y tiene tanto de reivindicación de lo alcanzado como de indicador de lo que aún queda por hacer, el 25 de noviembre reserva su mirada a la denuncia, la reflexión y el análisis sobre los distintos tipos de violencia que reciben los cuerpos y las psiques de las mujeres por el hecho de serlo.

“En este día, la Secretaría General Iberoamericana reafirma su compromiso inquebrantable en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, un desafío que sigue siendo central en nuestra región y en el mundo entero. Recordamos con profunda tristeza y respeto a las hermanas Mirabal, quienes pagaron el precio más alto por oponerse valientemente a la dictadura de Trujillo en 1960. En su homenaje, el 25N es un día de memoria, conciencia y lucha”, indica la diplomática mexicana y Secretaria de la Cooperación Iberoamericana, Lorena Larios.

“El 25N es un recordatorio de que cada gesto cuenta en nuestra misión común de erradicar este flagelo. En nuestros países iberoamericanos, las mujeres sufren violencias físicas, psicológicas, económicas e incluso son asesinadas con motivo de su género. La violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo la violación de derechos humanos más extendida en todo el mundo, afectando a una de cada tres mujeres, una estadística inaceptable y profundamente perturbadora. Es nuestra responsabilidad colectiva prevenir y eliminar estas violencias”, continúa Larios.

La reflexión sobre la violencia contra las mujeres ha de ser consciente y centrada para evitar que la letanía de cifras se convierta en un ruido de fondo que se integra y se normaliza.

Para el Secretario General Iberoamericano, Andrés Allamand, “la Iniciativa Iberoamericana para la Prevención y Eliminación de la Violencia contra las Mujeres es un testimonio de lo que podemos lograr cuando unimos nuestras voluntades. Cada gesto cuenta, cada voz que se levanta contribuye a esta causa. Estamos enfrentando una pandemia mundial en las sombras, una catástrofe que con demasiada frecuencia permanece en silencio y se invisibiliza. Debemos romper ese silencio en solidaridad con todas las mujeres que han sido víctimas de algún tipo de violencia y con aquellas que, valientemente, arriesgan sus vidas para luchar contra esta injusticia. Esta lucha es para ellas, es por ellas, les debemos nuestro compromiso inquebrantable para crear un mundo donde ninguna mujer tenga que vivir con miedo ni sufrir violencias.”

La reflexión sobre la violencia contra las mujeres ha de ser consciente y centrada para evitar que la letanía de cifras se convierta en un ruido de fondo que se integra y se normaliza. En este especial de Somos Iberoamérica analizamos una de las principales violencias que padecen las mujeres en la región y en todo el mundo: el acoso sexual callejero, que las niñas, jóvenes y mujeres manifiesta haber vivido al menos en una ocasión a lo largo de su vida. Se trata de un tipo de violencia que se produce en los espacios público, calles, plazas y transportes y está tan normalizado que algunas de sus formas se entienden incluso como un halago.

El acoso callejero da argumentos para explorar la distinta forma en que mujeres y hombres ocupan el espacio público desde la infancia y plantea la necesidad de incorporar una mirada de género a la planificación y el diseño de las urbes.

El 76% del tiempo de atención a las personas dependientes recae sobre las mujeres. Si se le aplicasen las mismas condiciones que a un trabajo remunerado, la cifra sería el equivalente al 9% del PIB Mundial.

Los itinerarios de las mujeres en sus ciudades y comunidades tienen su propio rastro y mapa y suelen estar ligados a desplazamientos relacionados con la labor de cuidados, que ellas siguen asumiendo de forma abrumadora. El 76% del tiempo de atención a las personas dependientes recae sobre las mujeres. Al hacer una aproximación a la riqueza que generaría esta ocupación si se le aplicasen las mismas condiciones que a un trabajo remunerado base, la cifra resultante sería el equivalente al 9% del Producto Interior Bruto Mundial (11 billones de dólares).

Hablamos de ello en este especial analizando cifras, marcos y estructuras culturales que sesgan el desempeño de las mujeres, haciéndoles asumir que las tareas de cuidados les pertenecen por naturaleza. El enfoque tiene que ver con la doble injusticia de sobrecargar a las mujeres y de privar a los hombres de una capacidad humana innata que nos define como especie: cuidar a los demás.

La tribuna que firma Raquel Coello, Especialista Regional de Políticas de Empoderamiento Económico de la Oficina Regional para las Américas y el Caribe de ONU Mujeres, aporta a este tema una visión de la brecha salarial entre mujeres y hombres articulada con la organización social del cuidado, una cuestión alineada con el trabajo de la Premio Nobel de Economía 2023, Claudia Golman, que ha dedicado la labor investigadora de toda una vida a señalar ese tan incomprensible como tenaz desajuste retributivo.

En otro de los reportajes de este telar en el que los temas se entrelazan y conversan para crear una trama visible se analiza cómo las disciplinas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) suponen una lanzadera de empoderamiento en las vidas de las niñas y mujeres. Su entrada en este contexto altamente masculinizado es fundamental para, nuevamente, aplicar una mirada femenina a las ciencias y las ingenierías puras y evitar que el asombro y el vértigo de un mundo virtual reproduzca los mismos sesgos que el real al dejar esa tarea en manos de programadores mayormente hombres y mayormente blancos.

Hay que introducir una mirada femenina en las ciencias y las ingenierías puras para evitar que el mundo virtual reproduzca los mismos sesgos que el real al dejar esa tarea en manos de programadores mayormente hombres y mayormente blancos

Enlazando cuidados y STEM, también se señala que las campañas de promoción de carreras de ciencias en niñas no tienen un reflejo paralelo en iniciativas que impliquen a los niños en cuidados. La razón detrás de ello puede ser la necesidad de una fuerza laboral diversa preparada para el futuro digital y es vital que las mujeres influencien en ese marco. Pero resulta preocupante no ocupar el mismo esfuerzo en afrontar la actual crisis de cuidados y dar por sobreentendido que siguen siendo cosa de ellas. A día de hoy, no existe equilibrio entre la llegada de las mujeres a los puestos de poder y representación y la entrada de los hombres en los espacios domésticos y de cuidados.

De representación y poder habla otro de los análisis en el que se valora la posibilidad de una política exterior feminista que universalice los criterios del feminismo intra y entre países, un reportaje que enlaza con la aportación de Nadine Gasman respecto a la capacidad de mediación, influencia y negociación de las mujeres en entornos de conflicto que las convierten en agentes de transformación para lograr paz y bienestar.

También de mujer y poder trata la aportación de Susana Malcorra, Presidenta y cofundadora de GWL Voices for Change and Inclusion con una tribuna que argumenta por qué el desempeño de las mujeres en los espacios de decisión debería ser la norma y nunca la excepción pintoresca o el premio de consolación.

Para dar soporte y enlace a todas las aproximaciones de este dossier, la filósofa y ecofeminista Alicia Puleo conversa largo y profundo sobre su visión del momento que vivimos y que, según sus palabras, es “similar al de la aparición del ecofeminismo, que surge durante la Guerra Fría ante el temor a un conflicto nuclear. Ese temor continuo a una Tercera Guerra Mundial con armas nucleares hiperdestructivas parecía haber desaparecido y en los últimos dos años lo hemos recuperado. Nos encontramos en una situación de retroceso que vuelve a generar los temores que movieron a ecofeministas como Petra Kelly a plantear el pacifismo como una de las bases del ecofeminismo que es, ante todo, una cultura de paz con la naturaleza y entre los seres humanos”.